De todas las dudas recurrentes que surgen en el mundo de la judicatura, cabe destacar una tan sencilla y comprensible que sonroja adivinar la respuesta. «Si Sortu no es ETA-Batasuna, ¿por qué los que votaban a Batasuna tienen tan claro que van a votar a Sortu si todavía no han dado ni un solo mitin?».
Tres meses de silencio para una organización terrorista como ETA, que ha dejado de ser considerada como el principal problema de los ciudadanos, es mucho tiempo sin rédito. Todos los que han seguido de cerca la historia de la banda conocen que la publicidad es la gasolina necesaria para la supervivencia. Antes de la tregua de estos meses, sus violaciones de los derechos humanos se convertían, por sí mismas, en la publicidad siniestra de la que se retroalimentaban para seguir movilizando a los suyos, atemorizando a la población y condicionando a los partidos democráticos.
Desde que anunciaron su alto el fuego en enero, la maquinaria de Batasuna se ha puesto a toda máquina para intentar ‘sortear’ los límites que marca la legalidad. Y como ha dado un paso más en su desmarque rozando el límite de lo que aceptaría la ley de partidos en el futuro sin acabar de romper con su pasado, todos hablando de la nueva marca de la factoría. Pero con otro ambiente. La normalidad se ha ido recobrando poco a poco en las calles del País Vasco, donde la gente se mueve ahora con cierto alivio desde que los cachorros del odio han dejado de amedrentar con la violencia callejera. Los terroristas están atravesando los peores momentos de su trayectoria y ahora tienen miedo de que la opinión pública los considere amortizados y que la ciudadanía haya dejado de obsesionarse con la amenaza de su presencia.
Esperaban otra cosa. Lejos de la ‘normalidad’ que se va detectando en la población, los terroristas quieren que el Estado les pague un precio político por dejar de matar. Por eso han tenido que volver a la escena. «¡Eh, que estamos aquí!», viene a decir el anuncio camuflado en forma de comunicado. Una publicidad menos impactante desde que está en su paréntesis de inactividad terrorista, pero que tiene sus efectos activadores de la memoria. Pueden hacer daño todavía. Y avisan a navegantes: si los partidos democráticos no les hacen la ola y no se avienen a sus condiciones -la «verificación», la mesa de partidos y dos huevos duros-, será el Estado el responsable de la desilusión. La publicidad, normalmente, se paga. Pero los terroristas la obtienen gratis, vía comunicados, mientras sigan quedando residuos radiactivos para fomentar el miedo. En ese contexto, los ‘verificadores’ del negocio vuelven al escenario.
Esta vez se reunirán fuera de Euskadi. En su última visita se encontraron de todo. Y se fueron cargados de críticas de quienes les recordaron que en Euskadi no hay un conflicto entre dos partes. Ni esto es Serbia ni nos parecemos a Libia. Pero no estaría de más que mediaran entre las dos partes que lo necesitan, que no son otras que Batasuna y ETA. Si Brian Currin, que asesora a Batasuna, lograse que ETA desistiera de seguir porque así se lo pidiera la izquierda abertzale, el papel de ‘mediador’ habría cumplido con un noble cometido.
Mientras tanto, todo lo que se está diciendo en torno al futuro electoral del conglomerado político de la banda terrorista se pierde en la nebulosa electoral. Ayer, el lehendakari, Patxi López, no quiso hacerles publicidad. Y sus seguidores en el mitin de Barakaldo aplaudieron su actitud. No le preocupa electoralmente la presencia del entorno de ETA en las urnas, en el caso de que pasaran los filtros democráticos. Una idea que se la lanza, como un bumerán, el PNV en cuanto tiene ocasión. Pero es un bumerán. Y se vuelve contra el lanzador, que se encuentra ante una encrucijada. A saber: si se presenta la nueva Batasuna a las elecciones autonómicas, por ejemplo, el PNV podría perder votos nacionalistas; es probable, pero a la hora de pactar coaliciones para gobernar, ¿alguien duda que los nacionalistas no vayan a formar un gran bloque de socios para impedir que el nuevo Gobierno vasco siga siendo constitucionalista?
Cada lectura partidaria, pues, tiene su carta escondida. Mientras llega la cita con las urnas y fallido el ‘plan A’ de Batasuna al no pasar por el filtro del Tribunal Supremo, toda la presión se centra ahora sobre el Tribunal Constitucional. Una presión en toda regla. Que el fallo del Supremo haya contado con tan poca diferencia de votos demuestra que este órgano es más imparcial que quienes lo han descalificado, simplemente, por no haber dado luz verde a la nueva Batasuna.
Que se esté etiquetando ideológicamente a todos y cada uno de los miembros del Constitucional no ayuda a propiciar un ambiente tranquilo para poder emitir un juicio ejercido sin otras limitaciones que las del respeto a las normas que impone el Estado democrático. De todas las dudas recurrentes que surgen en el mundo de la judicatura, cabe destacar una tan sencilla y comprensible formulada por un adolescente y que sonroja adivinar la respuesta. «Si Sortu no es ETA-Batasuna, ¿por qué los que votaban a Batasuna tienen tan claro que van a votar a Sortu si todavía no han dado ni un solo mitin?». A partir de ahora, que empieza la cuenta atrás hasta el 22 de mayo, cada partido medirá con más cuidado la publicidad propia y la ajena. Ya lo empezamos a comprobar ayer. Unos ignoraron la nueva sigla y otros les zurraron por enredadores. La publicidad gratis se va a poner más cara.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 28/3/2011