TONIA ETXARRI-EL CORREO

Hoy se cierra la casa de apuestas en el Congreso de los Diputados y se convalidará la reforma laboral. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que se juega su crédito, ha estado maniobrando hasta el último minuto de la subasta para lograr retener a los socios de la investidura a fin de impedir que fuera Ciudadanos el salvador de su proyecto estrella. Pero el presidente del Gobierno ya tenía asegurados ayer los votos de Ciudadanos, Más País, PDeCAT, UPN y algunos partidos regionalistas. Si no se producen cambios de última hora, le sale prácticamente gratis porque los nuevos aliados no han entrado en el juego del regate. Cs tan sólo reclama que el texto se mantenga tal como lo pactó el Gobierno con empresarios y sindicatos.

El paso cambiado en el juego de las alianzas no lo ha provocado el PP, acomodado como primer partido de la oposición, sino los socios de Sánchez. Los ‘decepcionados’. Los que reclaman desde ERC y Bildu, además de la prevalencia de los convenios autonómicos sobre los estatales (ésa es la bandera que enarbola el PNV) unos cambios que implicarían la derogación prometida. Precisamente porque esta reforma ha experimentado tan solo un 10% de modificación de la normativa de 2012, la CEOE aceptó el pacto. Y Fátima Báñez, la exministra de Empleo en la última legislatura del PP que amadrinó aquella ley, la apoya con entusiasmo.

Si finalmente la reforma laboral se avala hoy en el Congreso gracias, entre otros, a Ciudadanos, el tablero de las alianzas saltará por los aires pero asegurándose un colchón en la caída. A ningún socio de Sánchez le interesa facilitar la vuelta del centro derecha al gobierno. La mayoría se aferrará a su ‘gambito de dama’ para que siga el juego con los mismos peones. En eso confía la Moncloa sin perder de vista al PNV. Si ha habido sacudida en el Gobierno, el pulso en Podemos tiene visos de desafío. En plena campaña electoral en Castilla y León, Yolanda Díaz, de momento, se mantiene de perfil, poco interesada en que se la asocie a una marca que está a la baja en elecciones autonómicas. Si su proyecto estrella sale hoy sin el apoyo de los socios de izquierda, su influencia quedará cuestionada. Sus compañeros de Cataluña han hecho un último movimiento antes de resignarse, amenazando a Aragonés con retirarle su apoyo parlamentario si ERC no facilita la reforma laboral.

Los socios intentan asimilar el gusto amargo del fracaso. Pero Sánchez, no. Saldrá indemne. Con unos o con otros. A él qué más le da. Desactiva a su socio y competidor electoral, Podemos, y contenta a los empresarios y a Bruselas. Y aunque las elecciones de Castilla y León no le vayan muy bien al PSOE, presumirá de ser un hombre de centro. Que de eso se trata ahora, aunque los hechos hayan demostrado lo contrario.