EL PAÍS, 3/10/11
El diputado general se ha convertido en un referente de la izquierda ‘abertzale’, al tiempo que su gestión se mueve entre el pragmatismo y la indeterminación
Hace cinco meses, poco antes de las elecciones municipales y forales del 22-M, nadie en Bildu apostaba por que esta coalición formada por simpatizantes de la izquierda abertzale, EA y Alternatiba fuese a lograr el Gobierno de la principal institución de Gipuzkoa. Gracias a un resultado inesperadamente arrollador en las urnas, su líder electoral y más mediático, Martin Garitano, cumple hoy 102 días como diputado general, cargo que desempeña a caballo entre el pragmatismo y la indeterminación. Su impronta, eso sí, ha quedado diáfana al defender sin desviaciones los principales postulados políticos de la izquierda abertzale, de la que ha conseguido erigirse ahora mismo en uno de sus principales referentes públicos.
La llegada de Bildu al mando de la Diputación se presentó como el inicio de una «era histórica», sostuvo Garitano durante su investidura: «Queremos practicar la política que se escribe con mayúsculas». Sin embargo, la revolución que esta coalición iba a emprender todavía está por asomar. La única decisión de peso que ha adoptado el actual Consejo de Diputados ha consistido en abandonar su oposición inicial y dar ahora su apoyo a la creación de Kutxabank, el proyecto de fusión de las tres cajas vascas en el que la Diputación tiene un papel colateral. Sin embargo, en las materias que le competen -política social, fiscalidad o infraestructuras-, el bagaje resulta inapreciable, como han criticado los principales partidos de la oposición.
Para empezar, Bildu redujo el número de departamentos, recortó los sueldos de los cargos políticos y se rodeó de asesores con largo recorrido en la ilegalizada Batasuna. Ha sido precisamente en el orden político donde más descubiertas ha dejado sus cartas el equipo de Garitano. Su cercanía a los familiares de los presos de ETA o a miembros de la también ilegalizada Segi, sin mostrar sensibilidad alguna con las víctimas de la banda, ha terminado por evidenciar su radicalidad en materia de pacificación. El PNV le reprocha que no haya sido tan valiente para quitar la bandera española de la fachada del palacio foral, una presencia obligada por el Supremo. Los nacionalistas también le afean que haya abandonado su papel institucional al negarse a acudir a la visita que los Príncipes de Asturias realizaron el pasado lunes al Basque Culinary Center, en San Sebastián. La Diputación se sienta en el consejo de la facultad gastronómica.
Garitano hace un balance inmaculado de su gestión. Dice estar en permanente «conexión» con los ciudadanos y conocer lo que le demanda la sociedad. Así, asegura que los guipuzcoanos le piden «transparencia» y le reclaman «trabajo conjunto y búsqueda de acuerdos».
Su Gobierno evitó dar la pasada semana todos los detalles del caso relacionado con la portavoz foral, Larraitz Ugarte, tras publicar su nombre el Boletín Oficial de Gipuzkoa por cobros «indebidos» de la Renta de Garantía por 5.664 euros. Más de tres meses después de llegar al poder, aún no ha cumplido el compromiso de revelar el patrimonio de los diputados.
En la búsqueda de pactos, más allá de congratularse por haberse reunido con los 88 alcaldes de la provincia en este periodo, Bildu se apunta el tanto de haber «logrado entenderse» con otros partidos en materia de fiscalidad y peajes. La coalición considera un acuerdo a la coincidencia en el voto con el PSE en la necesidad de abordar una reforma fiscal en línea con los planteamientos adelantados por el lehendakari, Patxi López. De igual modo, sin mediar palabra con el PP, llama pacto a la suma de sus votos con esta formación para suprimir el peaje previsto en la N-I en Etxegarate.
La incógnita económica
La actuación de Bildu en Gipuzkoa va a estar condicionada por la profunda crisis económica y la envenenada herencia financiera que dice haber recibido del equipo foral anterior (PNV-Hamaikabat). Han encontrado un «desfase de más de 100 millones de euros» en el presupuesto de 2011 que va a coartar sus políticas. Garitano atribuye las limitaciones que encuentra para tomar decisiones al elevado endeudamiento acumulado durante la anterior legislatura, lo que ha encendido a su antecersor, Markel Olano, y a su partido, el PNV.
Los peneuvistas, que pretendían ser el aliado preferencial de Bildu durante este mandato, se han convertido en este arranque en su principal adversario político. Ya han tensado las relaciones mutuas al supeditar cualquier entendimiento en la próxima negociación presupuestaria a que se ejecute el plan anticrisis que aprobó Olano con una dotación de 100 millones de euros para este año.
Ante la espantada del PNV, Bildu ha conseguido arrimarse al PSE para plantear modificar el IRPF, subir el Impuesto de Sociedades y recuperar el de Patrimonio, aunque ello no le allana el camino para sacar adelante las cuentas de 2012, que será el caballo de batalla de Garitano.
Infraestructuras en una nebulosa
Bildu se presentó a los últimos comicios con un programa anti «todo lo relacionado con el hormigón»: antipuerto exterior de Pasaia, antiAVE, antiincineradora… Mantiene su negativa al proyecto de dársena exterior, pese a que no es su competencia directa, pero emplea este mismo argumento para dejar hacer la Y ferroviaria. Y respecto a la planta de combustión de basuras de Zubieta se presta al doble juego de defender, al mismo tiempo, una moratoria en su ejecución y el «redimensionamiento» de esta polémica infraestructura.
El asunto más apremiente es el de la gestión de las basuras, sobre el que Bildu no tiene una posición clara porque antes quiere poner en marcha un «debate social». Los socialistas aseguran que esta «pasividad» cuesta una factura de 1,5 millones de euros en las certificaciones de las obras que se siguen para levantar la planta. Paralizarla supondría gastar casi 160 millones en indemnizaciones a las empresas constructoras y penalizaciones por los créditos contratados.
No ha fijado su posición con relación al metro que proyecta el Gobierno vasco, porque Bildu necesita tiempo «para pensarlo». También está claro si apoyará la estación de autobuses de Atotxa y desembolsará los seis millones de euros que comprometió el anterior Gobierno foral para este proyecto que YA está adjudicado.
Garitano ya se ha comprometido a no colocar un puesto de pago en la N-I a la altura del puerto de Etxegarate. Se disipan así las dudas que había al respecto cuando Bildu había dicho anteriormente los 900 millones de deuda que arrastra la sociedad pública Bidegi podrían obligarles, en contra de sus principios, a aprobar los peajes como una fuente de ingresos para financiar la construcción de otras carreteras, como la Beasain-Bergara.
EL PAÍS, 3/10/11