Luis Ramón Arrieta Durana-El Correo

  • En Irlanda del Norte, tras los años del terrorismo, se pusieron en marcha medidas para su recuperación económica, que se han renovado con el Brexit

El pasado mes de abril, el Parlamento vasco, a propuesta del PNV y el PSE, aprobó con el voto favorable de todos los grupos políticos -salvo Bildu, que se abstuvo- una propuesta en la que se «constata que el terrorismo tuvo un impacto negativo en la economía vasca». Valorando positivamente el acuerdo, llama la atención que la resolución no plantease la necesidad de profundizar en el estudio del daño causado mediante una comisión ‘ad hoc’, sobre todo cuando se dispone ya de muchos trabajos de investigación que abundan en el tema. Tampoco se entiende que no se plantee un plan especial que trate de mejorar la situación, dadas las enormes pérdidas que hemos sufrido, como por ejemplo en dimensión económica (PIB), en empleo de calidad y en capacidad emprendedora, como resultado de las tristes décadas de terror.

Veamos el caso de Irlanda del Norte. Desgraciadamente también sufrieron el terrorismo durante mucho tiempo. Su década más dura fue la de los años 70 -similar a nuestros ‘años de plomo’ de los 80- y a lo largo de toda su historia murieron más de 3.500 personas. Hay que recordar que en el caso irlandés había varios grupos terroristas enfrentados y, además, se producía la intervención de las fuerzas militares y policiales de Reino Unido. No obstante, su conflicto armado fue más corto, se extendió desde 1968 hasta el Acuerdo de Viernes Santo en abril de 1998. Después de esa fecha, lamentablemente la violencia no cesó del todo, habiéndose producido incidentes puntuales, pero afortunadamente a menor escala.

En el caso irlandés, como en el nuestro, el terrorismo, además de causar un irreparable daño humano, generó también un quebranto muy importante en la economía. A diferencia de lo referido a Euskadi, hay menos estudios que hayan tratado de evaluar la dimensión del mismo. Entre los trabajos más significativos habría que destacar el de Richard Dorsett (Universidad de Westminster), que en 2012 presentó ‘The effect of the Troubles on GDP in Northern Ireland’ (publicado en el ‘European Journal of Political Economy’). Dorsett demostró que el daño económico del terrorismo había sido muy elevado, traducido en una reducción en el PIB per cápita de los habitantes de Irlanda del Norte en un rango del 15% al 20%. Esas cifras, lamentablemente, son comparables con los estudios que hay sobre el caso vasco, si bien son más reducidas, quizás por la menor duración y tipo de terrorismo en el caso irlandés.

Lo singular y significativo en este último caso es que allí, desde el momento de alcanzar la paz, además de poner en marcha planes especiales de apoyo a las víctimas, se programaron también proyectos de recuperación de lo perdido en el ámbito económico. Desde los Acuerdos de 1998, el nuevo Gobierno regional (con el apoyo del Sinn Féin, brazo político del IRA) y el Gobierno británico comenzaron a trabajar en esa dirección; y además lo hicieron también con la UE en Bruselas, explicando bien la situación generada y planteando programas de ayuda en el ámbito económico, comprometiendo importantes fondos para tal fin. Como resultado, se pusieron en marcha iniciativas de apoyo como el ‘International Fund for Ireland’, los diferentes ‘PEACE Programs’ -ha habido cuatro- y el ‘Northern Ireland European Social Fund Programme’. Durante más de veinte años, estos programas han ayudado, además de a aumentar la cohesión de la región, a recomponer la maltrecha economía que dejó el terrorismo en esa parte de Europa. Se da la circunstancia, desconocida para muchos, de que, tras los acuerdos del Brexit, en la Unión Europea seguimos comprometidos con la recuperación económica de Irlanda del Norte. As,í como parte del nuevo protocolo de relación UE-Reino Unido, se ha acordado un nuevo programa ‘PEACE plus’ que sigue apoyando el desarrollo irlandés y que supone un nuevo compromiso económico total de 1.100 millones de euros para el período 2021-2027. Internamente, desde el Gobierno de Gran Bretaña, también mantiene un apoyo económico singular con la región, y ofrece un marco fiscal atractivo para la recuperación de la inversión.

En nuestro caso, quizás por las dificultades de los últimos años, aún no ha habido trabajos en esa línea, ni desde el Gobierno vasco o el Gobierno de España, ni por parte de los partícipes en la Conferencia Internacional de Paz de Aiete de 2011 (aunque participó Gerry Adams, singular intérprete de la contienda bélica irlandesa). Es cierto que Euskadi e Irlanda del Norte son dos realidades económicas diferentes, pero la debilidad de nuestra economía tras el terrorismo, a la que me he referido al principio del artículo, también requiere de actuaciones especiales que mejoren nuestro futuro.