Josep Martí Blanch-El Confidencial

  • Vivimos, según martillea una y otra vez el presidente de la Generalitat, cuatro revoluciones simultáneas. Y todas ellas gracias a su Gobierno. La verde, la democrática, la social y la feminista

Tenemos la suerte de cara los catalanes. Protagonizamos tiempos históricos, épicos, gloriosos. Momentos que serán recordados como legendarios. Vivimos, según martillea una y otra vez el presidente de la Generalitat cada vez que le ponen un micro en la boca, no una sino cuatro revoluciones simultáneas. Y todas ellas gracias a su Gobierno. ¡Cuatro! ¡Ahí es nada! La verde, la democrática, la social y la feminista. Un póquer de revoluciones. Lo nunca visto en la historia de la humanidad. Cataluña siempre destacando, claro que sí. 

En realidad, nada se sabe de momento de la revolución verde, con la comunidad a la cola de todos los territorios en impulso a las energías renovables. En este capítulo, por lo que parece, la revolución consiste en quedarse de brazos cruzados. Sí se adivinan logros más remarcables en el capítulo de la revolución democrática. Destaca en este ámbito, por ejemplo, la okupación ilegal de inmuebles, disciplina en la que Cataluña es líder indiscutible.

Por lo que respecta a la revolución social, Aragonès puede sacar pecho por el ahogo fiscal al que su Gobierno somete a los catalanes en comparación con otras comunidades autónomas. No es poca cosa. Pero lo cierto es que todos estos logros, grandes y pequeños, no alcanzan el mínimo exigible para que algo merezca ser calificado de revolución. Como mucho, y siendo extremadamente generosos, podríamos hablar de revolucioncillas de parvulario o, lo que vendría a ser lo mismo, un ridículo de revoluciones. 

Menos mal que la cuarta revolución, la feminista, funciona a todo trapo y disimula el gripaje del motor de todas las demás. En este apartado sí que vamos lanzados. No solo contamos con un Departamento de Feminismos —en plural, para que quede claro que el asunto tiende al infinito en sus subdivisiones— sino que además este desarrolla acciones tan necesarias como imprescindibles para la homologación de Cataluña a una sociedad moderna del siglo XXI. 

Como muestra, un botón del pasado miércoles, día mundial del ‘topless’. El departamento no perdió la oportunidad que el calendario le brindaba para demostrar cuán necesaria era su creación para acelerar el cambio del curso de la historia de la discriminación de la mujer. Y dio un paso de gigante en favor de la igualdad. Un paso que tomó la forma de una campaña publicitaria animando a las señoras a deshacerse de la parte superior de los bikinis.

De la perentoria necesidad de esta iniciativa hablan por sí solos los hechos que se han vivido este verano en la costa catalana. Miles de mujeres han sido detenidas por los diferentes cuerpos policiales a lo largo de la costa por tomar el sol y bañarse con los pechos al aire. No solo eso. El protocolo policial incluía un paseíllo para avergonzarlas públicamente. Se las hacía caminar descalzas con el asfalto quemando debajo de sus pies hasta la iglesia más cercana. Una vez allí se las forzaba a expiar su desvergüenza ante el capellán de turno, que practicaba además un exorcismo para quitarles el demonio de dentro. Según puede leerse en algunas crónicas de medios locales, algunos paisanos de los municipios más retrógrados aprovechaban el recorrido entre la playa y la iglesia para insultarlas, echarles encima excrementos y alimentos podridos y en algunos casos lanzarles piedras ante la pasividad policial.

Es en medio de este ambiente que la Generalitat dedica recursos a promocionar y a defender el ‘topless’. Ante tal alarde de valentía, no queda más que quitarse el sombrero ante la osadía del Gobierno de Pere Aragonès. Una campaña a favor del ‘topless’ en 2022 desafía el signo de los tiempos y encaja perfectamente en el sentir revolucionario que el presidente exige a su acción de gobierno. Y no va a quedarse ahí la cosa. Según apuntan fuentes de la Generalitat, no es descartable que en las próximas semanas el Departamento de Igualdad y Feminismos protagonice nuevos episodios revolucionarios. Fuentes cercanas a la consejera, Tània Verge, apuntan a una inminente campaña en favor de que las mujeres puedan sacarse el pasaporte sin el permiso de sus parejas y otra más —¡atención!— para que puedan trabajar sin el permiso de los padres. También, aunque esto todavía se está estudiando, podría presentarse una campaña en favor de que las mujeres puedan conducir vehículos de cuatro ruedas con motor y no solo bicicletas como ahora. Todo un acelerón revolucionario. 

Nada por el momento sobre los matrimonios forzados, las niñas obligadas a dejar de estudiar con la primera menstruación, la prohibición de trabajar a las mujeres entre según qué colectivos o los velos y burkinis adoptados, no por voluntad, sino por imposición. Estos problemas no existen en la cabeza de Tània Verge o de Pere Aragonès. Para ellos, tan modernos, tan revolucionarios, el problema es el sostén. Como si viviésemos dentro de una película de Andrés Pajares y Fernando Esteso. Pero que viva la revolución. La revolución de la idiotez institucional catalana.