La roncha

ABC 22/09/15
IGNACIO CAMACHO

· Este Mas al que llaman Honorable quiere honrar su título haciendo un simpa con la deuda catalana. Todo un caballero

QUE nos quieren dejar una roncha, dice Mas. Que si el Estado –al que él representa, que es lo más grave– no se aviene a negociar su propia desintegración, además de irse por las bravas le hacen un simpa y le dejan colgada la deuda catalana. Sí, esa que el Gobierno ha avalado para que la Generalitat pudiese pagar las nóminas, la luz, la TV3 y las embajaditas de la señorita Pepis. Esa que el nacionalismo ha aumentado de 35.000 a 68.000 millones en cinco años mientras dejaba pudrirse la sanidad y destinaba cero euros al gasto para guarderías. Esa que si el Ministerio de Hacienda no respaldase con los impuestos de todos los españoles –ladrones que robamos a Cataluña, ya saben– sería puro papel basura, un chicharro en el mercado. Esa misma. La que usted, contribuyente de Madrid, de Extremadura, de Andalucía o de Aragón, ha fiado.

Pero no vaya nadie a creer que, en la hipótesis de que las autoridades españolas consintiesen en sentarse a tratar las condiciones de la secesión con su mejor sonrisa y su más benévolo talante, los separatistas accederían a hacerse cargo íntegro de sus compromisos de pago. Hasta ahí podíamos llegar; para el nacionalismo lo suyo es suyo y lo demás de todos, así que en el mejor de los casos aceptaría suscribir a pachas y con mucha generosidad una parte del pasivo. Esto lo dice Mas con su apretada mandíbula cuadrangular apuntando al horizonte y una expresión de mucho cabreo, como si la alusión a la simple posibilidad de apoquinar sus débitos fuese una forma de mentarle la madre. Los soberanistas se han irritado en extremo ante la advertencia de que se encaminan hacia un corralito financiero; quizá no esperaban que las cosas de comer interfiriesen con aspereza su triunfal campaña de misticismo emocional y sentimentalidad identitaria. De repente el debate se ha vuelto prosaico y ha quedado de relieve que el destino manifiesto del pueblo cautivo consiste en quedarse fuera del euro.

Así que han decidido dejarse de chantajes morales y políticos y apelar sin tapujos a la coacción económica, a la amenaza contante y sonante. Acabáramos: se trataba de una cuestión bien prosaica, un asunto de dinero. La independencia consistía en largarse sin tarifar y endosarles la deuda a los incautos que han firmado el papeleo. Por gilipollas. Por cumplir con su obligación y pensar que todo el mundo va a hacer lo mismo. Por confiar en la honrada observancia de quien sólo ha demostrado deslealtad.

Y ahora el Estado, o sea, el Gobierno que lo representa, que siga engordando el Fondo de Liquidación Autonómica. Que siga ejerciendo tutela en el desparrame soberanista. Que siga protegiendo el derroche en políticas de «construcción nacional». Que siga tapándoles agujeros a los manirrotos gestores de una institución en quiebra técnica que con razón llevan títulos de Muy Honorables: da gusto tratar con esta clase de caballeros.