CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO, EL MUNDO 08/09/13
· Conscientemente, Artur Mas ha enfriado la celebración de la Diada de este año con el jarro de agua fría de la suspensión de la consulta soberanista si el Gobierno no le da su visto bueno.
¿Responde ese anuncio a un replanteamiento estratégico de su política o es un regate en corto con fines tácticos?
Aunque Mas es capaz de desmentirse a sí mismo en 24 horas, en esta ocasión la rectificación en ese elemento esencial de su programa político tiene un objetivo claro y está condicionada por causas objetivas.
La más obvia es que, por la deriva de la agitación independentista estaba llenando las alforjas de ERC de votos provenientes de CiU. Las encuestas internas de la coalición nacionalista confirman que, en estos momentos, los republicanos de izquierdas serían la formación más votada en Cataluña, configurando un mapa electoral insólito.
Si echamos la vista un año atrás podemos comprobar varios errores de planteamiento que incluso los más acérrimos defensores del presidente de la Generalitat ahora reconocen en privado.
Mas fue arrastrado por ERC, tras la manifestación en Barcelona del 11-9-12, al compromiso de convocar un referéndum independentista.
Mas no sólo aceptó como suyo el programa de ERC, sino que adelantó las elecciones para capitalizar la euforia generada por la marcha de Barcelona, cosechando un revés electoral histórico que hizo caer a CiU 12 escaños y situó a su coalición en una posición de sumisión frente a los republicanos.
Para lograr su respaldo, aunque sin participar en el Gobierno, Mas se comprometió con Junqueras a convocar el referéndum en 2014, año en el que se conmemora el tercer centenario de la derrota de los defensores del archiduque Carlos y la entrada en Barcelona de las tropas de Felipe V.
Mas no puede traicionar su promesa y, por ello, ha apoyado la cadena humana con la que se reclamará la independencia el próximo día 11. Sin embargo, él no formará parte de la misma y ha querido hacer público, antes de la Diada, su cambio de rumbo para modular el suflé independentista.
Otro elemento fundamental que explica ese movimiento es la decisión de Unió de romper la coalición si Mas da el paso de convocar la consulta en contra de la legalidad.
El líder de los democristianos, Josep Antoni Duran Lleida, así se lo hizo saber a Mas en una reunión celebrada el domingo de la semana pasada. En ese encuentro, Mas aceptó que no se puede convocar una consulta al margen del Estado, porque carecería de toda credibilidad, y le informó de su decisión de plantear unas «elecciones plebiscitarias» en 2016 como sucedáneo del referéndum.
Tres días antes se había celebrado el encuentro en Moncloa que tanto morbo ha despertado. En la reunión, Mas planteó dos cosas al presidente: un pacto para celebrar un referéndum legal y más margen para el cumplimiento del déficit. Rajoy contestó como en él es habitual: «Ya veremos».
La propuesta de «elecciones plebiscitarias» tiene un sentido electoral. Mas piensa que de aquí a dentro de tres años la crisis se habrá superado, ya no habrá recortes e incluso podrá exhibir crecimiento y creación de empleo. Es decir, podrá vender a los catalanes gestión y Estado de Bienestar, además de ensoñaciones soberanistas.
También cree Mas que el PP no repetirá la mayoría absoluta en las elecciones de 2015 y, por lo tanto, tendrá más margen de maniobra para lograr compensaciones económicas y políticas.
En definitiva, Mas gana tiempo, le quita el control de ese factor fundamental a ERC y abre la puerta a pactar con el Gobierno un referéndum.
Aunque Junqueras ha puesto el grito en el cielo por la aparente bajada de pantalones de Mas, se ha cuidado mucho de declararle la guerra. A ERC le puede venir bien una etapa de victimismo. Pero, sobre todo, Junqueras sabe que el proyecto independentista sólo será realizable si está encabezado por Mas. La ruptura le da tanto vértigo a él, como al propio Mas la separación de Unió.
¿Ha tenido que ver algo el Gobierno en el giro de Mas? ¿El anuncio ha sido fruto de un acuerdo sellado en la entrevista secreta que mantuvo el presidente catalán con Mariano Rajoy el pasado 29 de agosto?
Según fuentes del entorno nacionalista, Mas ya tenía decidido dar ese paso atrás antes de la cita con Rajoy. Incluso se lo había avanzado a un círculo reducido de empresarios y financieros catalanes.
Pero es evidente que Mas ha hecho de la necesidad virtud y querrá sacarle algún tipo de rédito a ese giro que, todo hay que decirlo, ha gustado mucho en el Gobierno.
Un matiz importante a tener en cuenta. Mas no ha renunciado al referéndum independentista. Ni tampoco ha hecho ese movimiento táctico porque pretenda que el Gobierno sea más flexible con el déficit o decida más inversiones en infraestructuras en Cataluña. No. Lo hace porque le interesa electoralmente y porque ve en riesgo la continuidad de la coalición con Unió si sigue adelante con su aventura de convocar un referéndum «sí o sí».
Ahora bien, eso no significa que Mas, muy preocupado por el desgaste de su Gobierno por culpa de los recortes, no pretenda crear un nuevo escenario de diálogo con Madrid que le permita aflojar la soga del ajuste.
Seguro que Rajoy le va a dar un margen, aunque sea a costa de cabrear un poco a los presidentes autonómicos del PP. El presidente del Gobierno sabe que si resuelve el problema catalán (aunque sea de momento) y consolida la salida de la crisis, tiene garantizado el éxito del PP en 2015. Ahora bien, ¿eso llevará a Rajoy a aceptar una consulta? Esa posibilidad está abierta. Al menos, eso piensa Mas.
¿Durará hasta 2016 el idilio de CiU y ERC? Es probable. A pesar de las pataletas ocasionales, el pacto por la independencia es muy sólido. Tanto, que el equipo de Homs está negociando con líderes de ERC la posibilidad de presentar una candidatura conjunta en las elecciones europeas.
Por tanto, la decisión de Mas no implica renunciar a su objetivo, sino un cambio de ritmo para afrontarlo con garantías de éxito.
CASIMIRO GARCÍA-ABADILLO, EL MUNDO 08/09/13