Editorial-El Correo
- La formación jeltzale pone en marcha un proceso ineludible para mantener su hegemonía, con un margen de error reducido al mínimo
Con un insólito desgaste en las urnas amortiguado en parte por la retención de sus principales núcleos de poder, la imagen de eficaz gestor en entredicho y su hegemonía amenazada por el fantasma de un cambio de ciclo ante su dificultad para atraer a las nuevas generaciones, el PNV encara una de las etapas más decisivas de su historia reciente. Una prueba de fuego en la que habrá de acertar en el diagnóstico de sus problemas y en las recetas para resolverlos si desea preservar su liderazgo en Euskadi, en un riesgo desconocido desde la escisión de 1986. La asamblea general anunciada para el 29 y 30 de marzo ha de suponer una completa puesta a punto tanto del cuerpo ideológico y doctrinal del partido como de sus estructuras internas para amoldarlos a la realidad actual y afianzarse como faro de la sociedad vasca. Con la incógnita de si la renovación emprendida en las instituciones se extenderá a Sabin Etxea, el Alderdi Eguna dio ayer el pistoletazo de salida a ese proceso.
El acto fue una demostración de músculo y unidad jeltzale para inyectar moral a los suyos. Sin ofrecer pistas sobre su continuidad, Andoni Ortuzar lo aprovechó para reivindicar una vez más al PNV como el timonel de confianza que necesita Euskadi para progresar y para animar a que esa ineludible renovación pendiente, sobre cuyo alcance eludió pronunciarse, sea abordada «sin rehuir la autocrítica», pero no «para destruir». Además, vino a insinuar que la debilidad de Pedro Sánchez brinda una oportunidad única para avanzar en el autogobierno, aunque intentó situarse en una posición central entre las exigencias soberanistas de EH Bildu y los límites fijados por sus socios del PSE. El lehendakari, Imanol Pradales, defendió sin citarlo el derecho a decidir y alabó el legado de su predecesor, Iñigo Urkullu, pese al viraje que él mismo ha emprendido en algunas de sus políticas.
La sucesión de reveses electorales demuestra la necesidad del PNV de rearmar su proyecto y actualizar sus mensajes y formas de actuación. Con excepciones como Lizarra, el partido ha exhibido tradicionalmente una innata habilidad para combinar desde el pragmatismo sus principios ideológicos con una lectura fiel del pulso de la ciudadanía, que no reclama aventurerismos, sino soluciones a sus problemas reales. De cómo los aborde dependerá que sea capaz de conservar su hegemonía. Tiene la ventaja de conservar amplios resortes de poder, pero su margen de error se ha reducido al mínimo.