Sin embargo, repitámoslo, todo es producto del inmenso progreso. Leo en El País de ayer que uno de cada tres plenos del ayuntamiento de Madrid se ha dedicado a la memoria histórica. Es perfectamente normal. A qué van a dedicarse. Su programa político jamás podría aplicarse a nada tangible. Algo similar ocurre con la huelga convocada para el día 8, meramente fantasmática, lacaniana, de esas mujeres haciendo huelga de sí mismas. La democracia y el triunfo del liberalismo socialdemócrata han pulverizado cualquier vínculo de la izquierda con la realidad. La izquierda femenina protesta por la brecha salarial; pero no sabe qué hacer con la correlativa estadística que dice que en el año 2016 en España (último año del que hay datos) el 93% –el 93– de los muertos en accidentes laborales son hombres. La izquierda pétrea ha perdido sucesivamente todas y cada una de sus revoluciones contemporáneas. Solo puede ganar el pasado, a costa, obviamente, de su manipulación. Hay que ser comprensivo con sus pornográficas kermeses, con sus huelgas que huelgan. Es su imposibilidad de hacer leyes. A aquella cíclica pregunta que a veces planteaban las viejas revistas, «¿Qué supone ser hoy de izquierdas?» solo puede responderse: «La pérdida del sentido».
Entre las innumerables ventajas que esto conlleva está la desaparición correlativa de la derecha. La evidencia de que izquierda y derecha solo sirven hoy para La Gran Coalición, fondue.