La quiebra del candidato Mas

El Mundo 27/11/12
ANÁLISIS
El negocio electoral del líder de CiU ha sido un desastre, como evidencian las dificultades que tendrá a la hora de encontrar compañero de viaje en el Gobierno

Artur Mas ha hecho un mal negocio político. La presencia de su partido en el Parlament era del 38,43% y tras estas elecciones ha quedado reducida al 30,37%. En cualquier empresa privada estaría despedido. Pero de momento nadie levantará la voz entre los suyos. Claro que cuando llegue el momento de las negociaciones por un pacto de legislatura, no tardarán en aparecer voces críticas.

Un análisis en profundidad de estas elecciones debería obligarnos a diferenciar el estado de la sociedad catalana y el de los partidos. En cuanto a la sociedad catalana, ésta se muestra dividida entre independentistas y no independentistas.

Las mayorías en Cataluña se construyen ahora a gusto del consumidor. Pueden ser mayorías independentistas, mayorías por «el derecho a decidir», mayorías de izquierdas o de derechas. Existe un crisol de posibilidades que a la hora de la negociación tendrán un recorrido corto.

Todas buscan la evidencia fácil de que son las auténticas vencedoras de una contienda extraña. Sobre todo para Convergència, que necesita como nadie dibujar en las próximas semanas un retablo que le ayude a no aparecer como la gran perdedora de este invento electoral.

El segundo análisis que afecta a los partidos: deberían reflexionar sobre qué pasos dar ante la imposibilidad de CiU de gobernar. ERC, PSC y PP son sus tres pretendientes. El peor escenario que Mas dibujaba en el horizonte entre bastidores hace unas semanas era justamente el que se ha producido. Un pacto con ERC les obligaría a seguir un ritmo soberanista propio del independentismo original y, sobre todo, echar atrás algunas de las políticas de recortes de los dos últimos años, como el euro por receta o el Impuesto de Sucesiones. Además, significaría tragar con uno de los partidos a los que durante dos años ha criticado como culpable de la falta de recursos de la Generalitat en su etapa en el tripartito.

Y en el caso de ERC existe otra razón: la formación de Oriol Junqueras es una de las que ha hecho bandera en contra de los casos de corrupción. Así que les resultaría difícil de aceptar un pacto con una formación que tiene bajo sospecha los casos Palau y de las ITV, además de la investigación policial sobre las presuntas cuentas suizas de los dirigentes nacionalistas.

Un acuerdo con el PP es el menos probable. La tirantez y erosión de las relaciones con Sánchez-Camacho hacen imposible una relación estable, ni aunque afectara sólo a los Presupuestos. Además, CiU ha incumplido todo lo acordado durante sus primeros meses de gobierno y el president responsabilizó a Rajoy de ser el culpable de las elecciones convocadas al no haber querido negociar su supuesto proyecto de pacto fiscal en aquella visita a La Moncloa de septiembre, aunque, en realidad, lo que se llevó a Madrid fuera una resolución aprobada en el Parlament.

De todas las posibilidades de pacto, la que verían con mejores ojos los convergentes sería con el PSC. Pero tampoco esta posibilidad tiene todos los números. Los socialistas son vistos como culpables del desastre del tripartito y éstos no comparten el escenario soberanista que CiU les dibujaría sobre la mesa. Es cierto que esta relación se produciría entre dos formaciones con amplio sentido de gobierno, pero los socialistas acusan directamente a Mas de haber actuado con irresponsabilidad en su decisión de adelanto de elecciones. Es muy posible que esta percepción cambie, pero a día de hoy nadie en Cataluña quiere gobernar con CiU, ni llegar a acuerdos puntuales por los altos riesgos.

El resto de formaciones disfrutó de su éxito. Sobre todo Ciutadans, que vio cómo lograba grupo propio y triplicaba sus votos. La formación de Rivera recogía apoyos fundamentalmente de los socialistas que, de esta forma, castigaban las derivas nacionalistas del PSC durante las dos últimas legislaturas.

IC-V, con una suave subida, y CUP, una formación que hasta ahora sólo tenía presencia municipal, son los otros dos partidos que no pueden quejarse de este adelanto electoral, aunque en un principio la rechazaran, como el resto.

La incógnita ahora está en saber cómo va a seguir Artur Mas gestionando la crisis el día a día si su decisión -parece que es definitiva- es seguir gobernando. Todas las probabilidades dan error. Hasta la que lo sitúa en solitario. ¿Con quién aprobará los Presupuestos? ¿Por qué políticas deberá decantarse? ¿Por las liberales o por las de izquierdas soberanistas? No hay Mesías que lo sane, ni Moisés que le conduzca a su prometida Ítaca. Ni en patera.