ABC-RAMÓN PÉREZ-MAURA
Y luego nos preguntamos cómo es posible que los políticos populistas tengan cada día más éxito
CORREN tiempos en que las protestas sacuden el mundo. Las multitudes se concentran y manifiestan de uno a otro confín. Estos días, de manera especialmente notable, en Hong Kong. La próxima semana la gran batalla será muy cerca de la frontera española.
Biarritz es una localidad francesa de enorme impronta española. El paso por ella entre 1853 y 1870 de la Emperatriz Eugenia de Montijo –hermana de la duquesa de Alba y mujer de Napoleón III– marcó esta villa en la que levantó entre 1854 y 1855 Villa Eugenia, un edificio que hoy es el Hôtel du Palais. En este hotel se reunirá la próxima semana el G7, el grupo de los principales gobernantes del mundo. Y contra su presencia se anuncian ya manifestaciones multitudinarias que serán relegadas a Bayona pero que también se prevén ¡en Irún!
Pasear por las calles de Biarritz estos días es muy instructivo. Es una lástima que no lo haga el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron. Sea cual sea el comercio en el que se entra, desde las tiendas de lujo que ofrecen productos exclusivos hasta las queserías o las tiendas de vino, no hay comerciante que no denuncie la encerrona que le ha preparado Macron. Como tantas localidades balnearias del mundo, Biarritz es una ciudad que multiplica su población en el mes de agosto. Es el único mes del año en que no necesita
apoyo al turismo. Este año no sólo no lo van a apoyar, sino que lo han prohibido. El mejor ejemplo es el propio Hôtel du Palais, donde a clientes que tienen una «cabanne» desde hace lustros, por la que tienen que pagar la temporada entera de junio a septiembre, se les ha comunicado que no podrán disponer de ella durante una semana. En los parking públicos del centro de la ciudad carteles anuncian el cierre total de los mismos y la prohibición de dejar ningún vehículo entre el 21 y el 27 de agosto. Ni siquiera para los que las tienen arrendadas de forma permanente. Nadie. Habrá quien piense en la publicidad en el mundo entero que dará la cumbre a Biarritz; a eso responde uno de los afectados con una pregunta: «¿Dabe usted dónde fue el G7 el año pasado?». Otros creen que lo rentable es el personal que rodea al G7, pero no parece que el comerciante que va a perder a los turistas vaya a encontrar compensación en esos visitantes. El personal que forma las delegaciones se pasa los días encerrado, negociando comunicados y preparando reuniones bilaterales de sus jefes en las que todo debe salir perfectamente.
A quien le va más que bien es al propio Hôtel du Palais, en el que se ha hecho una enorme inversión a lo largo del último año para poner al día sus instalaciones. Aunque, no haya lugar a equívoco: en la mejor tradición francesa, ahí no hay un céntimo de inversión privada. El inmueble es propiedad del ayuntamiento y el gasto es enteramente público. De los impuestos de los ciudadanos a los que se está castigando con la cumbre. Cornudos y apaleados. Ciudadanos a los que se aconseja abandonar el lugar en los días centrales (24 al 26 de agosto) y los inmediatamente anteriores. «¿No podría Macron haber convocado la cumbre el 15 de noviembre?», me dice una tendera enfurruñada que está al frente de un local de ropa de lujo de señora –abrigos a 1.220 euros– a 150 metros de la verja del Palais y tiene la certeza de que su ruina no se arregla ni aunque irrumpa en el comercio Melania Trump blandiendo su American Express. Y luego nos preguntamos cómo es posible que los políticos populistas tengan cada día más éxito. Se las ponen como a Fernando VII.