Con los datos que teníamos, sólo un ignorante podía minusvalorar la posibilidad de la autoría etarra del 11-M. Todos nos equivocamos. No sólo porque los antecedentes, las estrategias y objetivos de dos terrorismos se cruzaron repentinamente. Además, todos participamos de un error generalizado en la historia de la lucha contra el terrorismo: la constante subestimación de su amenaza.
Más allá del horror del crimen, el 11-M ha desencadenado los más perversos efectos. El peor es el de la cobardía y la búsqueda de culpables en el Gobierno anterior. El más irritante, el de esa reinvención del 11-M según la cual todo el mundo menos el Gobierno supo inmediatamente que la autora era Al Qaida. Se tergiversa la historia del atentado, se reinventa la historia misma de la lucha contra ETA y la del terrorismo en general; y con notables posibilidades de éxito, porque un suceso tan traumático como éste facilita la receptividad a todo tipo de manipulaciones e historias absurdas.
Hemos vuelto a comprobarlo en los prolegómenos de las sesiones de la comisión del 11-M. Ya sabemos que uno de los dos argumentos principales del PSOE será el del convencimiento policial casi inmediato de la autoría islamista y el abandono de la pista etarra (el otro es el de la imprevisión). La tesis se sostiene en unas pruebas materiales muy vistosas pero enormemente frágiles. Se trata de informes policiales realizados días y semanas después del atentado, cuando ya estaba confirmada la autoría de Al Qaida, con los que se nos pretende hacer creer que los cuerpos policiales van a reconocer por escrito todas las hipótesis equivocadas una vez conocidas las respuestas correctas; sobre todo cuando esas hipótesis no son del gusto del Gobierno del que dependen ahora.
Pero, además, estas mentes que se han tornado clarividentes a posteriori aprovechan la confusión de esta historia trágica para contarnos que no es verdad que la hipótesis de ETA fuera fundamental para todos los que sabemos algo de terrorismo hasta el mismo día 13 y claramente prioritaria hasta última hora del 11. Es más, hubiera sido estúpido intelectualmente e irresponsable no haberlo sostenido así hasta el 13. Porque con los datos sobre terrorismo que teníamos en España hasta el 11-M, sólo un ignorante podía minusvalorar la posibilidad de la autoría etarra. Todos nos equivocamos, incluidos los que en cuatro días comenzaron a reescribir esta historia. Y lo hicimos no sólo porque los antecedentes, las estrategias y objetivos de dos terrorismos se cruzaron repentinamente en ese trágico momento. Además, todos participamos de un error generalizado en la historia de la lucha contra el terrorismo que es la constante subestimación de su amenaza. En España costó mucho interiorizar a ETA como un problema nacional y, hasta el 11-M, Europa persistió en creer que Al Qaida era un peligro sólo para Estados Unidos. Tampoco el 11-M ha alterado esa tendencia. Hay nuevas amenazas de Al Qaida sobre Europa, o hipótesis sobre otras modalidades de ataque, como los químicos. Pero me temo que estamos tan poco preparados como antes del 11-M. Pasó aquel shock y ni siquiera los que todo lo adivinaron parecen dispuestos a sacarnos de nuestra engañosa tranquilidad y preocupante pasividad.
Edurne Uriarte, ABC, 6/7/2004