El que no da todo, no da nada. Ya lo dijo Calderón y lo repitió, en su tono arisco e imperativo, Miriam Nogueras, ‘la que manda’ como la bautizó Feijóo. El parsimonioso suspense se rompió en cuanto la favorita de Puigdemont rompió a hablar: «Frenar la represión a medias no es frenarla». La frase anunciaba un ‘no’ a la ley de Amnistía, pero con Junts nunca se sabe. Son como el tero, ese pájaro argentino que pone los huevos en un árbol y luego canta desde otro para engañar a las rapaces.
Estaba por ahí Junqueras, orondo y abacial. Ahora que su gente le ha acuchillado en Cataluña, se va a pasear por aquí en tardes señaladas. Los independentistas son mucho de acercarse por Madrit, churros y calamares, cosmópolis y libertad. El Congreso se disponía a sumergirse en una función de nervios y suspense. De lo primero hubo, de lo segundo, no tanto. Afortunadamente, el formato de la sesión era un homenaje a la celeridad. Siete minutos por grupo y minuto y medio a los liliputienses.
«Ni el PSOE ni el PP están preparados para romper con el franquismo». Lo dijo la musa del carlismo reaccionario, de la caverna xenófoba, de la carcundia de Montserrat
La favorita de Puigdemont no abandonó su guion tradicional. Presión, descalificación y tormento. Esta mujer es expedita, visceral y malencarada, una portavoz com cal (como Dios manda, diría el mosén). Alimenta tal odio hacia Sánchez que, cuando fustiga a Feijóo, se diría que lo hace con cierto cariño, con una caricia de Garbí, ese vientecillo que viene del mar y calienta la epidermis. En una de sus referencias franquistas, le espetó al líder socialista, con notable tono burlesco, que «no lo tenía todo atado y bien atado». Insistió luego en esa senda de guiños al generalísimo: «Ni el PSOE ni el PP están preparados para romper con el franquismo». Lo dijo la musa del carlismo reaccionario, de la caverna xenófoba, de la carcundia de Montserrat. ¿Esto es un portazo? se preguntaban en la bancada socialista, más perdidos que turco en la neblina. En los escaños azules, Bolaños se mordía las patillas de las gafas, Emejota Montero engullía caramelitos con la elegancia de un oso hormiguero y Sánchez postureaba gestitos de disimulo que ocultaban un volcán de odio interior. «Es lo de los rusos, están pillados con lo de los rusos y no van a ceder hasta que se lo arreglemos. Y en Europa no se tragan lo de los rusos», decía un diputado socialista de la parte del sur.
La tarde se había deslizado por la ladera del fusilamiento judicial. Los papagayos de Frankenstein se explayaron en señalar, con nombres y apellidos, a los jueces que tanto inquietan al bloque del mal. Para justificar su ‘sí’ a la propuesta y, al tiempo, defender su clamor independentista, Pilar Valluguera, de ERC, se explayó con la persecución de los magistrados ‘fabuladores’, llegó a decir. Y justificó el visto bueno a la norma imposible porque le problema no es de su articulado sino de los malditos tribunales. Martina Velarde, de Podemos, incapaz de distinguir la lawfer de un borceguí, hilvanó unas frases confusas que apenas alguien logró entender. El Iñarritu de Bildu, tan excelente español que no debería empeñarse en el vascuence, llegó más allá en su teoría conspiranoica ya que habló de ‘movimientos oscuros’ de jueces, medios, policías y, por supuesto, Aznar, también muy citado. Pisarello, de Sumar, más que diputado jabalí es el diputado sanguijuela. Le escuece lo de Milei en su patria. Mostró sin fatiga su virulento rencor, tan encendido con Ayuso que se diría obsesión.
Tuvo Abascal, en pleno terremoto de su partido balear, una relevancia notable, una tarde lustrosa, un verbo acertado. En referencia al delito de traición, le espetó a Sánchez, ahí abajo: «¿Piensa ya en amnistiarse a sí mismo? Un Francisco Aranda, que ejerce en ocasiones de suplente de Pachi, tuvo que improvisar chistes rescatados de alguna verbena de aldea para animar la espera. España va bien y un recitado de Alberti por Serrat fue todo lo que pudo ofrecer al respetable.
Quince días tienen para enmendarse. Para seducir de nuevo a Nogueras, es decir, para abrir el paraguas protector de Puigdemont hasta límites intragables para Europa
Bueno, «la ley es un pago», anotó Feijóo, tan suelto que se diría ya un maestro del estrado. Hasta le hizo una broma a Armengol que la presidenta acogió con un gruñido. «Hemos oído insultar a los jueces, señalarlos por sus nombres y ¿qué han hecho el presidente y su ministro de Justicia? Levantarse e irse». Menudeó algunas bromas con que Puigdemont se fue en maletero y volverá en Falcon que lograron complacidas sonrisas. «Le deben el despacho a Waterloo, hasta que diga colorín colorado», clamó mirando a los diputaditos del PSOE, sumidos por entonces en un mar de dudas.
Estrenaban los parlamentarios las nuevas pantallas de votación. Sólo un paso, donde antes habían dos. Evitarán errores. Bofetada a Sánchez, 179 noes contra 171 síes. Una sensación rara en el Hemiciclo, algo inusual, como una errata en el libreto. Hace veinte días, también recibió una patadita en el trasero de Yolanda Díaz. Este martes, el tarscazo se lo ha llevado él. Era una ley fastuosa, una virguería de ingeniería jurídica, la Capilla Sixtina -que diría Planas- de la arquitectura legal. Resultó un fiasco, una chapuza, el TJUE lo tumba. Sólo Pumpido se engulliría semejante pifia sin rechistar.
No parece haberla encajado bien. Cerdán y el triministro abandonaban la sala con la cabeza gacha. Quince días tienen para enmendarse. Para seducir de nuevo a Nogueras, es decir, para abrir el paraguas protector de Puigdemont hasta límites intragables para Europa. El forajido ha llevado en volandas a Sánchez hasta este momento. Ahora, atemorizado ante esos jueces a los que tanto insulta, inquieto por los autos de García Castellón y Aguirre, sumamente acollonado por la dimensión de la causa rusa, ha decidido apretar, y se ha unido a PP y Vox con su voto ¿Hasta cuanto? Alguien tiene que aflojar. Los Presupuestos peligran. La legislatura, aun más. ‘La vida de un ser dura lo que dura una idea’, dice el proverbio japonés. Y Sánchez sólo tiene una.