- En España urge una alternancia en el poder por saneamiento democrático. Urge, además, porque si continúa él nuestro futuro no es que vaya a ser incierto, será negro
A Sánchez, esa persona que perdió las elecciones y ocupa la Moncloa, no le mueve el interés general ni el bien común. Él pertenece a una estirpe de inmaduros narcisistas que rondan todos más o menos su edad. Conozco algún otro que se dedica a actividades distintas, pero está cortado por un patrón semejante. No distingue entre el bien y el mal, ni entra la verdad y la mentira. Eso es lo que los hace peligrosos para su prójimo, pero también ahí reside su vulnerabilidad. Es cierto que esa audacia que los acompaña les hace en ocasiones sorprendentes, ya que abusan de la buena voluntad y la educación del contrario. A su sombra se unen personajes como Bolaños, Óscar Puente o su tocayo López, y, por supuesto, María Jesús Montero, la lengua de los puertos. Apenas ocuparán un lugar diminuto en un rincón oscuro y tenebroso de la historia. Hasta que eso llegue, aquí estamos padeciéndolos.
La inmensa mayoría de la sociedad española se pregunta hasta cuándo van a estar en esa ocupación insana del poder. Motivos para irse hay más que suficientes. En cualquier país de Europa nos dan lecciones a diario de calidad democrática, mientras nosotros descendemos mes a mes en los observatorios internacionales. Nos parecemos más a la Venezuela de Maduro que al Portugal de Montenegro. En el país vecino nos dan sopas con ondas. Poseen una superioridad moral evidente frente a la prosaica decadencia que ahora mismo nos circunda.
Sánchez dice que no convocará elecciones hasta que se cumpla el plazo legal en 2027. Le quedan todavía veintiún meses. Sin embargo, después de insistir en que no convocaría hasta entonces, he llegado a la conclusión de que sí va a adelantar la llamada a urnas generales. Cree que el PP se desinfla y el crecimiento de Vox le viene bien a él para movilizar a la izquierda. Con ello, además, pretende comerle los votos a Sumar y a Podemos, a Yolanda Díaz y a Pablo Iglesias. Ambos corren el riesgo de desaparecer, ya que se han empeñado en atacar a la derecha, cuando su verdadero enemigo es Sánchez.
Los presupuestos generales no van a salir adelante y él se frota las manos con ello. Se va a presentar ante la gran parroquia izquierdista como el único capaz de frenar a la ola conservadora que ya vuela por toda Europa y la mejor demostración va a ser el no lograr sacar adelante los presupuestos. Más o menos puede decir que: «Yo quería aprobarlos, pero no me ayudan ni la extrema izquierda ni los independentistas, solo yo tengo sentido de Estado y capacidad de gobierno». Mentira, claro está, como todo lo que sale por su boca.
En España urge una alternancia en el poder por saneamiento democrático. Urge, además, porque si continúa él nuestro futuro no es que vaya a ser incierto, será negro.
¡Qué ingenuos fueron los políticos de la Transición y los padres de la Constitución, creyeron que nadie se atrevería a gobernar sin presupuesto! También creyeron en la lealtad de los nacionalistas. Arzallus terminó comprendiendo y justificando a ETA y Pujol organizando una familia de delincuentes. Ahora pagamos todos esos errores, pero tenía que aparecer un perfil como el Sánchez para que nos diésemos cuenta de cuan frágil es la democracia.