JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 03/02/13
· Con toda la «barcenada», ha pasado inadvertido un pequeño detalle, apenas nada: el presidente catalán, tras pomposa declaración de soberanía, y siguiendo al pie de la letra las instrucciones de la Esquerra, se ha plantado ante el Rey para contárselo. De lo que habrá oído y pensado Don Juan Carlos dan fe su adusta expresión y su no menos infrecuente laconismo. No esperará Artur Mas gran alharaca después de haber tapado la imagen del Monarca con un trapo negro.
¿Esperaba que rompiera con sus limitaciones constitucionales y que borboneara? Bonita manera de entender la Monarquía parlamentaria. ¿Esperaba una declaración de apoyo? Tratándose del símbolo de la unidad del Estado, no parece. ¿Calurosas fotos? Bueno es el Rey para caer en la trampa del puenteo al Gobierno. ¿Aprovechar la rueda de prensa posterior? No, pues no la hubo. En realidad, apenas se refirió al encuentro en un acto menor, y la prensa catalana casi no lo reflejó. Lo cierto es que Mas no espera nada: soporta un trago, cumple un trámite impuesto por la formación que le sostiene en la presidencia de la Generalidad, ese cargo que trastorna y que quiso abandonar en la noche electoral para ser disuadido por su amigo Jordi Vilajoana, hoy secretario de Presidencia.
Por no ver, Artur Mas sigue mirando al horizonte y se va a tropezar, observen las fotos en La Zarzuela. Pero ya no es la mirada de mesías de los carteles, un desvarío que, dicen, le costó doce escaños. Es un contemplar la nada donde se ha metido. Es el extravío misterioso de los autómatas, el sujetarse a los planes de Oriol Junqueras y recorrer su hojarruta como las muñecas de Famosa, como si el bondadoso y episcopal socio le hubiera metido la burundanga, que priva de voluntad, en el carajillo de Aromas de Montserrat. Quizá otee también el horizonte penal de personajes que fueron decisivos cuando sucedió a Jordi Pujol en el liderazgo del nacionalismo catalán, en el del partido mayoritario de Catalunya y —según creían todos antes de que se les apareciera un tripartito, qué miedo— en la presidencia de la Generalidad. Siete años se le retrasó el destino, y al llegar encontró la caja vacía, como sabemos, los bonos patrióticos impagables y los siguientes a punto de basura. Fue la escueta legislatura de los recortes, del España nos roba y del pacto fiscal, anhelo que Rajoy sajó con el cuchillo carnicero de sus buenas maneras.
Pero la visita estaba trucada. Mas –y todos– sabían que el peor momento para un pacto tal era esta crisis económica profunda y enconada. Corrió a buscar el «no» con entusiasmo. Era víctima del gran error de su vida política, había confundido realmente la manifestación de la Diada con el pueblo catalán, las consignas de rigor con su unánime voz. Luego, vinieron el adelanto electoral y el duro choque con la realidad. Me cuentan quienes le conocen que el president está enojado con el pueblo. Si no vota como tú esperas, el pueblo se equivoca, ya se sabe.
Mientras continúa con el itinerario marcado, que fatalmente acabará con CiU en favor de ERC, Mas combina su plan de independencia con la estricta dependencia del pedigüeño. La arrogancia con la petición de fondos mensuales. La apoteosis con la quiebra. Cercado por la corrupción como el resto de agentes centrales del sistema, acaba de ver la ocasión de tomar la iniciativa y hacerse unas fotos con jueces, fiscales y demás. Considerando que tiene la sede del partido embargada y a su secretario general a punto de imputación, será una tenida muy edificante.
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 03/02/13