La rebelión según Carelman

SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Quim Torra, es un ejemplo acabado de esquizofrenia: saca brillo a Twitter publicando fotos del chavalerío insurrecto en sus gestas heroicas, cortando carreteras, tomando El Prat, etc., dando las gracias a los que se movilizan contra la injusticia de los condenados a sus golpistas (él los llama presos polítics), retuiteando llamamientos a la gresca: «Ara és hora del poder de la gent, els presoners seran lliures quan Catalunya sigui lliure». Al mismo tiempo llama a los Mossos y los envía a saltarle un ojo de un pelotazo a un manifestante, a romperle un huevo a otro y a dejar 131 heridos en sus cargas, 40 de ellos policías. El saldo de los detenidos se reduce a uno. Del bando manifestante, ojo, aunque no se puede descartar que la cuenta aumente entre las filas de los Mossos, porque Torra ha dado órdenes al Departamento de Interior de investigar a sus policías en las cargas contra los manifestantes de Barcelona.

Las cosas no acaban aquí, a primera hora de ayer, Torra encabezaba la tropilla que se presentó en Montjüic para conmemorar el 79 aniversario del fusilamiento de Companys, el golpista del 6 de octubre del 34, que sólo pudo aguantar su proclamación de Estat Català 10 horas, antes de rendirse al general Batet i Mestre. Ocho meses después, el Tribunal de Garantías Constitucionales lo condenó a 30 años de reclusión mayor por un delito de rebelión militar. El golpista fue excarcelado y repuesto en su cargo por el Frente Popular. Tras la Guerra Civil, fue detenido por la Gestapo en su exilio francés de La Baule-les-pins y entregado a Franco, que lo sometió a consejo de guerra el 14 de octubre del 40 y lo hizo fusilar al día siguiente. El sanchismo celebró un Consejo de Ministros en Barcelona, (21/12/18) en el que condenó aquel juicio para recuperar la dignidad de Companys.

Vayamos por partes: «Un bel morir tutta una vita onora», dijo Petrarca y esto vale para el reo Companys aquel 15 de octubre, en que tuvo el bravo gesto de descalzarse para morir pisando tierra catalana. No hay quien se la rescate al golpista del 6 de octubre, ni al gobernante que no impidió los miles de asesinatos cometidos en la Cataluña que gobernó.

Es difícil para un tipo normal, pongamos que hablo de mí mismo, ponerse en el pellejo de gente con más enjundia, un suponer, los miembros del Supremo para saber cuales son las republicanas intenciones de un golpista catalán. ¿Proclamar la República o acojonar un poco para negociar un referéndum? Tampoco entiendo por qué no ha accedido a la petición de la Fiscalía del 50% del cumplimiento de la pena para la progresión de grado y se deja en manos de Torra cuestión tan poco baladí como los beneficios penitenciarios. Quien evita la ocasión evita el peligro.

Esto por razones prácticas. Por las teóricas no comprendo que haya habido violencia pero no la suficiente para el delito de rebelión, porque no era funcional, no bastaba para lograr la secesión, sino para crear un clima que la hiciese más viable. El delito de rebelión, así, sería un imposible lógico, un cachivache de Carelman. Si la violencia fuera funcional, o sea, la suficiente, no sería rebelión, sino revolución, porque estaría condenada a triunfar.