Manuel Marín-Vozpópuli

El sanchismo es ya un meme de sí mismo, una anomalía institucional y proyecto sin forma asentado sobre una escombrera maloliente

erteneció a la UDEF (algo así como la UCO de la Policía) comentaba el otro día que, visto lo visto, ni siquiera atisbamos la punta del iceberg del sanchismo. Que a lo sumo, estamos viendo solo la “puta del iceberg”. Intuición de investigador que sabe leer tanto lo que revelan textualmente los informes periciales como lo que no revelan, pero sí sugieren entre líneas. La maquinaria de corrupción no era cosa de cuatro robaperas. Era un agujero negro insondable, una madeja que se está deshilachando día a día. Todo un sistema podrido.

Desconozco el estado de histeria colectiva que debe haberse instalado en La Moncloa estos días. Esos nervios incontrolables que surgen cuando todo parece explotar y la pulsión de poder de desvanece por el mero hecho de que miras hacia un lado, miras hacia otro, y te ves en esa trágica soledad de quien intuye que tu obra para la historia era solo un desguace de fulanas, guarreos con constructoras, testaferros mafiosos, maquilladoras delirantes y acólitos cobardes que nunca quisieron plantar cara. Por eso el PSOE hace tiempo que dejó de ser el PSOE. Y ahora… ahora emergen las plañideras preguntándose qué le han hecho Sánchez y unos desalmados conjurados en una organización criminal a las siglas socialistas, a su historia. Y todo, sin pararse a pensar siquiera que todos los arrepentidos de ahora han sido cómplices de esta mangancia.

Hace tiempo que dejó de ser el PSOE. Y ahora… ahora emergen las plañideras preguntándose qué le ha hecho una organización criminal de desalmados a las siglas, a la historia. Y todo, sin pararse a pensar que todos ellos han sido cómplices

Lo que sí se puede concluir es que en sólo una semana el giro del guion ha sido sensacional. Al menos, se han producido cinco novedades inéditas hasta ahora en siete años de sanchismo. Primera, el PSOE ha tomado por fin conciencia de que no le queda más margen de maniobra. Tarde mucho o poco, tarde días o meses, Pedro Sánchez debe renunciar al futuro porque la degradación es irreversible por más que se pueda resistir. Segunda. El incontrolable factor Ábalos, que si es valiente y medianamente inteligente hoy ante el Tribunal Supremo puede dinamitar la legislatura. Tercera, la soledad de Sánchez, incapaz de confiar ya en absolutamente nadie y consciente de que su entorno ha dejado de creer ya en el aura divino que siempre le atribuyó. Cada vez hay menos perros de esos de Comité Federal y lealtad ciega, y los que quedan, ahí andan, de perfil, asustados, esperando a la siguiente portada para ver con qué delincuente compartía abrazos hace dos días. Cuarta. La narrativa del sanchismo, el famoso relato, ya no funciona. Nadie dentro y fuera del PSOE cree ya una sola palabra, una sola excusa. La mentira como argumento de verosimilitud ya es historia. Quinta. A Sánchez ya le está abandonando por goteo esa pléyade de mercenarios mediáticos, de opinadores sumisos, que hasta ahora le consentían todo.

Sánchez se está quedando solo, incapaz de confiar ya en nadie y consciente de que su entorno ha dejado de creer ya en el aura divino que siempre le atribuyó. Cada vez hay menos perros de esos de Comité Federal de lealtad ciega. Y los que quedan, ahí andan, de perfil, esperando la siguiente portada

Algún día conoceremos qué ha confesado Sánchez, y con quién, desde que decidió hace cinco días acudir a La Zarzuela a despachar con el Rey y vaciar su agenda oficial mientras incurría en la irresponsable torpeza de plantar cara a la OTAN y a la Administración de Estados Unidos. Rodríguez Zapatero, Illa y demás mártires del sanchismo han manejado todos los escenarios posibles. Con certeza la dimisión es una de ellas, antes de que termine de desguazar el crédito del PSOE. Una moción de censura de la oposición es impensable por la simpleza de que faltan votos. Una cuestión de confianza sólo tendría viabilidad para Sánchez si estuviese pactada con sus socios. Tanto si es para mantenerle con respiración artificial, como si lo es para echarlo de La Moncloa, con Illa o con cualquier otro sacrificado de la ruta como sustituto en una nueva investidura para dos años de legislatura que restan. Pero es que eso tampoco es fácil. ¿Votaría Puigdemont a Illa como presidente del Gobierno?

Poca alternativa más debe quedarle a Sánchez. Disolver las Cortes de modo inminente, convocar elecciones y presentarse de nuevo como candidato suena a quimera porque no solo Sánchez está dejando de ser creíble para su propio votante, sino que la izquierda entera está sumida en una crisis muy profunda y sin aparentes opciones en las urnas. La legislatura recuerda a una rotonda bloqueada en la que unos coches se entorpecen a otros y nadie cede un hueco para deshacer el tapón. Unos, el PP y Vox, porque no pueden, no suman… y otros porque ningún socio tiene el valor de tumbar a Sánchez proyectando la idea de que facilitarán un nuevo Gobierno de derechas. No hay más. El colapso es evidente, y nadie mueve pieza.

Lo está apartando el Ibex porque el dinero no entiende de derrotados, la inversión extranjera amenaza, Trump se toma a España a chacota, Europa ya ha descubierto al auténtico Sánchez, y la prensa internacional lo ha fulminado llamándolo ‘Don Teflón’. ¿Qué ve Sánchez en sí mismo que casi nadie más ve?

Sánchez, el sanchismo, es ya un meme de sí mismo, una anomalía institucional y un proyecto sin forma asentado sobre una escombrera de corrupción hedionda. Lo está apartando el Ibex porque el dinero no entiende de derrotados; la inversión extranjera nos amenaza; Trump se toma a España a chacota; Europa, por fin, ya ha descubierto al auténtico Sánchez; y la prensa internacional lo ha fulminado llamándolo ‘Don Teflón’. ¿Qué ve Sánchez en sí mismo que casi nadie más ve? El sanchismo, como fenómeno y como coartada de una ambición personal basada en una egolatría sin límite, se ha agotado. Si Sánchez aguanta, tendrá que reinventarse, al menos para poder salir a la calle. Pero si fuese mínimamente generoso con alcaldes, concejales, miembros de diputaciones y demás militancia secuestrada, si realmente quisiera reforzar cualquier opción electoral de los socialistas, debería irse antes de que se convierta en un Mitterrand o en un Craxi, arrastrando a la socialdemocracia por un sumidero de porquería. Antes de que la “puta” del iceberg lo desnude del todo.