Ignacio Camacho-ABC
El poder autonómico de la derecha será la verdadera oposición al sanchismo, el bastión político de un modelo alternativo
Todavía no ha formado Pedro Sánchez su probable Gabinete socialcomunista y ya se intuye que su verdadera oposición van a ser las comunidades que el PP y Cs administran. Sobre todo Madrid, Andalucía y Galicia si Feijóo no se retira. En el Congreso, el centro-derecha tendrá que competir con Vox y su potente discurso populista, altavoz de un cabreo que crecerá a poco que el separatismo empiece a cobrar las contrapartidas de una investidura que no será precisamente gratuita. Sin embargo, el partido de Abascal sólo tiene un papel subalterno en las autonomías, que es donde los liberales pueden contraponer frente un Gobierno de izquierdas su modelo de gestión alternativa: menos presión fiscal, educación concertada, respaldo a la inversión privada e impulso productivo de la economía. Ahí se va a ver el duelo entre dos conceptos y dos visiones del Estado y de la vida: la que apuesta por las libertades individuales, el mérito, el esfuerzo y la pujanza competitiva, y la que convierte a los ciudadanos en meros contribuyentes al servicio de un colectivismo clientelista.
Ya en tiempos de Zapatero, Madrid se erigió en bastión de resistencia contra aquel proyecto de socialdemocracia posmoderna que repartía cheques subvencionales, añoraba la legitimidad republicana y trataba de reformar la Constitución por la puerta trasera, ampliando techos estatutarios mientras negociaba con ETA. El éxito de un liberalismo expansivo convirtió a la Comunidad y la Alcaldía madrileñas en un feudo de prosperidad y desarrollo cuya fortaleza podía haber sido imbatible si sus élites dirigentes no hubiesen permitido el afloramiento de una corrupción fétida. Ahora le va a tocar de nuevo ejercer de contrapeso del programa intervencionista del Gobierno, con el refuerzo cualitativo del esperanzador cambio andaluz y del sólido dinamismo gallego. El sanchismo ha comenzado a presionar a estas regiones insumisas con muestras de hostigamiento: sus discriminatorias, selectivas medidas de control financiero tienen como objetivo último el de evitar las bajadas de impuestos que coloquen su plan de incremento recaudatorio frente un incómodo espejo.
Pero hay una diferencia mayor que la del criterio presupuestario, y es la que tiene que ver con la idea de nación y con el paradigma constitucionalista de la estructura del Estado, comprometido por la disposición de Sánchez a ceder ante la agenda rupturista de sus aliados. Ése es el esencial desafío en el que el poder autonómico de la derecha debe medir la consistencia de sus principios y su capacidad para erigirse en factor de equilibrio. Es decir, el peso de su influencia, su resolución movilizadora para hacerse sitio y la energía de su coraje político más allá de la mera eficacia en los asuntos administrativos. Porque la correlación de fuerzas que el presidente ha previsto no dibuja el perfil de una legislatura para tímidos.