Enric Juliana, LA VANGUARDIA, 28/7/2011
La externalización territorial del Estado del bienestar ha sido una de las grandes decisiones estratégicas de Cánovas y Sagasta, digo, del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español. Las administraciones receptoras –ahora controladas mayoritariamente por el PP– observan estos días con auténtico pavor los sacrificios que se avecinan.
Cuadro general: Tras el apaño europeo sobre Grecia –una nueva compra de tiempo– ahora juegan a la ruleta rusa los norteamericanos. La directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, advierte que las turbulencias se hallan de nuevo a la vuelta de la esquina. Agosto puede ser un mes sin aire refrigerado. Sigue existiendo el riesgo de que pasemos del euro a la piastra latina.
Cuadro hispánico: Puesto que nada está resuelto y el respiro pactado en Bruselas puede durar dos días, la convocatoria de elecciones anticipadas podría tener que decidirse en agosto. La encuesta del CIS difundida ayer da oxígeno a Alfredo Pérez Rubalcaba y aconseja al PSOE evitar tiempos muertos y dudas hamletianas en la Moncloa. Si es verdad que la diferencia entre populares y socialistas ha pasado de diez a siete puntos –hace unas semanas, sondeos atribuidos a la calle Ferraz sugerían un vertiginoso desplome del PSOE hacia los 110 diputados–, Rubalcaba deberá hacer todo lo posible para evitar un septiembre negro y depresivo.
¿Está dispuesto José Luis Rodríguez Zapatero a dar por concluida su carrera política durante los calores de agosto sin permitirse nuevos ejercicios de voluntarismo en septiembre, por ejemplo, en la tribuna minera de Rodiezmo? Zapatero no quiere marchar por la puerta de atrás. Esa es su obsesión desde hace un año, cuando tuvo que plegarse al Directorio Europeo. Quiere salir civilmente vivo de la Moncloa y con un mínimo agradecimiento de los poderes económicos: “Se equivocó en el diagnóstico de la crisis, pero durante su último año fue valiente”. Este es el momento Zapatero. Gozar de un alejamiento tranquilo en León, en una España caínita en la que –atención al dato– se ha intentado proceder penalmente contra los dos últimos presidentes salientes (Felipe González, por el GAL; José María Aznar, por la aventura de Iraq). Agosto puede ser un mes muy movido.
Las turbulencias vuelven a estar cerca; las cuentas del Reino de España se hallan bajo sospecha; la agónica situación de las autonomías se encuentra desde hace tiempo bajo el foco anglosajón (la insostenibilidad del Estado autonómico era una de las claves del famoso informe de la revista The Economist en septiembre del 2008: The party’s over); Zapatero quiere marchar a León con las espaldas cubiertas, y la vicepresidenta Elena Salgado también aspira a un final de carrera honorable ante sus colegas europeos. Estos cuatro factores enmarcan la reunión de ayer del Consejo de Política Fiscal y Financiera en la que que, en una circunstancias un poco más serenas, bien podría haberse certificado la quiebra del Estado autonómico. El modelo de financiación pactado para taponar el nuevo estatuto de Catalunya es hoy papel mojado. El café para todos, la gran timba de póquer de la igualación española, ha quebrado.
Ha quebrado y no puede derrumbarse, puesto que llevados por su obsesión homogeneizadora –que no federal–, PSOE y PP han transferido a todas las administraciones territoriales, sin excepción, la sanidad, la educación y los servicios sociales, tres de los pilares básicos del Estado protector. La externalización territorial del Estado del bienestar ha sido una de las grandes decisiones estratégicas de Cánovas y Sagasta, digo, del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español. Las administraciones receptoras –ahora controladas mayoritariamente por el PP– observan estos días con auténtico pavor los sacrificios que se avecinan.
Faltan pocos meses para las elecciones generales y la crudeza es hoy un asunto exclusivo de Catalunya. (Y del presidente de la región de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, que ya amenaza con devolver Educación y Sanidad). En Madrid, donde el diario del centro izquieda afirma en solemne editorial que Zapatero deja España literalmente en la ruina, hacen ver que se escandalizan. Se escribe de la derecha catalana con adjetivos prusianos: ¡hay que ver, qué dureza! La molienda del café para todos ha quebrado, pero Cánovas y Sagasta primero han de ver cómo queda el turno.