Ignacio Camacho-ABC

  • El infalible líder que camina sobre las aguas puede caer en la trampa de un pragmático liberalismo de terrazas

La única razón por la que Pedro Sánchez no se ha presentado como candidato en Madrid es porque se lo impide la ley. Tendría que abandonar la Presidencia, y entonces el éxito de Ayuso sería aún mayor que el de provocar la renuncia de Pablo Iglesias. Pero si pudiese, sustituiría al aspirante hasta en los debates. Ha decidido orillar a Gabilondo porque el equipo de La Moncloa, que es el que manda en la campaña, lo encuentra de veras muy soso. Aquel adjetivo con el que le obligaron a cargar no era un piropo. Quiso ser un modo de convertir en virtud lo que desde el principio veían como un defecto, pero se han dado cuenta de que en realidad resulta un tipo demasiado serio, demasiado formal y sensato para un enfrentamiento a cara de perro. Es lógico que a un catedrático de metafísica se le haga muy cuesta arriba la propaganda frívola; está acostumbrado a argumentar, siente respeto por sus adversarios y le producen incomodidad las mentiras. Es un socialdemócrata moderado y esa clase de políticos ya no se estila. De modo que el presidente lo marca muy de cerca, solapa sus discursos, contradice sus promesas y comparece como la auténtica cabeza de cartel de la izquierda. La sal de la tierra. Si logra dar la vuelta a los sondeos reforzará su posición de referencia pero en caso de derrota asumirá una responsabilidad directa y no podrá delegarla en la debilidad de una candidatura interpuesta.

Para justificar el empeño de su jefe, con toda claridad fruto de un ataque de soberbia, los gurús de cabecera han elaborado alambicadas interpretaciones estratégicas. Algo así como que aunque pierda obtendrá el beneficio de radicalizar al PP hacia la derecha extrema, y que a medio plazo Ayuso complicará la vida a Casado planteándole una alternativa a su liderazgo. Excusas anticipadas para un probable batacazo. Simplemente se trata de un arrebato de arrogancia bonapartista para enmendar a la desesperada el clamoroso fracaso de la chapuza murciana, error de cálculo impropio de gente experta en artimañas. Pero al trasladar el desafío a otra escala se expone a salir personalmente descalabrado de la batalla. Un revolcón frente a una rival subalterna, casi novata, a la que además se ha retratado como loca y medio tarada, dejará inevitables secuelas de confianza. El infalible caudillo que camina sobre las aguas puede caer en la trampa de un pragmático liberalismo de terrazas.

De momento, además, la dirigente madrileña lleva ventaja, y no sólo en las encuestas. Ha planteado las elecciones en torno a las ideas de libertad e impuestos bajos, obligando a Sánchez a discutir bajo ese marco, abandonar su énfasis igualitario y fiarlo todo a que el contagio del Covid le haga el trabajo. Pero un plebiscito sobre el virus puede devenir muy azaroso. Y al fin y al cabo, para acabar dependiendo de un factor tan aleatorio podía bastar con la honorable sosería de Gabilondo.