La visión esencialista dominante que se tiene de las sociedades árabes impide que muchos evalúen los cambios profundos que tienen lugar en ellas -y cómo las mujeres están impulsando esos cambios-. Occidente corre el riesgo de privarse de una clave importante para entender el mundo árabe y cómo será mañana.
La realidad árabe es multiforme y diversa. Lejos de representar un todo homogéneo que actúa por pautas comunes inherentes a su religión y cultura, es un caleidoscopio de situaciones, evoluciones y transformaciones donde los factores políticos, económicos y sociales interactúan con la cultura y la religión, pero estas dos últimas no lo predeterminan.
La imagen fija e inmóvil que se suele tener de estos países y sus sociedades procede del hecho de interpretarlas a través de sus regímenes, donde mayoritariamente faltan evoluciones y cambios.
Pero no es esa la realidad de sus sociedades. Bien al contrario, existe un enorme dinamismo que va abriendo las puertas a muchos cambios, si bien a ritmos distintos y en las complejas situaciones que produce la dualidad de cambiar desde abajo mientras se contiene desde arriba.
Tener en cuenta esta premisa es particularmente relevante en el caso de las mujeres.
La imagen dominante sobre las mujeres árabes es la de la mujer pasiva, exótica, víctima, velada, reaccionando a los acontecimientos en lugar de participando activamente en ellos. Una mujer impersonal y «comunitarizada» cuya representación está rodeada de estereotipos que interactúan como fuente de prejuicios culturales.
Como suele ocurrir, a los imaginarios simplistas y reductores se les oponen realidades complejas y contrastadas. Frente a esas concepciones fijas en el tiempo y la geografía, la constatación empírica muestra que, por el contrario, se están dando profundas mutaciones que lo están cambiando todo, incluso a pesar del poder de las estructuras patriarcales y de los también poderosos actores reaccionarios. Las sociedades árabes se encuentran en un proceso de cambio intenso e irreversible en el que las mujeres son un actor crucial.
Durante los últimos 50 años, una intensa urbanización y feminización de la fuerza laboral en todos los países árabes ha situado a las mujeres en la esfera pública a gran escala. Durante este periodo, las diferencias en los niveles de escolaridad entre niños y niñas se han atenuado en todas partes -aunque a diferentes velocidades-. Y en muchos países árabes, hoy hay más niñas que niños cursando la educación secundaria y superior, lo que demuestra que los padres consideran la educación de sus hijas tan importante como la de sus hijos. Y todas las encuestas muestran que los jóvenes, hombres y mujeres, quieren estudiar y tener un empleo antes de casarse. Además, con mayor frecuencia quieren elegir a su propia pareja.
Al mismo tiempo, los cambios demográficos, junto con los factores sociales y económicos que afectan a la educación y el trabajo, están provocando una profunda transformación en el modelo tradicional de familia árabe.
Una edad mayor para el matrimonio y una fertilidad en descenso -resultado directo derecurrir cada vez más a la anticoncepción- están reduciendo el tamaño de la familia a algo mucho más cercano a las «familias nucleares» de Occidente. La región del Magreb va a la cabeza en este sentido, pero el fenómeno se observa en todo el mundo árabe, aun en los Estados conservadores más rígidos.
Este nuevo modelo de familia va cobrando tanta fuerza que también se va extendiendo en la sociedad rural, donde el deterioro de la economía agraria está acompañado por una fuerte tendencia hacia familias más pequeñas. Esta transformación se produce a velocidades ligeramente diferentes en todo el mundo árabe, pero a menudo sucede de manera simultánea en la ciudad y en el campo.
Estos cambios se traducen en una redistribución de los poderes entre los mayores y los jóvenes, y entre los hombres y las mujeres. Así, asistimos a una pérdida progresiva de poder de los representantes del orden patriarcal que se ve acentuada por un cambio profundo de la familia extensa a favor de la nuclear. Este incremento del peso de los jóvenes y las mujeres como resultado de los progresos de la individualización representa una tendencia fundamental de la evolución que experimenta el mundo árabe hoy día.
No obstante, hay que tener en cuenta que estos cambios no se están produciendo necesariamente bajo el signo de la ruptura. En todos los países estudiados, las componendas con la tradición o la ley patriarcal, los arreglos entre los modos de vida del pasado y los que se imponen hoy día, así como las negociaciones o estratagemas para evitar la norma sin transgredirla frontalmente, multiplican las realidades y las formas de evolución de lo antiguo a lo moderno. Sin duda, en países como Palestina e Irak, por razones intrínsecas a los graves conflictos que viven, estos cambios son notablemente más débiles y complejos.
La dinámica de cambio en las sociedades árabes rara vez está acompañada por una transformación del sistema político. La mayoría de los Estados se resisten a transferir los procesos de transformación social a su marco legal. Temen que ampliar las libertades y desarrollar una autonomía individual dentro de la familia -y así debilitar la autoridad patriarcal- pueda llevar a un cuestionamiento en el terreno público de la base ideológica del poder estatal.
Sin embargo, es indudable que las autoridades políticas de la región, no menos que las propias familias, se verán obligadas a aceptar las inconsistencias del modelo tradicional cuando se trata de la condición de las mujeres.
Este cambio afectará a muchos otros ámbitos que habrá que analizar también desde el exterior. Esto es particularmente necesario porque la situación de las mujeres es uno de los principales puntos de referencia que el mundo occidental utiliza para evaluar al mundo árabe. Y, desafortunadamente, estas valoraciones tienden a centrarse en la supuesta resistencia al cambio que deriva de las normas islámicas, lo que oscurece el conocimiento de las verdaderas transformaciones sociales que se están produciendo. Este enfoque sobre la pareja «mujeres-islam» oculta el conocimiento sobre la realidad de los cambios en marcha.
La visión esencialista dominante que se tiene de las sociedades árabes hace que no se manifieste interés por lo que pudiera romper una imagen fuertemente forjada sobre esa supuesta «especificidad islámica» que encierra a todas las mujeres árabes en una misma realidad, cuando lo que viven es una enorme diversidad de situaciones. Esto impide que muchos vean, y mucho menos evalúen, los cambios profundos que tienen lugar -y cómo las mujeres están impulsando esos cambios-. Así, Occidente corre el riesgo de privarse de una clave importante para entender el mundo árabe hoy, y cómo será mañana.
(Gema Martín-Muñoz es directora general de Casa Árabe y profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico de la Universidad Autónoma de Madrid)
Gema Martín-Muñoz, EL PAÍS, 22/12/2010