Ignacio Camacho-ABC
- Feijóo ya no es el líder de una oposición más o menos enérgica; la situación lo ha convertido en presidente a la espera
Cuando Feijóo anuncie en septiembre la lista de leyes sanchistas que piensa derogar si sale elegido debería presentar también al ministro encargado de llevar a cabo ese compromiso que a priori se antoja un notable trabajo (des)legislativo, dada la magnitud del destrozo institucional registrado y quizá por registrar en el actual período. Porque ésa es una tarea que si se aborda con rigor puede llevar un mandato entero, y desde luego requerirá para hacerla bien la dedicación de una cartera gubernamental a tiempo completo. La idea de publicar de antemano un paquete revocatorio es un gesto de honestidad con los votantes propios y ajenos, aunque haya expertos en sociología y demoscopia que nunca le darían ese consejo habida cuenta del poco efecto que las promesas negativas suelen tener –y de hecho tuvieron en 2023– entre el electorado de centro. Pero si de verdad está dispuesto a abordar ese reto más vale que lo tome desde el principio en serio.
En este asunto y en todos los demás de aquí en adelante, el líder del PP debe saber que ya no es el jefe de una oposición más o menos enérgica sino que las circunstancias lo han convertido en lo que los anglosajones llaman un presidente a la espera. Luego ya se verá si las urnas confirman la tendencia abrumadora, unánime, de las encuestas o si Sánchez puede todavía sacar una sorpresa de su chistera; ahora, sin embargo lo importante es que los ciudadanos perciban como una certeza, provisional pero inexorable, el futuro vuelco de la correlación de fuerzas. Que crean en la inevitabilidad de la alternativa incluso los que no la desean. Y para eso resulta imprescindible que el protagonista sea el primero en darla por hecha y sepa transmitir a la opinión pública esa sensación de confianza interna. Entre otras cosas porque no tendrá otra oportunidad de llegar al poder si vuelve a quedarse en la puerta. En política los momentos caducan cuando no se aprovechan.
Feijóo va a cometer errores, con toda seguridad, y la mayoría serán no forzados. El autosabotaje es una constante histórica de la derecha que quedó certificada hace dos veranos. Aun así, la ola favorable es tan potente que lo llevará a la playa sólo con que conserve el equilibrio justo para no provocar su propio naufragio. La principal equivocación que le va a acechar, y la que debe evitar por todos los medios, consiste en entrar al marco de los adversarios, incluidos los que en teoría se alinean en su propio bando. Éste es el catón elemental de todo candidato: no ir donde los demás te quieren llevar y donde te están aguardando, no dejar que nadie te marque el sentido del argumentario ni te desvíe de la ruta que has trazado. Con o sin catálogo de derogaciones, en un horizonte electoral sin plazo claro la impaciencia, los volantazos, la falta de convicción y los cambios de estado de ánimo se pueden convertir en un pasaporte al fracaso.