José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
La república catalana es verosímil en su inverosimilitud por TV3, el crisol del irredentismo separatista y la punta de lanza del relato unilateral que procura la ‘desconexión’ de España
Estudios, reuniones, organismos: había que crear “estructuras de Estado” para cuando la república catalana se pusiera en marcha. Se lo contaban a los ciudadanos de Cataluña como si estuvieran descubriendo la pólvora. A la hora de la verdad, el separatismo se basó en el feroz sectarismo de TV3 y en el más matizado de Catalunya Ràdio. Ni siquiera es seguro a estas alturas que los Mossos d’Esquadra cumpliesen la futura función de constituir el brazo armado de la república. Los medios públicos de comunicación y la policía autonómica —esta última, a decir de Trapero, solo en apariencia— mutaron de expresiones del autogobierno constitucional a fundamentos del Estado propio de republicanos y exconvergentes.
Antes o después, el papel que jugaron los responsables de TV3 y de la radio pública catalana tenía que rezumar indiciariamente alguna responsabilidad penal. El martes, el juzgado n.º 13 de Barcelona procesó por un cúmulo de delitos (malversación, desobediencia, prevaricación y falsedad) a 30 cargos de la Generalitat, entre ellos al director general de la televisión pública, Vicent Sanchís, y al director de Catalunya Ràdio, Saül Gordillo, ambos por un presunto delito de desobediencia. El Confidencial aportó este miércoles prueba de los correos electrónicos en los que Sanchís autorizaba la emisión de publicidad institucional para reclamar la participación en el referéndum ilegal del 1-O de 2017.
TV3 no fue rozada por el artículo 155 de la Constitución cuando el Gobierno de Rajoy decidió aplicarlo con autorización del Senado el 27 de octubre de 2017. Pudieron haberse tomado medidas de intervención (sustituir a sus responsables, por ejemplo), pero no se hizo. Y, sin embargo, la programación de la televisión pública catalana ha sido, es y seguirá siendo, si las cosas no cambian, la responsable directa de crear ambientalmente la virtualidad de la ‘desconexión’ de cientos de miles de catalanes con el resto de España. TV3 tuvo una audiencia media anual en 2018 muy por encima de todas las demás emisoras generalistas, aunque también padeció graves dificultades financieras.
TV3 tuvo una audiencia media anual en 2018 muy por encima de todas las generalistas, aunque también padeció graves dificultades financieras
Todos los regímenes populistas —y en Cataluña se ha instalado uno que lo es— requieren de medios de comunicación que creen el clima de sostenida tensión que exige una constante movilización, una permanente reivindicación y un continuo victimismo. TV3 (aunque no solo) cumple allí esa función, acompañada de Catalunya Ràdio y algunos medios privados que compiten en adhesión inquebrantable a las consignas del régimen. Bien podría afirmarse que sin la penetración —sesgada y sectaria sin paliativos— de la televisión pública, los acontecimientos en Cataluña podrían haber sido distintos.
Es importante subrayar este papel nuclear de TV3 en la estrategia independentista ahora que su director general ha sido procesado por un delito de desobediencia que, presuntamente, pone de manifiesto su colaboración con los planes secesionistas y unilaterales del Gobierno de Puigdemont. Y lo es porque entramos en un largo periodo electoral: las generales del 28-A, las municipales y europeas del 26-M y, posiblemente, las nuevas catalanas tras la sentencia del Supremo, quizás en otoño.
Los partidos constitucionalistas (PSC, Ciudadanos y PP) no gozan en TV3 de igualdad de oportunidades respecto de las formaciones independentistas. Todo lo contrario. El constitucionalismo es zaherido, ridiculizado e insultado. Es verdad que se piden colaboraciones de ‘unionistas’ —que cada vez acuden menos—, pero planea la sospecha de que el propósito aparentemente ‘pluralista’ es solo un intento de blanqueo.
Tras los procesamientos de Sanchís (TV3) y Gordillo (Catalunya Ràdio), la reflexión más urgente consiste en observar cómo —los Mossos son cuestión relevante pero diferente— una expresión estatutaria del autogobierno constituida por la televisión y la radio públicas se convierte en un instrumento contra el Estado, contra la Constitución y contra una parte sustancial de la propia sociedad catalana. Esos medios de comunicación tienen unos objetivos y unas finalidades —establecidos en el Estatuto y en la ley que los regula— a los que sus responsables han traicionado.
Las autonómicas tienden a subordinarse a los gobiernos. Y son sostenidas hasta la bancarrota o representan una hemorragia para los presupuestos
Las televisiones autonómicas han tendido —todas— a subordinarse a los gobiernos de turno. Y han sido sostenidas hasta la bancarrota (como en la Comunidad Valenciana) o representan una hemorragia para los presupuestos (no hay ninguna saneada). Pero solo TV3 —y en menor medida, pero también de manera descarada, ETB, la televisión pública vasca— ha servido con fruición a una causa de parte como es la separatista en Cataluña.
Hasta el punto de que ha debido intervenir la Junta Electoral Central para que, al menos, ajustase a términos admisibles el lenguaje partidista que utilizaba en pleno periodo electoral. Puede sostenerse sin exagerar un ápice que la república catalana es verosímil en su inverosimilitud por TV3, el crisol del irredentismo separatista y la punta de lanza del relato unilateral que procura una radical ‘desconexión’ de España de cientos de miles de catalanes. Es dudoso que el mal causado sea ya reparable.