Irene González.Vozpópuli
- Una nueva forma de imperialismo de bajo coste y alto impacto surge bajo la gobernanza global
Esta semana hemos conocido finalmente el “acuerdo” comercial entre EE. UU. y la Unión Europea donde ésta se compromete principalmente en cuatro áreas: realizar inversiones en el país estadounidense por valor de 600.000 millones de euros. Comprar una “gran cantidad de material militar” en una equiparación entre Unión Europea y OTAN, que supone la redirección del consumo europeo a las arcas de la industria militar americana. Adquirir 750.000 millones de euros en energía de Estados Unidos, principalmente GNL, por lo que la U.E. tendría que triplicar sus importaciones estadounidenses dejando de lado a otros proveedores, incluso Noruega, tres años después de la voladura del Nordstream II. Y finalmente, eliminar todos los aranceles hasta el 0% de todas las exportaciones americanas a Europa. A cambio de todo ello, Estados Unidos impondrá un 50% de aranceles para el acero y el aluminio y un arancel general del 15% a la Unión Europea. Todos los necios o traidores del continente lo celebran con la falacia “al menos no es el 30%” como había anunciado Trump en su ya clásica estrategia previa de negociación. La realidad es que pasaremos de un arancel medio del 1,45% en 2023 al 15% en 2025, según el centro de estudios Bruegel.
Esto no es un acuerdo comercial, es un Tratado de rendición que fija unas capitulaciones humillantes que constitucionalizan el carácter colonial de Europa al más puro estilo del siglo XIX. Ante esta claudicación no cabe culpar únicamente a la inutilidad de von der Leyen y la debilidad de la Unión Europea. Ninguna de las dos es casual, son el producto de una política planificada de desmantelamiento de las naciones soberanas de Europa en favor de una élite globalista de industrias transnacionales que operan a través de filiales políticas de gobiernos que se dicen democráticos. El antiguo empleado de Black Rock actualmente destinado como Canciller de Alemania, Friedrich Merz, declaró que “dadas las condiciones iniciales existentes, era imposible lograr más”. ¿Por qué? ¿Cuáles son esas condiciones iniciales?
Somos una subcolonia marginal en un imperio succionador. De esto y no de otra cosa va la Unión Europea, absorber el poder de las naciones soberanas para poner al servicio de terceros nuestro porvenir.
La respuesta a esa pregunta la encontramos en la mayor mentira sobre la que se ha construido Europa tras la II Guerra Mundial, la Unión Europea. Lo peor de todas las reacciones que he visto a este tratado colonial es que nadie, absolutamente nadie se ha cuestionado la legitimidad de la Unión Europea y de la marioneta globalista que la preside para firmar un acuerdo comercial que afecta a los intereses de España de forma negativa sin que hayamos podido decir nada. Si con esto queda claro a los ciegos que la UE es una colonia lacaya de intereses de terceros, más aún que España ha sido despojada de toda soberanía básica para ser un país independiente que decide su destino. Somos una subcolonia marginal en un imperio succionador. De esto y no de otra cosa va la Unión Europea, absorber el poder de las naciones soberanas para poner al servicio de terceros nuestro porvenir.
La Unión Europa se ha descubierto como el gran laboratorio globalista. Un proyecto a gran escala de cesión «voluntaria» de la soberanía nacional a una entidad transnacional a través de la zanahoria de fondos económicos repartidos en la época de la abundancia, y de sogas normativas. No se ha podido plantear dudas razonables sobre la pérdida de soberanía de España en favor de una Unión Europea a la que no se podía cuestionar nada debido a la inquisición liberal europeísta. Sus decisiones eran asumidas y celebradas como dogmas emanados de una fuente divina de rectitud tecnocrática por la élite cipaya y el acomplejado pueblo post Transición, que no dudó en vender la nación a cambio de un temporal maná europeo y sin dejar que las siguientes generaciones perjudicadas pudiésemos cuestionar un orden europeo que nos asfixia.
La Unión Europea no es un órgano de coordinación de las políticas de los Estados miembros, sino un órgano de absorción del poder y la legitimidad de los Estados nación, así como de destrucción de las identidades nacionales, base del instinto de supervivencia de una civilización. Los Estados nación no tienen otro destino para la élite globalista europeísta que ser una mera filial, una sucursal de la matriz.
Un organigrama mercantil donde el Estado nación desaparece al carecer de soberanía. Una nueva forma de imperialismo de bajo coste y alto impacto surge bajo la gobernanza global. El éxito de su implantación no podría alcanzarse si tuviese que controlar muchas naciones a la vez, requiere que estas se inmolen en federaciones transnacionales, que a su vez sean controladas por organizaciones de nivel superior, reduciendo el esfuerzo de control a la cabeza de dicha federación.
Si ella que detesta de forma visceral a Donald Trump ha firmado entre sonrisas este acuerdo desequilibrado que expolia a Europa se debe a que no trabaja para los europeos, ni siquiera para Trump, sino para esos lobbies de las industrias que se benefician de este expolio.
Traición, expolio y humillación compendian las características de quienes nos han llevado hasta aquí. La escenografía de la firma del acuerdo no pudo ser ilustrativa del holding empresarial que supone el nuevo imperialismo del siglo XXI. Donald Trump, presidente de la matriz, vino a inaugurar a Escocia un campo de golf perteneciente a una de sus empresas y allí convocó a la delegada de la filial en Europa ürsula von der Leyen. Si ella que detesta de forma visceral a Donald Trump ha firmado entre sonrisas este acuerdo desequilibrado que expolia a Europa se debe a que no trabaja para los europeos, ni siquiera para Trump, sino para esos lobbies de las industrias que se benefician de este expolio. La realidad de la democracia liberal, de la Unión Europea y del globalismo se reduce a esto.
Quien tenga la tentación de encogerse de hombros y aplaudir porque mejor ser esclavos de Estados Unidos que no de otros, son parte del problema. Una clase social despreciable encargada de paralizarnos en el miedo y la apatía para no defender los intereses de España ante nadie tras borrar todo rastro de identidad, patria y bien común que proteger. Yo sólo quiero que a España le vaya bien para que los españoles vivan con dignidad y libres, y este acuerdo no proporciona nada de eso.