La purga de julio

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Empieza a ser una tradición, un hábito rutinario: descalabro electoral en primavera y ceses expiatorios en verano

Las purgas de Sánchez en julio van camino de convertirse en rutina. En un hombre tan inestable de criterio, dos años consecutivos de comportamiento similar adquieren el rango de una tradición. El proceso es idéntico: descalabro electoral previo –Madrid, Andalucía– y relevos en el entorno de confianza antes de las vacaciones de verano. En 2021 cayó decapitado un tercio del Ejecutivo; ahora le toca al partido –Lastra–, el poder judicial –Delgado– y quizá el legislativo si los cambios acaban por afectar también a las portavocías socialistas en el Parlamento. En el comité federal del sábado se verá si el cese de la vicesecretaria es un retoque puntual o deriva en escabechina. Las razones de salud esgrimidas existen, en su caso y en el de la fiscal general, pero a simple vista no parecen decisivas. Más bien se antojan la clásica salida digna para eludir el siempre incómodo expediente de las explicaciones políticas.

A ambas las han echado por el mismo método. La situación de Delgado se había hecho insostenible tras las reiteradas desautorizaciones del Supremo y en Moncloa había recelo a salpicaduras graves en los audios de Villarejo. El presidente necesita dulcificar el asalto a la justicia con algún gesto y aunque el sucesor es de estricta obediencia ideológica tiene un perfil profesional menos indiscreto. Bruselas va a mirar con lupa la operación del Constitucional, cuyos trazos resultan demasiado gruesos para lo que se estila en el ámbito europeo. La cirugía de espalda viene al pelo para intentar borrar algunas huellas de la mano de Moncloa en las puertas giratorias donde a ciertos magistrados se les queda enredada la toga. Mera cuestión de formas. Un arreglo cosmético, superficial, una componenda decorosa para que Lesmes, clave en la próxima votación del CGPJ, tome nota y ablande la resistencia de los vocales de la mayoría conservadora.

En cuanto a Lastra, es probable que se haya ido cinco minutos estrictos antes de que el líder la expulsara de su círculo. Estaba decidido. Se llevaba peor que mal con el resto del equipo y la derrota andaluza exigía una expiación, un sacrificio. Selló su destino al cometer el error de sugerir una postulación en diferido, aspiración que además de ser a todas luces excesiva para su currículum constituye un delito imperdonable en un régimen de bonapartismo. Ha tenido una sorprendente influencia en Sánchez pero la lógica del poder –pregunten a Ábalos o a Juanma Serrano– no conoce amigos. Su salida resta apoyo y crédito a Bolaños, con quien había formado un tándem mal visto en el partido. Los dos subieron por encima de sus posibilidades, principio de Peter al canto, y ambos quedan señalados por la acumulación de fracasos que ha abierto grandes grietas en el mandato. Pero la verdadera noticia no consiste en que Lastra se haya dado un previsible batacazo sino en que haya podido llegar tan alto.