Juan Van-Halen-El Debate
  • Afirmó que si el Gobierno seguía así resultaba inevitable que la derecha ganase las próximas elecciones. Por ello había que «reventarla»; muy democrático. ¿Qué ocurriría si proclamara algo así la derecha sobre la izquierda? La alternancia en el poder es para Belarra inasumible

He vivido tantas experiencias por esos mundos que ya, a mi edad, me sorprendo poco. Pasó el 20 de noviembre y Sánchez recurrió al comodín de Franco como se esperaba. Antes de su muerte, en los ambientes oficiales nunca se hablaba del tema; se utilizaba un velo: «cuando se cumplan las previsiones sucesorias». Luego se pasó «de la ley a la ley». El hoy vilipendiado Rey Juan Carlos decidió encabezar una Monarquía democrática, a la europea, y no una Monarquía autoritaria, digamos a la árabe, para entendernos.

Me sorprendió la estrategia del sanchismo. Sánchez supuso más que un cambio de Gobierno; veladamente buscaba un cambio de sistema, sin aceleración, pero manteniendo ese objetivo a la medida de su ambición. El sanchismo no representa una ideología, ni un partido, ni un replanteamiento del PSOE que formalmente conservase el viejo nombre. Se ha destapado para los que no estén ciegos, lo voten o no, como un negocio, un gran negocio. Por encima y por debajo de la mesa.

Cargos, dádivas, cesiones, subvenciones, fondos europeos cuyo destino ignora Bruselas; mis parientes y amigos de allí están sorprendidos, y alguno fue ministro. Y lobbies (ya aparece Acento, la empresa de Pepiño Blanco), conexiones con grandes empresas para sacar mordidas (la última Acciona). Obras públicas, mascarillas… Estamos en la estela de autocracias sudamericanas: el negocio de gobernar. ¿De qué hablaron en su largo periplo los cuatro del Peugeot? No se sabe, pero sus consecuencias están ahí. De aquellos cuatro viajeros tres están imputados. Y no lejos otros, también observados, ascendidos incluso a ministros. Y a más.

La última gran noticia ha sido la condena de García Ortiz. Algunos paniaguados, entre ellos un magistrado jubilado coleccionista de fracasos, denunciaron un «golpe de Estado» judicial. Espero que les paguen generosamente. Cuando los condenados son ajenos, sólo se escucha el silencio. Confieso que me ha interesado especialmente una intervención parlamentaria de Ione Belarra.

Belarra, reconocida no por sus luces, sino por su radicalismo vacío teledirigido por Iglesias, hizo unas propuestas a Sánchez que en cualquier democracia europea chirriarían. Afirmó que si el Gobierno seguía así resultaba inevitable que la derecha ganase las próximas elecciones. Por ello había que «reventarla»; muy democrático. ¿Qué ocurriría si proclamara algo así la derecha sobre la izquierda? La alternancia en el poder es para Belarra inasumible. Acaso sea su primer empleo importante y bien remunerado y no quiere arriesgarlo. Sus propuestas evidencian una democracia anormal. Belarra opinó que, «reventándola», se «quitarán a la derecha todos sus privilegios». Y señaló a Sánchez algunas iniciativas.

1) Control del Consejo General del Poder Judicial, «quitándole las telarañas a esa Justicia que tiene rémoras franquistas» «para quitar los privilegios a jueces fachas», «igual que hicimos con RTVE» que, según ella, va como un cohete; para su partidismo, claro. Se dolió de que el Gobierno permitiese «la guerra sucia judicial contra García Ortiz». Ya hemos visto el desenlace. 2) «Bajada por ley del 40% en el precio de los alquileres» e «impedir que los grandes propietarios compren viviendas en España». 3) Recuperación «del control público de la economía, ahora en manos de grandes empresas multinacionales». O sea: nacionalizaciones. 4) «Regularización de todos los inmigrantes, frente a la violencia policial». 5) «Ilegalización de los comandos violentos desocupas de la derecha». 6) «Impedir que se paseen fascistas con banderas ‘del pollo’; vayamos a por ellos y respaldemos a esos jóvenes antifascistas que están dando la cara por la democracia». ¿Por la democracia? 7) «Convocatoria de un referéndum sobre la Monarquía; ya está bien tener que leer las Memorias de un delincuente, como es Juan Carlos I, que se permite decir que él trajo la democracia, cuando la democracia no la trajo un Rey sino la gente peleando en las calles y los antifascistas». Falso. Belarra no lo vivió, yo sí. Sucesivos disparates desde un intervencionismo añejo.

Este es el nivel. Belarra desconoce la Historia; sólo su catón y sueña aplicarlo. Una comunista fuera de tiempo. Y es diputada en un país de la UE. Recuerda al Largo Caballero de los años 30, que ella no ha leído. Espero que Sánchez no la siga, aunque nunca se sabe. Ya se declaró seguidor de Largo Caballero, pero aseguraría que él tampoco lo ha leído.