Francisco Rosell-El Debate

Hace décadas, un periodista de RTVE, Juan Martín Navas, tuvo el hallazgo de denominar «serpiente multicolor» al pelotón de esforzados de la ruta que serpentea las carreteras con sus relumbrantes maillots hasta que la metáfora devino en tópico para mentes perezosas. Sin embargo, como las modas se repone, aquel símil describe fehacientemente la instrumentalización hecha por los etarras del paso de la Vuelta a España por el País Vasco. So pretexto del conflicto palestino-israelí y de la escalada bélica tras la masacre de Hamas del 7 de octubre de 2023, estos han reemprendido su boicot a una ronda contra cuyo desarrollo atentó reemplazando la capucha por la kufiya y almibarando sus consignas con las de esos camaradas de adiestramiento en campamentos yemeníes.

Esa mascarada ha sido favorecida por la dejación de funciones de las autoridades vascas posibilitando que unos cientos de alborotadores impidieran que el pelotón alcanzara la meta de Bilbao y abonara la impresión de que la causa palestina es un clamor en todas partes. A ello coadyuvaron medios convertidos en unos activistas más y aquellos que se sometieron a una espiral de silencio como la que empujó al director técnico de la prueba, Kiko García, a invitar al equipo israelí a marcharse como aquellos más de 200.000 vascos que, amenazados por ETA, hubieron de dejar sus hogares para no poner en riesgo a vecinos que acallaban su mala conciencia con un obsceno «algo habrán hecho» a cada bombazo o tiro en la nuca.

Aprovechando la participación en buena lid del equipo Israel Premier Tech, el brazo político de ETA ha buscado -con un exrecaudador del «impuesto revolucionario» en la tramoya- mostrarse una multicolor serpiente humanitarista conmovida por los gazíes cuando zigzagueaba contra una España a la que inocular su veneno. Alzaron la bandera palestina, pero lo que agitaban en verdad era la enseña de una turba como Hamas que teledirigida por el régimen iraní de los ayatolás secuestra la voluntad de la Franja desde 2006 usando a sus pobladores como escudos humanos en su tentativa por exterminar a los judíos y su modo de vida. Aun en guerra perpetua por su pervivencia, Israel sostiene sus estructuras democráticas gracias a su libre opinión pública. A diferencia de la mansueta España, se planta ante gobernantes como Netanyahu cuando éste tentó con menoscabar la independencia judicial y su Estado de Derecho.

Luego de un verano en el que se ha adueñado de las fiestas para enaltecer a los pistoleros de ETA y negar la dignidad a sus mártires, EH-Bildu escenifica poner del revés España en confluencia con los golpistas catalanes al dictar el designio de un presidente sin escrúpulos que se arrodilla para enfeudarse en el poder mediante lo que Hannah Arendt, testigo de la propaganda goebbelsiana nazi, llamó una «mentira política organizada». A este respecto, hay que convenir con dolor que la violencia se ha revelado fructífera para ETA sin necesidad de arrepentirse merced a un PSOE que se ha enroscado esa sierpe al cuello para gobernar a toda costa. Como certeramente ha subrayado Fernando Savater, «ETA luchó por algo y ahora vivimos en ese algo». De hecho, tras el gran éxodo de los años de plomo, son escasos los vascos que votan al partido de Miguel Ángel Blanco o Gregorio Ordoñez del que el etarra Mikel Antza se recochinea justificando su inasistencia al juicio porque está de vacaciones en Mallorca.

Así aflora descarnadamente lo que ocultaba el discurso oficial zapaterista tras el cese de la actividad armada de ETA, como avisó en su día el gran referente ético que fue Joseba Arregi, militante del PNV hasta el Plan Ibarretxe: «La libertad sigue en peligro en Euskadi porque ahora el proyecto nacionalista radical de ETA -excluyente de todo lo que no sea nacionalista- se puede llevar a cabo como proyecto que viene cual rama de olivo en el pico de la paloma de la paz». Quienes blasonaban que ETA había sido derrotada luego la han blanqueado y legitimado abonándole a plazos el precio político que juraron que jamás se sufragaría. Entre tanto, las tumbas de sus asesinados se cubren con los jaramagos del olvido cuando no son profanadas o vandalizadas.

El sabotaje etarra a la Vuelta con la avenencia rayana en el antisemitismo del Gobierno socialcomunista de Sánchez coincide con el fulgor de Arnaldo Otegui con gran dominador, junto al prófugo Puigdemont, de la política española. Es más, tras ser exaltado como «hombre de paz» por Zapatero, se afana en la reVuelta de tejer una malla de protección con los demás socios Frankenstein para que aguante un exangüe Sánchez al que la corrupción sistémica lo anemia. Como verbalizó el coordinador general de EH-Bildu en octubre de 2021, la ocasión la pintan calva para transitar del «presupuestos por presos» a la autodeterminación mediante alguna fórmula pareja al «Plan Ibarretxe» que Zapatero juzgó prematuro.

En este brete, Otegui finge ser «el sirviente» de Sánchez, pero en los términos del protagonista de la película de ese título de Josep Losey en el que el mayordomo impone su voluntad al amo al que, en apariencia, sirve con obsequiosidad. En un rifirrafe parlamentario de octubre de 2021 con Pablo Casado, un petulante Sánchez se permitió encomiarle al otrora jefe de filas del PP que viera el filme. «Trata -le explicó condescendiente- de un aristócrata tradicional que contrata a un lacayo y del que, en principio, está bastante contento porque le arregla todos los problemas de la casa. ¿Cuál es el resultado? Que al final, acaba siendo el que manda y el señor, el que obedece».

De esta guisa, le aleccionaba para que se apartara de Vox con esa recurrencia suya para endosar al adversario sus vicios cuando él mismo, como en el drama psicológico de Losey, está al socaire de intrigantes separatistas que explotan las flaquezas del yerno de Sabiniano, el de los prostíbulos. De nuevo, se echa en saco roto lecciones de historia como la de un escarmentado Alcalá Zamora, primer presidente de la II República, para quien las cesiones significan «el envalentonamiento anunciador de nuevas revueltas», dado que «se libera y glorifica a los caudillos, con esperanzas o seguridades, que fraguan la futura conspiración».

Mas con un Sánchez sin Presupuestos, que cierra el Congreso como este jueves para no perder una votación debido a que sus sosias catalanes están de Diada y con su pentaimputada «consuerte» debiendo declarar de nuevo la víspera ante el juez Peinado, es un festín para quienes se han hecho con el mando de un país sujeto a minorías que simulan ser una mayoría social a falta de esa mayoría electoral que le niegan las encuestas. No obstante, España padece una especie de “síndrome de Estocolmo“ por el que los damnificados, sin reconocerse tales, se identifican con unos verdugos que, por no habérsele aplicar la ley cuando se pudo hacer, se desquitan cobrándose, con desinhibición, lo que se dijo que no conseguirían nueces del PNV incluidas. Es la normalización del suicidio español frente a la resistencia israelí que se opone a morir tras un holocausto que banalizan quienes hablan de genocidio palestino cuando éste asolado pueblo es esclavo de sus tiranos al igual que la capitulante Expaña sanchista.