El cambio legal permitirá que los crímenes se juzguen con independencia del tiempo transcurrido. Ramona Garrido, viuda de José María Félix Latiegui, dice que ha llorado en sus 69 años todo lo que tenía que llorar. Sin embargo no renuncia a que el presunto etarra que asesinó a su marido, en 1981, a la salida de la fábrica acabe sentándose en el banquillo.
El Código Penal español recogerá próximamente una de las reivindicaciones históricas de los movimientos cívicos de víctimas: la imprescriptibilidad de los delitos de terrorismo con resultado de muerte. Y lo hará «por consenso», según pronostica José Manuel Rodríguez Uribes, director general de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo. Eso sí, la reforma que ha iniciado ya su tramitación en las Cortes afectará a futuros sumarios pero no a los que quedan pendientes del pasado; o lo que es lo mismo, no tendrá efecto retroactivo. «Será el Código Penal más duro de Europa», dice Rodríguez Uribes.
Es complicado hablar de fechas, de cuándo la reforma será un hecho. Podría ser que este mismo periodo de sesiones. El proyecto llevar tres meses discutiéndose en el Congreso de los Diputados, una vez superados todos los trámites previos. Ha pasado por el Consejo de Ministros y el Consejo Fiscal ha elaborado su informe, lo mismo que el CGPJ. Es la primera vez que un gobierno decide avanzar en este terreno. La reforma es una cuestión estrictamente penal vinculada a la idea de imprescriptibilidad; es decir, que los atentados terroristas más graves, los que acaban en asesinato, puedan ser juzgados con independencia del tiempo que haya transcurrido desde la comisión del delito.
Pero aunque la iniciativa se encuadra en un terreno penal, desvinculado de otros ámbitos como el reconocimiento de la memoria de las víctimas, su aplicación sí permitiría responder a una exigencia de los damnificados y contribuiría a saldar la deuda del olvido. «No hay ninguna razón para que una cuestión en la que estamos de acuerdo no salga adelante. Se ha hecho de forma concienzuda. Es un paso adelante», subraya Rodríguez Uribes. Las asociaciones de víctimas intentarán, no obstante, ir más allá y que el Tribunal Penal Internacional asuma los delitos de terrorismo bajo su jurisdicción. Su complicada pretensión es que los asesinatos terroristas reciban el mismo tratamiento que los delitos de lesa humanidad, con lo que podrían perseguirse con carácter retroactivo.
Ramona Garrido, viuda de José María Félix Latiegui, asesinado por ETA en 1981
«He pasado 29 años diciendo que mi marido había muerto de accidente»
Ramona Garrido dice que ha llorado en sus 69 años todo lo que tenía que llorar. Sin embargo no renuncia a que el presunto etarra que asesinó a su marido, en 1981, a la salida de la fábrica en la que trabajaba acabe sentándose en el banquillo. Esta donostiarra y los dos hijos que dejó José María Félix Latiegui viven el drama de no haber podido hacer justicia a pesar de la dura y larga batalla legal que han vivido tanto en Francia como en España.
– Ramona Garrido dejó de ser una persona anónima, el pasado jueves, al ser expulsada de la Audiencia Nacional por el juez Gómez Bermúdez tras mostrar una foto en la que se pedía «justicia» para su marido. ¿Por qué después de tanto tiempo?
– Simplemente soy una de tantas viudas en España que reclamamos que los asesinos de nuestros maridos sean juzgados. No pedimos otra cosa que justicia. Nunca renunciaré a que el asesino de mi marido, Zurutuza, acabe sentado en el banquillo. Lo hacemos ahora porque pensamos que hay a quien no le interesa que el criminal sea juzgado en este momento.
– ¿Podría explicarse?
– No entendemos por qué después de los años que nos ha costado traer a Zurutuza desde Francia a España volvamos a estar en un punto en el que ya estábamos hace tres años. Hemos luchado seis años para traerlo desde Francia y ahora, para nuestra sorpresa, nos dicen que ya ha prescrito. La realidad es que si hubiera estado prescrito en España el asesino de mi marido, no habría podido cruzar la frontera. Las preguntas que nos rondan en la cabeza son interminables. ¿Cómo es posible que hace tres años cuando vino a Madrid, donde tanto mi hija y yo le vimos en la Audiencia Nacional, no hubiera prescrito su crimen y ahora sí? ¿Qué hay para que no se le haya juzgado en estos tres últimos años? ¿Hay intereses ocultos?
– ¿A qué se refiere?
– Creo que el Gobierno sigue negociando con ETA, como es su obligación. Puede ser que al Gobierno le interese juzgar a Zurutuza como autor sólo de dos asesinatos y no de tres. Quizás no le interesa juzgarle para que las conversaciones se produzcan sin tantas interferencias. ¿Otro motivo? Gómez Bermúdez puede estar dirigido.
– Son acusaciones duras.
– No puedo decir otra cosa. El Gobierno nos ha ninguneado estos seis últimos años. Nos ha dicho que había prescrito y no era así. No hay quien entienda la contradicción de la justicia española no mostrándose coherente con lo que había defendido.
– ¿Y lo de Gómez Bermúdez?
– Quiero saber por qué nos han tratado como si fuéramos una porquería. Nos han tratado mal, nos han dado golpecitos en la espalda, ignorándonos, mareándonos de un sitio a otro. Nos dicen que nos tenemos que conformar, que ya está siendo juzgado por otra cosa. A mí no me consuela que estén juzgando a Zurutuza como asesino de Enrique Cuesta, aunque quiero que su familia gane el juicio sin ningún tipo de duda. Yo quiero que se le juzgue a Zurutuza por el asesinato de Félix Latiegui.
– Decía antes que usted y su hija vieron al asesino de su marido. ¿Qué sintieron en ese momento?
– Mi hija y yo ni respiramos, sólo le miramos. Él nos miró desde lejos y bajó los ojos.
– ¿Tiene alguna explicación de por qué lo mataron?
– Me lo pregunto todas las noches. Sé que no quiso pagar pero nada más. Era un trabajador nato. Entró en Pamplona con siete obreros y dejó 350. Lo contrataron para levantar Moulinex porque se estaba hundiendo. En la puerta de la fábrica en Usurbil lo asesinaron.
– Supongo que recordará los otros dos asesinatos que ETA perpetró se produjeron ese mismo 14 de abril de 1981.
– Por supuesto, uno en Basauri y otro más en San Sebastián. Traté de ponerme en contacto con la mujer de uno de los militares, pero no lo conseguí. Eran años difíciles. Aquel año 1981 fue horrible, con más de treinta muertes.
Recurso de casación
– ¿Por qué no se ha llegado a celebrar ese juicio por el que tanto han luchado?
– Se realizó una vista en la que estaba el juez Gómez Bermúdez y dos mujeres jueces. Ellas decían que el asesinato había prescrito; él decía que no. ¿Las razones? Las desconozco. Nadie me las ha dicho.
– ¿Entonces?
– El juez Gómez Bermúdez, que es quien tiene la última palabra, dijo que se había interrumpido el proceso cuatro veces y que por tanto no había prescrito. Pero hubo que aceptar la mayoría y acatar la decisión de que había prescrito.
– ¿A qué atribuye esa diferencia de criterio?
– Creo que las dos juezas ni se molestaron en leer el sumario. Desconocían que luché para que lo trajeran desde Francia porque no había prescrito. Son muchas las preguntas que quedan en el aire. ¿Alguien les mandó que tenía que ser así? Es algo que nunca podré conocer. Me gustaría saber qué ha pasado en estos tres años y por qué el juez Gómez Bermúdez, el pasado 24 de noviembre, nos dijo que no teníamos ninguna posibilidad de ganar porque estaba prescrito. Mi irritación y desasosiego vienen desde entonces. ¿Por qué antes no y ahora sí? Nadie me ha dado ninguna explicación sobre el tema. Todavía la estoy esperando.
– Sin embargo, usted no cejó en su empeño.
– El fiscal de la Audiencia Nacional Fernando Burgos me dijo que había otro camino diferente en el que no tendría que pagar las costas. Porque tengo claro que a ETA yo no le voy dar un duro. No voy a empeñar mi casa para pagarle el juicio contra ETA. Tendría narices. No quiso pagar mi marido como para hacerlo yo. Él se levantaría de la tumba. Pasó el tiempo y al no tener noticia alguna, el 10 de este mes, la víspera del juicio contra Zurutuza por el asesinato de Cuesta opté por citarme con el fiscal.
– ¿Y cuál fue su respuesta?
– Me dijo que no sabía nada, que no sabía de qué le estaba hablando. Salí enferma. Mi tensión estaba por las nubes. Pasaba de veinte. Fue al día siguiente cuando me planté en la Audiencia Nacional. Me habían tomado el pelo. No había recurso de casación ni nada por el estilo. Es cuando tomé la determinación de plantarme en la Audiencia Nacional con mi hija, mi yerno y unas amigas. Días después me entero de que sí ha presentado el recurso de casación, que lo hizo en noviembre.
– Aún parece muy sorprendida.
– Imagine usted como salí yo de su despacho. Si a mí el pasado día 10 me dice que esté tranquila, que las cosas llevan su tiempo y que el recurso de casación está puesto, yo no me plantó en la Audiencia Nacional pidiendo justicia. Ahora estoy a la espera (Ramona Garrido se encoge de hombros, con gesto de resignación).
– ¿Cuándo empezó a creer en la posibilidad de que el asesino de su marido llegara a sentarse en el banquillo?
– Cuando hace seis años recibí la noticia desde la Audiencia, contándome que habían encontrado a uno de los asesinos de mi marido. Estaba pegándose la gran vida en Hendaya, a veinte kilómetros de mi casa. Me movilicé. Me entrevisté en Francia con Sarkozy, Villepin… Había que lograr traer a Zurutuza a España. Y lo conseguimos hace seis años, ayudados por el Gobierno socialista de entonces.
– Entiendo que habrá más viudas que se encuentren con una situación similar a la suya.
– Gómez Bermúdez me puso por ejemplo, en la conversación del 24 de noviembre, de las víctimas que no tenían más que la defunción de su marido y que no se había investigado porque no interesaba en aquel momento. En nuestro caso nos llegó a asegurar que no interesó en su día investigar más sobre el asesinato de mi marido. Hablamos de la década de los ochenta cuando había intentos de diálogo con ETA. Eso hizo que a muchos de nosotros se nos relegara. Y como yo muchas mujeres. Hay cantidad de viudas que no saben quién ha asesinado a sus maridos. Yo fui al cuartel de Intxaurrondo. Allí pude ver las fotografías de los tres asesinos de mi marido. Hay otras personas que no se han atrevido a hacerlo, pero nunca he renunciado a que el asesino de mi marido acabe sentándose en el banquillo y sea encarcelado por lo que hizo. Mi marido no se pegó él solo un tiro. Hay, insisto, otras mujeres que no tienen nada más que el acta de defunción. Ha habido dejación institucional. Los asesinos deben cumplir sus condenas.
– ¿Qué ha sentido estos años cada vez que ETA ha vuelto a matar?
– Rabia, coraje y odio. No puedo remediarlo. Lo de pena y perdón lo decía el obispo Setién, pero yo siento odio.
– Sin embargo, ha optado por quedarse en San Sebastián.
– Para demostrar a mis hijos que no todos los vascos son iguales. Aquí están sus raíces. No me da la gana irme a vivir fuera. En San Sebastián está enterrado mi marido, los aitonas… ¿Por qué me van a echar de mi sitio? Eso sí, he tenido que pasar 29 años diciendo que mi marido había muerto de accidente de coche. Es durísimo. No se puede contar.
EL DIARIO VASCO, 17/2/2010