IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Una de las figuras estrella del nuevo (¿sexto?) plan de ayudas presentado por Pedro Sánchez es, sin duda, el cheque de los 200 euros. Ya hubo otro antes del mismo monto, quizás no se acuerde usted, que fue aprobado en el mes de abril pasado. Pero este es otro. Vaya por delante que todo lo que sea recibir dinero por parte de quienes están escasos de él siempre es una buena noticia. Pero si le aplicamos el zoom y lo vemos con detalle, observaremos cosas curiosas. Por ejemplo, tal y como están los precios, 200 euros se pueden considerar un gran alivio semanal y un buen complemento mensual. Si se aplica un sola vez… se queda en muy poco.

Luego está la extraordinaria agudeza visual del presidente. Nació en el madrileño barrio de Tetuán, pero si llega a hacerlo en Shaskatchewan, en el territorio de los Sioux, le hacen jefe de exploradores. Fíjese. Ha visto -de lejos claro- que con 26.999 euros de ingresos anuales no se pueden afrontar las penurias que la nueva ayuda pretende subsanar. Pero con 27.199 la cosa cambia sustancialmente. Si eso no es precisión ¿qué lo será?

Luego está la elección de quienes pueden recibirla, una lista que no solo incluye restricciones dinerarias, sino que excluye de la misma a los pensionistas y a los perceptores del Ingreso Mínimo Vital. Los vascos tenemos más suerte, pues en nuestra comunidad autónoma se podrán compaginar los 200 euros con la RGI. Peculiaridades de la financiación autonómica y matices de la sensibilidad social de los gobernantes respectivos. Algún desaprensivo podría suponer que en esto, más que el origen de la renta importaba su cuantía. Pues no, no piensa usted bien. Por eso no es ministro, ni siquiera es subsecretario de Estado.

Luego está el cálculo del coste que tendrá la medida para la Administración. No me refiero al desembolso en sí mismo, a esos 200 euros por los 4,2 millones de posibles beneficiarios que como es habitual se quedarán en muchos menos por culpa de las complejidades del mecanismo de cobro. Me refiero al mero coste administrativo. A las horas/funcionario que habrá que dedicar a la recepción de las peticiones, a su tramitación, al análisis del cumplimiento de los requisitos exigidos y a su entrega. Supongo que la salsa nos costará una cantidad cercana o superior a la de la perdiz. Lo bueno es que como eso no lo calculará nadie, pasará inadvertido.

Quizás hubiese sido más sencillo tirar billetes de 200 euros desde el helicóptero o desde el Falcon. No he visto ninguno desde hace años, pero supongo que existirán todavía.