Juan Ramón Rallo-El Confidencial
- Es buena noticia que Podemos haya terminado abrazando la reforma laboral del PP que había prometido derogar en su integridad
La reforma laboral ha salido adelante sin gran parte del bloque de investidura pero sin romper la investidura. Lo ha hecho además por carambola en el tiempo de descuento. De la izquierda, solo Más País y Compromís se pasaron al SÍ, mientras que de ‘la derecha’ lo hicieron Ciudadanos, parte de UPN y un providencialmente despistado diputado del PP. Así se ha salvado (a falta de que se aclare todo el lío de las votaciones) un proyecto que ha estado a punto de embarrancar porque los socios tradicionales del Gobierno se han posicionado mayoritariamente en contra: ni ERC, ni PNV, ni Bildu, ni la CUP ni BNG han pasado por el aro de la convalidación de este decreto-ley. Pero ¿por qué se han opuesto? ¿Por qué han intentado derribarlo?
Una primera interpretación sería que la reforma les gusta, pero que querían infligir un castigo parlamentario al Gobierno por cuestiones ajenas al propio texto legislativo. Semejante hipótesis debe descartarse: no solo porque sus declaraciones no han ido orientadas en esa dirección, sino sobre todo porque tanto PNV como ERC se han apresurado a aclarar que esta votación no va a sentar un precedente y que el resto de legislatura no corre peligro.
Por consiguiente, la segunda interpretación parece más probable: que los socios tradicionales de Sánchez y Díaz hayan votado en contra porque discrepaban del contenido de esa reforma laboral. Por un lado, el PNV se oponía a ella por motivos estrictamente nacionalistas (aunque en este caso no insensatos, puesto que reclamaban una mayor descentralización en el ámbito de los convenios), mientras que el resto de la bancada de izquierdas se oponía a ella porque, en efecto, ha sido una (feliz) estafa a los votantes de PSOE y Podemos.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, proclamó desde la tribuna del Congreso que la votación de ayer trataba de dilucidar si los grupos políticos “confirman para siempre la reforma laboral del PP. Si esa reforma agresiva recibe una vez más su aval o si dejamos atrás el modelo de precariedad, bajos salarios, subcontratación pirata y prejuicio antisindical de la derecha”. En realidad, y como bien sabían los partidos de izquierdas del arco parlamentario, la votación de ayer no trataba de si se derogaba o no la reforma laboral del PP, sino de si se consolidaba o no. Y es que, recordémoslo, el decreto-ley del Gobierno PSOE-Podemos consolida la mayoría de elementos centrales de la reforma laboral del PP:
- Reducción del coste del despido improcedente desde 45 días por año trabajado con un límite máximo de 42 mensualidades a 33 días por año trabajado con un máximo de 24 mensualidades.
- Ampliación y flexibilización de las causas de despido objetivo (20 días por año trabajado con un límite máximo de 12 mensualidades).
- Expedientes de regulación de empleo sin necesidad de aprobación administrativa.
- Prevalencia del convenio de empresa sobre el convenio sectorial (salvo en el caso de las tablas salariales).
- Habilitación del descuelgue del convenio colectivo por razones económicas, técnicas, organizativas o de producción.
- Introducción del artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, el cual posibilita la modificación sustancial de las condiciones laborales (incluyendo el salario, la jornada o las funciones del trabajador) siempre que concurran circunstancias que mermen la competitividad o la productividad de la empresa.
Justamente por eso, los partidos de la izquierda han votado en contra y justamente por eso es una buena noticia que haya salido adelante con el voto no solo del PSOE sino, sobre todo, de Unidas Podemos. He ahí la gran incógnita que abre la votación de ayer: hasta qué punto el PSOE —los mullidos sillones ministeriales— está consiguiendo arrastrar a Podemos hacia posiciones menos anticapitalistas —de izquierda radical, pero sin aspirar a una tabla rasa institucional— o si, en cambio, estamos ante una mera excepción motivada por las circunstancias extraordinarias del momento (como ya explicamos hace año y medio, la condicionalidad de los fondos europeos hacía imposible derogar la reforma laboral, de modo que a Díaz solo le ha quedado hacer de la necesidad virtud). Sea como fuere, es buena noticia que Podemos haya terminado abrazando la reforma laboral del PP que había prometido derogar en su integridad.