ABC-IGNACIO CAMACHO
El pronóstico del CIS es verosímil, pero busca un efecto de arrastre para inducir el desenlace que sueña Sánchez
SI la macroencuesta del CIS se la hubiese inventado Iván Redondo en su despacho de La Moncloa, ajustando los datos a ojo de buen cubero, el resultado habría sido el mismo. Porque es exactamente el que conviene a sus intereses. Una victoria del PSOE, clara pero no lo bastante contundente para desmotivar a su electorado; un PP descalabrado, demediado, empequeñecido como una cabeza jíbara; una irrupción potente de Vox que mantenga vivo el fantasma de la ultraderecha y un abanico de posibilidades de pacto en el que Sánchez pueda elegir entre Podemos y Ciudadanos sin necesidad de recurrir a los separatistas catalanes. El cálculo soñado, el desenlace perfecto. Verosímil, sí, de hecho coincide en los grandes parámetros con la mayoría de los sondeos privados; pero tan científico como una cábala de café o un diagnóstico de curandero. Esas horquillas de quince escaños o ese treionta y ocho por ciento de voto no declarado convierten el esfuerzo de dieciséis mil entrevistas en un absurdo despilfarro. Puede acertar, claro, con parecida base de fiabilidad que la del taxista o el frutero del barrio.
Tezanos ha perdido la credibilidad –y se la ha arrebatado a una institución tan seria– porque en estos nueve meses no ha dedicado su trabajo a recoger la opinión de los ciudadanos sino a orientarla, a inducirla en favor de quien lo ha puesto en el cargo. No hace sociología sino política. Peor: coloca la sociología al servicio del partidismo político, transformando una ciencia en una herramienta sectaria. Sus oleadas, tradicional fuente del resto de los estudios demoscópicos, tratan de provocar un efecto de arrastre. Primero creó una atmósfera de sobredimensionada hegemonía socialista proyectando los datos brutos de intención de voto para consolidar su marco de ventaja; ahora corrige o contradice su propio modus
operandi e introduce la estimación ponderada con el fin de modular la euforia y evitar la abstención de los simpatizantes de izquierda. Justo el objetivo de la campaña del presidente. Igual que la desmembración del voto útil del centro-derecha. Una fotografía de encargo, un retrato a medida. El montaje del director de la película.
La demoscopia no es una conjetura, ni una corazonada, ni una especulación, ni una brujería, ni una adivinanza. Es un método de conocimiento y de análisis, en el que el factor que determina si una encuesta está bien o mal hecha no es su puntería en el vaticinio sino la correcta aplicación de las reglas técnicas. El CIS de Tezanos, es decir, de Sánchez, las retuerce y las transforma en piezas de un artefacto de propaganda a su mayor conveniencia. Por eso está bajo sospecha. Porque ha roto un compromiso ético de neutralidad, no porque sus predicciones sean más o menos certeras.
Que esta vez pueden serlo. Y en ese caso se adjudicará el dudoso mérito de haber logrado adaptar la realidad al deseo.