- Ojalá Casado y su grupo de amigos, que por el momento es lo que son, nos brinden la fenomenal sorpresa de que saben lo que hay que hacer y que saben cómo hacerlo.
Me contaron que en una de esas distendidas y placenteras cenas de verano, poco después de haber ganado las elecciones por carambola José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los que progresaron con él, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (Mafo, para los amigos), ultra liberal metido a socialista de conveniencia que ocuparía la secretaría de Estado de no sé qué, pero sobre todo el gobierno del Banco de España, hombre sensato y hermano de su hermano, comentó: “Lo malo no es que acaben echándonos a patadas por la que estamos liando, sino que vamos a dejar el país hecho un solar”.
Recuerdo haber comentado ésto cuando escribía en ABC con un si non è vero è ben trovato. Efectivamente, la cruel profecía de Mafo se cumplió al pie de la letra. Seis años después España estaba hecha un solar, el Partido Popular ganó las elecciones por una abultadísima mayoría absoluta y Mariano Rajoy Brey fue el presidente del Gobierno que tuvo que lidiar con Bruselas, de la mano de Guindos: si nos rescataban, por favor, que fuese de tapadillo. Y Rajoy, Luis de Guindos y Montoro, se vistieron de negro y sacaron España adelante. En eso, un sobresaliente.
Con la corrupción no pudieron, pero eso, poner orden en nuestra economía y en las cuentas, no puede negárseles que lo hicieron razonablemente bien. La corrupción desaforada en el seno del PP acabó con Mariano Rajoy. Y también el gobierno catalán que, en un ejercicio de deslealtad sin precedentes, en uno de los momentos económicos más dramáticos de nuestra historia reciente, no se le ocurrió otra cosa más brillante que, ya que no conseguía ventajas económicas para cuadrar sus despilfarros, reclamar la independencia.
Como en tantas otras ocasiones, nuestro querido presidente de entonces, el ínclito Mariano, se puso de perfil, rebufó y dijo a sus acompañantes, los Moragas, Sorayas, Cospedales y demás inútiles que le asesoraban, vaya lío, se fumó un puro y no hizo nada.
«Que el Partido Popular tiene un problema, un grave problema de liderazgo, no hace falta ser muy buen analista para constatarlo»
El resultado es de todos conocidos y no merece la pena recordarlo. Un ufano Pedro Sánchez, mirando a derecha e izquierda, se fotografiaba en el Congreso de los Diputados con sus nuevos animales (y nunca tan bien dicho) de compañía: esquerranos, podemitas y bilduetarras. Pas mal du tout! La Moncloa bien vale un puño en alto e, incluso, el coqueteo con la independencia de Cataluña, la democracia venezolana o los asesinos de ETA, directamente. Así, con un par.
Si Zapatero, según la profecía de Mafo dejaría España hecha un solar, después del paso de Sánchez, nuestra patria será un erial. Y a ver quién lo arregla entonces, porque, aunque Teodoro (“Teo es encantador, Teo yo te quiero, Teo yo tu amigo soy”) García Egea se le parece a Jorge Moragas (en su parvedad, sobre todo), convendrán conmigo que Casado, al menos por el momento, no tiene nada que ver con Rajoy. Por el momento no ha demostrado cualidad alguna, claro que Rajoy tampoco había demostrado nada a parte de saltar de ministerio en ministerio, que incluso el propio Aznar reconocería, ya a destiempo, que designarlo como sucesor había sido el peor error de su vida política.
Que el Partido Popular tiene un problema, un grave problema de liderazgo, no hace falta ser muy buen analista para constatarlo. Que quien gobierna el partido es una especie de minicascos sin más autoridad moral que el ordeno y mando, tampoco. Y que el erial con el que van a encontrarse si ganan las elecciones no se arreglará con apósitos ni con paños calientes, tampoco.
Dice Yolanda, la candidata papal, que la derecha no podrá gobernar en España porque se le lanzarán los sindicatos y los manifestantes. Y en eso ya no estoy de acuerdo. El erial está claro que no lo arreglará ni la derecha ni la izquierda, sino el sentido común.
«España necesita menos palabrería, menos voces disonantes, más acuerdos y un rumbo claro»
Los hechos desmienten a la vicepresidenta. Aznar gozó de paz social y un amplísimo consenso en su primera legislatura, lo que posibilitó la entrada de España en el euro. Y no digamos Rajoy, que consiguió que nadie se moviese hasta que pudo generar casi dos millones de puestos de trabajo con una reforma laboral que la flamante ministra de trabajo quiere ahora arrumbar.
Ojalá Casado y su grupo de amigos, que por el momento es lo que son, nos brinden la fenomenal sorpresa de que saben lo que hay que hacer y que saben cómo hacerlo. Recuerdo que un fino democristiano, en cierta ocasión, me contaba que el papa Benedicto sabía lo que tenía que hacer con la Iglesia, pero no sabía cómo y que por eso dimitió. En cambio, Francisco, no sabía lo que había que hacer, pero sí sabía el cómo. (Esta maldad sólo se le podía ocurrir a un democristiano).
Ahora la Iglesia, nuestra Iglesia católica, tiene un rumbo que no gustará a todos, pero que es un rumbo, un rumbo claro y diáfano que no parece tener marcha atrás. ¿Ocurrirá lo mismo con Casado? ¿Rajoy es su Ratzinger? ¿Lo es Aznar? ¿Él es el Francisco de España? Quizás he puesto el listón muy alto, pero por mí que no quede.
Lo que sí está claro es que España necesita menos palabrería, menos voces disonantes, más acuerdos y, sobre todo, saber a dónde nos dirigimos. Y, por ahora, el PP de Casado no nos ha proporcionado más que incertidumbre y desconcierto.
*** Jorge Trias Sagnier es abogado y escritor. Fue diputado del PP entre 1996 y 2000.