A tenor del resultado de los procesos orgánicos acometidos por los dos principales partidos vascos esta semana, se diría que todo seguirá prácticamente igual tanto en el PNV como en EH Bildu.
La retirada de Andoni Ortuzar el pasado jueves para dejar el camino expedito hacia la Presidencia del PNV a Aitor Esteban no pasa de un cambio de rostro, que no entraña ni renovación generacional ni vuelco ideológico o táctico. Y en su congreso de esté sábado, Arnaldo Otegi ha sido aclamado para seguir al frente de Bildu, esta vez como secretario general, y sin apenas modificaciones en la ejecutiva.
Pero aun sin introducir grandes cambios, estas dos renovaciones sí ahondan en algunas tendencias susceptibles de transformar el futuro del País Vasco.
Por un lado, el ascenso de Aitor Esteban constituye una ratificación de la apuesta estratégica del PNV en los últimos años: integrarse dentro de la constelación de alianzas del PSOE. El hasta ahora portavoz de los nacionalistas en el Congreso de los Diputados ha sido la cara visible del alejamiento del PNV del PP, inaugurado con la traición a Rajoy en la moción de censura y cuajado en el agrio contencioso sostenido con el equipo de Feijóo a cuenta del asunto del palacete de París.
La toma del partido por Esteban implica así que el PNV ahondará en la iquierdización que ha marcado la era Ortuzar. Lo que permite postular que el divorcio entre el PP y los jeltzales se hará definitivo, obligando a Feijóo a renunciar a la vía del entendimiento con las derechas nacionalistas que ha tanteado en ocasiones, y a apoyarse de algún modo en Vox.
Lo que cabe esperar del reinado de Esteban es la pura continuidad de la metodología de la derecha vasca, consistente en negociar con el Gobierno central generosas prebendas para el País Vasco.
Pero este dontancredismo amenaza con socavar la posición del PNV frente a su mayor rival, Bildu, que este sábado ha solemnizado su proyecto de hacerse con el grueso del poder local y foral en los próximas elecciones municipales y asaltar la lehendakaritza en 2028.
El desgarro interno que ha precipitado el reemplazo de Ortuzar por Esteban será sin duda explotado igualmente por los abertzales, que empataron en escaños en las autonómicas del pasado año y se quedaron a sólo 29.000 votos del PNV.
Que el escenario elegido para el congreso de Bildu haya sido Pamplona (ciudad insignia para el nacionalismo vasco cuya alcaldía recuperaron los abertzales en 2023, gracias a la moción de censura apoyada por el PSOE) envía también un mensaje nítido sobre el cambio de rasante que se está cuajando en la política vasca.
La nueva «estrategia nacional» delineada por Otegi, que realza el perfil soberanista de la izquierda independentista vasca frente al posibilismo de la derecha nacionalista, activa el plan de los albaceas de ETA para consumar el sorpasso a su rival.
De momento, esta prospectiva abertzale se ha sustentado en la política del sirimiri de Otegi, que ha logrado ensanchar año tras año la base social de su partido. La esclerosis clientelar del PNV, cuyo electorado ya está migrando en parte hacia su principal adversario, amenaza con terminar de decantar hacia Bildu la hegemonía en la gobernanza vasca.