IGNACIO CAMACHO – ABC – 20/07/16
· Ana Pastor es una réplica en femenino de Rajoy. Mismo estilo e idéntica mentalidad destilados con lealtad pretoriana.
El marianismo existe como tendencia política, compuesta por los partidarios de Rajoy y su círculo de confianza, pero como estilo es intransferible. Los marianistas son pretorianos del presidente, gente adepta que hace carrera alrededor de su particular forma de liderazgo. Algunos son sus amigos personales y otros se limitan a formar parte de su equipo más estrecho y leal. Comprenden al jefe –más o menos–, lo obedecen y asumen sus objetivos.
Lo que no hay en ellos es una identidad de talante con su líder; carecen de su cachaza, de su paciencia acolchada, y hasta a menudo se desesperan ante ese inmovilismo conservador y cauteloso que constituye la impronta de la personalidad rajoyana. Más allá del propio Mariano, el marianismo es sólo una vocación de incondicionalidad, una afiliación gregaria. Como carácter carece de réplicas. Con una excepción. Se llama Ana Pastor Julián, no es gallega aunque lo parece y desde ayer ejerce como presidenta del Congreso de los Diputados.
Para lo bueno y lo malo, Pastor representa la quintaesencia marianista. Un molde en femenino de los rasgos de Rajoy, una prolongación de su idiosincrasia. Con frecuencia incluso se expresa del mismo modo que él, con similar tono, con exacta inflexión, con idénticas palabras. Hablan igual porque piensan y sienten igual, porque comparten una semejante filosofía de la política y de la vida: opaca, pragmática, austera, alérgica a la estridencia, presidida por un culto casi sagrado a la eficacia.
Más que moderados son prudentes, reservados, circunspectos: la antítesis de la política-espectáculo. Ambos tienen un sentido reverencial del Estado fruto de su análoga mentalidad de funcionarios. Sonríen lo justo y se entienden desde una visión común del mundo regida por las pautas rutinarias y convencionales –el célebre «sentido común»– de una cierta burguesía provinciana.
Rajoy la ha designado porque no puede desdoblarse para presidir la Cámara. Será su longa manus en una legislatura muy complicada. Fanática del rigor, operativa, enérgica y rápida, muy rápida: quizá sea ésa la principal diferencia visible con su parsimonioso mentor, acostumbrado a agotar los tiempos más que a manejarlos. De formas dialogantes, aunque muy acostumbrada a mandar, Pastor atesora además una cualidad imprescindible en una época de fundados recelos antipolíticos: lleva dos décadas en la vida pública y nadie ha podido encontrar en su hoja de servicios una mácula. Dentro de la órbita más próxima al presidente, es la figura menos expuesta, la menos quemada.
Pastor estaba llamada al ascenso, por eficiencia y por fidelidad. Da perfil idóneo para vicepresidenta –discreción, diligencia y atosigante capacidad de trabajo– y su nombre circulaba incluso como tapado en las quinielas sucesorias. Pero el posmarianismo puede esperar y el marianismo aún necesita arrancar de sus leales las últimas energías de supervivencia.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 20/07/16