LIBERTAD DIGITAL 27/05/17
CRISTINA LOSADA
· En el ‘núcleo irradiador’ sólo hay sitio para uno. Errejón habría quedado como un hombre si después de esta humillación innecesaria hubiera roto el carnet.
Ustedes no lo entenderán. Yo tampoco. Pero la desaparición de Íñigo Errejón de las tertulias –bueno, de una que le quedaba– se debe a una decisión del partido Podemos que es perfectamente democrática. Lo es siempre que pongamos democrático en el contexto adecuado, que no es otro que el de aquel centralismo democrático por el que se regían los partidos comunistas. ¿Y qué era aquello del centralismo democrático? Pues una bonita manera de encubrir que quien manda, manda. En todo. Los de abajo, por decirlo en la terminología podemita, han de acatar las decisiones de los de arriba, y esto por la sencilla –y democrática– razón de que previamente los de abajo han votado, de aquella manera, a favor de los de arriba. En el congreso que no se llamaba congreso ganó Iglesias y perdió Errejón. Así las cosas, es forzoso que Errejón haya de perderlo todo, incluida su participación en una tertulia radiofónica.
Errejón ya no representa al partido Podemos y el partido Podemos considera que estaba en la tertulia a modo de portavoz, de ahí que quiera cambiarlo. Lo de ser a la vez tertuliano habitual y portavoz del partido es un curioso modo de estar en una tertulia periodística, pero este doble papel es muy frecuente en estos tiempos y en ciertos medios. Es más, la directora de la tertulia afectada por la pérdida de Errejón dijo, al informar del luctuoso suceso, que él había sido siempre el portavoz de Podemos en el programa. Si es así, vuelvo a no entender. No entiendo su rechazo al cambio de portavoz: si aceptas que un tertuliano es el portavoz del partido en tu programa, tendrás que aceptar también que el partido lo invalide como portavoz y te mande a otro. A otra, en este caso. Y quién lo iba a decir, la otra es Irene Montero.
Esta sustitución en su equipo tertuliano sólo obedece, según Podemos, a las «rotaciones y feminización» de sus portavoces. Mero asunto rutinario. Así se van fogueando por estricto turno, supongo, los dirigentes y las dirigentas, y se asegura, de paso, que la representación del partido sea siempre la autorizada. ¿Autorizada por quién? No por Iglesias, no por la cúpula, sino por el conjunto de los militantes. Esa es la maravilla del centralismo democrático. De ahí las extraordinarias palabras con las que concluía la protesta del partido por no haber dejado la SER que Montero entrara en la tertulia. «En Podemos mandas tú, no Cebrián», decía el comunicado tuitero.
No hay que tomarse a chacota, aunque a uno le tiente, esta batallita de Podemos por una mísera tertulia. Para ese partido, las tertulias tienen una importancia capital. Sin ellas no habría llegado a lo que llegó. Sin ellas no sería nada. No sería, en cualquier caso, ni sombra de lo que es. Lo tenía teorizado Iglesias Turrión hace tiempo. Hablaba de la tele, pero igual lo aplicaremos a la radio. Lo explicó en una entrevista con New Left Review: «En el contexto de profunda desafección hacia las élites, nuestro objetivo es identificar a ese pueblo de la televisión con un nosotros nuevo, aglutinado inicialmente por el significante Pablo Iglesias». Inicialmente, decía. Pero también finalmente. Definitivamente, Iglesias no admite que haya otro significante. En el núcleo irradiador sólo hay sitio para uno.
Lástima que el preterido Errejón haya aceptado sumisamente que lo defenestren de la última tertulia que le quedaba. Si alguien creyó alguna vez que en Podemos había algo parecido a un disidente, en esta lid ha recibido prueba de que se equivocaba. Ni había un disidente ni lo podrá haber. Pero Errejón habría quedado como un hombre si después de esta humillación innecesaria hubiera roto el carnet. Y se hubiera pasado al PSOE. O al PP. Aunque, entonces, igual salía todavía menos en las tertulias.