Guillermo Ortiz-El Español
  • La coalición europea pidió a Trump que respete la legalidad internacional y la autonomía de Ucrania mientras Putin dejaba claro que lo del “intercambio de territorios” no es más que palabrería de la actual Casa Blanca.

Tras su breve reunión en Alaska —nada de las siete u ocho horas que vaticinaban en el Kremlin—, Trump y Putin han vuelto a sus capitales con visiones muy distintas de lo que se habló en la base militar de Elmendorf-Richardson. Mientras el presidente estadounidense insistía en el éxito del encuentro y hablaba en su red social, Truth, de la necesidad de aspirar no ya a un alto el fuego sino a un tratado de paz a acordar entre Putin y Zelenski… su homólogo ruso le daba el habitual baño de realidad.

Recién llegado a Moscú, Putin dejó claro que lo ideal sería algún tipo de tregua… pero que esta solo puede llegar si, antes, se han atendido “las raíces del conflicto”. En otras palabras, no es solo que Zelenski no vaya a estar de acuerdo con un intercambio de posiciones, tal y como insisten desde la Casa Blanca, es que Putin tampoco lo está. Para el Kremlin, esto no se arregla con un reparto de territorios, algo que la Administración Trump no ha entendido nunca, sino que se trata de una cuestión existencial.

En ese sentido, tras cada reunión, Putin seguirá exigiendo la “desnazificación” de Ucrania, es decir, la creación en Kiev de un régimen afín, similar al de Víktor Yanukóvich; la “desmilitarización”, esto es, la entrega o destrucción de armas y la reducción del ejército ucraniano a un mero apéndice del ruso, a la manera de Lukashenko y Bielorrusia… y la “neutralidad” del país vecino: nada de Unión Europea, y, sobre todo, nada de OTAN, ni en el corto plazo, ni en el largo, ni nunca.

Las limitaciones de Witkoff

Ahora bien, la cosa no acaba ahí. Cuando Putin habla de “las raíces del conflicto” habla de todo eso, pero también habla de la presencia de Estados Unidos y de la Alianza Atlántica en Europa Oriental. No es casualidad que el Ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, se plantara en Alaska con una camiseta con las siglas de la URSS. Mientras esas siglas reavivan la nostalgia comunista en buena parte de Occidente, en Europa Oriental solo remiten al imperialismo ruso.

Pensar que Rusia se va a conformar con un intercambio de tierras o incluso con la conquista total de Ucrania es no entender nada. Rusia busca su “espacio vital” como lo buscó Alemania en 1934. Y ese “espacio vital” se parece muchísimo a lo que Lenin se sacó de la manga en 1919, es decir, control del Cáucaso, control del Báltico, control del Mar Negro y, por si acaso, control a distancia de los países que pertenecían al antiguo Pacto de Varsovia, prácticamente todos ellos ahora en la OTAN.

Es difícil saber si Putin oculta todo esto cuando habla con Steve Witkoff o si Steve Witkoff prefiere entender lo que su jefe quiere oír. Al fin y al cabo, hablamos de un hombre sin experiencia diplomática alguna y que está gestionando la mayor crisis mundial desde la II Guerra Mundial solo porque ha sido durante años un excelente compañero de golf en Mar-A-Lago. También es difícil saber qué se cree Trump y qué quiere creerse, sin más.

Hay que tener en cuenta que, aparte de Witkoff, su máximo asesor en esta materia es J.D. Vance, que tampoco parece enterarse de demasiado.

En un principio, el enviado especial para la guerra de Rusia y Ucrania era el general Keith Kellogg, un hombre con experiencia, que conocía las bases del conflicto y que simpatizaba no ya con Ucrania, sino con la legalidad internacional. Desde un inicio, Moscú vio su presencia con recelo y le vetó de cualquier conversación. De hecho, Kellogg solo se ha reunido con Zelenski y los líderes ucranianos y, por supuesto, no fue invitado al encuentro de Alaska.

La difícil alternativa de Europa

Tampoco fueron invitados los líderes europeos, que algo saben de los daños que el imperialismo ha hecho a lo largo de la historia. Trump se limitó a incorporarles a su llamada telefónica con Volodimir Zelenski tras la reunión con Putin y explicarles durante una media hora cómo había ido todo. La respuesta no se ha hecho esperar: la “Coalición de los Dispuestos”, encabezada por los presidentes o primeros ministros de Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Polonia y Finlandia, más el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, emitió este sábado un duro comunicado.

En el texto, los europeos se centran en lo esencial, que no son solo los territorios, sino, como quedó dicho, la presencia estadounidense en Europa, el futuro de la OTAN y las garantías de seguridad para los países orientales. La Coalición pide un encuentro a tres con Zelenski y Trump, pero ¿qué le queda a Europa por hacer para convencer a la actual Casa Blanca de las intenciones de Putin?

Muy poco.

Trump y su Secretario de Estado, Marco Rubio, llevan meses exigiendo que los países europeos suban al 5% del PIB su inversión en defensa para ahora rendirse a Rusia y coartar la autonomía de la Alianza Atlántica.

Lo único que puede hacer Europa ahora mismo es trabajar en su unidad y seguir ayudando a Ucrania sin romper los lazos por completo ante una Administración tan imprevisible. Es la política que ya siguió en la cuestión de los aranceles, confiando en que alguien haga entrar a Trump en vereda sin necesidad de enfrentamientos directos. Aunque, en un inicio, tanto Macron como Starmer hablaron de mandar tropas al frente, nada hace pensar que esa opción esté sobre la mesa.

La sensación es que Trump quiere salirse de este conflicto cuanto antes y que no le importa el estado en que queden sus aliados. El presidente estadounidense no consiguió imponer la paz en Gaza, no la consiguió imponer —al contrario— en Irán y no la conseguirá imponer en Ucrania. Una vez que se ha dado cuenta, quiere volver a lo que le interesa: el control cada vez más asfixiante de la política interna estadounidense y las mejores relaciones económicas posibles con todos los países: China, Rusia y India, incluidas.

Fuerte con los débiles, débil con los fuertes

De ahí que siempre se haya mostrado reacio a imponer más sanciones a estos países, que, en principio son sus principales rivales económicos y políticos. Tras ver que China le veía todos los órdagos, Trump ha preferido una política de mayor disensión, con nuevos plazos para unos aranceles que no se acaban de concretar. Lo mismo puede pasar con India: en principio, sus aranceles extra del 25% se activan en diez días, pero la orden ejecutiva que los fijó dejaba claro que su aplicación dependía de la evolución del conflicto con Rusia.

Si Trump considera que la relación con Putin hay que normalizarla, lo lógico sería hacer lo mismo con Modi.

En medio quedan, por supuesto, Ucrania, sus soldados, sus civiles constantemente bombardeados y su presidente. Zelenski vuela en este momento rumbo a Washington para reunirse este lunes con Donald Trump en la Casa Blanca. Los antecedentes no invitan precisamente al optimismo, después de la “encerrona” que le organizaron presidente y vicepresidente durante su visita del pasado 28 de febrero.

Para empeorar las cosas, Trump se está empeñando en sus declaraciones públicas en poner toda la presión en los hombros de su homólogo ucraniano. Intenta convencer al mundo y a sus votantes de que todo está arreglado con Rusia y solo queda que Ucrania ceda en nombre de “la paz”. Sin embargo, ni Ucrania se va a rendir, ni Zelenski tiene autoridad para ceder en nombre propio territorio alguno a Rusia —eso dependería de la Rada y una modificación constitucional— ni Putin se va a conformar con nada de eso.

Lo más probable es que Zelenski, al igual que sus aliados europeos, no quiera enfrentarse directamente a Trump en la esperanza de que se produzca un nuevo cambio de opinión en cualquier momento. Escuchará la propuesta, prometerá llevarla a Kiev, evitará cualquier incendio y les dirá a sus hombres que la guerra sigue, tal y como todo el mundo temía. Con la ayuda de Estados Unidos o sin ella. Por frágil y anciano que pareciera Joe Biden, en Kiev seguro que echan de menos a alguien que le plante cara a Putin y le diga exactamente lo que es: un asesino.