Santiago González, EL MUNDO, 25/7/12
Parece que el ministro de Justicia va a darle un meneo a la Ley del Aborto de 2010 y la noticia mueve a cierta confusión. ¿Es posible que el ministro más progre de un Gobierno conservador sea al mismo tiempo un reaccionario que pretende elaborar una nueva Ley del Aborto que retrotraiga el asunto hasta su estado anterior a 1985?
La Ley del 85 era manifiestamente mejorable. De los tres supuestos que contemplaba, el tercero había llegado a convertirse en un coladero para que mujeres europeas en cuyos países tenían una ley de plazos viniean a acogerse al tercer supuesto con siete meses de embarazo y un certificado amigo. De la Ley Pajín, era razonable su carácter de ley de plazos. No lo era su proclamación como derecho. Tampoco la idea de una propuesta cómplice del Estado a la adolescente cuando menos chocante: no se lo diremos a papá, era el mensaje, y constituía un modelo de la elasticidad socialdemócrata al convertir a las adolescentes potencialmente usuarias en «mujeres de 16 años».
El PP va a derogar la Ley y la va a sustituir por otra en la que los tres supuestos de la Ley de 1985 van a quedar, según parece, refundidos en uno, precisamente el tercero: el daño psicológico que determinados embarazos pueden producir en la gestante si la preñez llega a su fin. Ya no habrá abortos por violación o malformación del feto. Habrá un control médico que determine si un embarazo correspondiente a estos dos supuestos citados supone un peligro para la salud psíquica de la mujer. O sea, no se trata de que ésta pueda abortar porque no quiera parir un monstruito ni tener un hijo que le recuerde a cada instante una agresión brutal. A ver quién es ella para mantener una posición sobre asuntos tan delicados. En el caso de malformaciones del feto, donde antes había una prueba científica, la amniocentesis, por ejemplo, ahora debe ser completada por un dictamen médico sobre cómo afecta el asunto al equilibrio mental de la interesada. No se había visto razonamiento así desde que en La vida de Brian, Stan/Loretta exponía su deseo de ser madre, lo que era defendido calurosamente por la camarada Judith: no puede parir porque no tiene matriz, lo que no es culpa de nadie, ni siquiera de los romanos, pero sí puede tener derecho a parir y es nuestra obligación reivindicar ese derecho.
Es lo que hay. Una interpretación posible es que el PP esté queriendo pagar al PSOE con la misma estrategia: el zapaterismo había hecho un arte de la provocación a la Iglesia y a los votantes más confesionales para soslayar los asuntos más enjundiosos, invocando un debate social inexistente. Si la Ley Gallardón discurre por donde parece, se habrá perdido la ocasión de corregir los excesos de la vigente. La Ley de los tres supuestos aguantó dos legislaturas del PP sin que Aznar modificara ni una coma. Vamos a pasar de quitar la tutela de los padres sobre las adolescentes en un asunto en que las chicas necesitarían el apoyo psicológico de su familia –especialmente de su madre–, a imponer la tutela de un médico a mujeres adultas. Como decía el gran Irigoyen, «entre Sodoma y Pamplona hay un justo término medio, que es París».
Santiago González, EL MUNDO, 25/7/12