El problema de fondo es que el actual modelo constitucional es incompatible con un Estado plurinacional y plurilingüístico. De hecho, la España reciente es una mala copia de Francia. Por lo que, desde mi punto de vista, la opción independentista es razonable.
A partir de ahora, la independencia será defendida por una clara mayoría del nuevo parlamento regional surgido de las elecciones del domingo en las que los socialistas han recibido un fuerte revés.
“Visca Catalunya libre!” (¡Viva Cataluña libre!) domingo por la noche, en un sala de prensa al rojo vivo, en el centro de Barcelona, Joan Laporta estaba desbordado de alegría. “Que quede claro: entramos en el parlamento para conseguir la independencia, ¡para nada más!”. Pequeño y fuerte, carismático, Joan Laporta fue, hasta junio, el presidente del FC Barcelona, el de todos los triunfos. Desde ahí hizo una entrada espectacular en la arena política, lanzando Solidaridat Catalana Per la Independencia (SI, si en castellano y en catalán) (1). A la formación neófita le ha salido bien su entrada, ha conseguido más de 100.000 votos y cuatro diputados en el parlamento autonómico.
Hace unos días, Joan Laporta lanzaba un discurso incendiario: “¡El tiempo de la cohabitación con Madrid y España se ha acabado! Es el momento de que Cataluña tome las riendas de su destino”. Terriblemente populista, excelente orador, se preguntaba a este abogado de negocios en qué parte del arco político se situaba su partido. Con una mirada desafiante, Joan Laporta respondía: “Eso no importa. De cara a los insultos y humillaciones de Madrid, la independencia es la única salida y nuestro único programa”. Su discurso seduce, lo mismo que el de Esquerra (a pesar de un fuerte retroceso) y el de Reagrupament, otra formación separatista debutante. Si se añaden las siglas de Convergencia i Unio (CiU, nacionalistas moderados) el gran vencedor de estas legislativas, la opción independentista será defendida a partir de ahora por 76 de los135 diputados. Una clara mayoría absoluta.
Ambigua durante mucho tiempo al respecto de esta cuestión, Cataluña ha cambiado. La secesión respecto del poder central, en Madrid, ya no es un tabú. Durante la campaña, los mítines, eslóganes o mercados, anunciaban ese deseo sin complejos. “Antes se tenía miedo de hablar de eso, dice Albert, comerciante del barrio barcelonés de San Andoni. Hoy, aunque la crisis esté omnipresente, es un tema corriente de discusión. ¡Aburre!”.
El que mejor simboliza esta salida secesionista es Artur Mas, “el yerno ideal” de la política catalana y el probable próximo presidente. Con 62 diputados de CiU, del que es el líder indiscutible, este hombre serio y moderado ha pulverizado al Partido Socialista catalán, ha humillado a José Luis Rodríguez Zapatero, que pierde nueve escaños. Cincuentón y guapo, el sucesor de Jordi Pujol ( en el poder durante veintitrés años) mantiene el mismo discurso que su mentor aunque con menos ambigüedad: para Artur Mas, la independencia es un objetivo, a medio o largo plazo. La semana pasada, durante un muy seguido debate televisivo entre los siete candidatos, lanzó una bomba: “¡Queremos el Concierto Económico! Si llego al poder, lo pongo en marcha”. El Concierto Económico, o dicho de otra manera, la plena soberanía fiscal, la antesala del separatismo, “privilegio” del que sólo disfrutan el País Vasco y Navarra: en Madrid se considera que si Cataluña (rica región que garantiza el 20% del PIB español) recaudara y gestionara todos los impuestos, la “casa de España” se derrumbaría.
Desde hace una década, el sentimiento independentista crece constantemente. De los 7,5 millones de catalanes, el porcentaje ha pasado del 20 al 35%, incluso al 50%, según los sondeos. Desde 2009, los referéndums-pleibiscitos sobre la independencia (ilegales, la Constitución exige una autorización previa de Madrid) han sido organizados por la sociedad civil en las cuatro provincias y han movilizado a un tercio de los votantes. En julio, un millón de personas se manifestaron en Barcelona para protestar contra la decisión del Tribunal Constitucional de “recortar” el nuevo estatuto de autonomía, con el grito de “¡Somos una nación!”.
Esta sentencia, vivida por muchos como una humillación, ha alimentado el desafecto con España. Pero no sólo eso. Ferrán Requejo, politólogo de la Universidad Pompeu Fabra, habla de una profunda distanciación: “Nuestro déficit de cara al resto de España equivale al 10% del PIB catalán. Grosso modo, 22 millones de euros salen de Cataluña, un verdadero expolio fiscal. El problema de fondo es que el actual modelo constitucional es incompatible con un Estado plurinacional y plurilingüístico. De hecho, la España reciente es una mala copia de Francia. Por lo que, desde mi punto de vista, la opción independentista es razonable. Históricamente, Cataluña no ha sido lo suficientemente fuerte como para separarse de España. Pero, por otra parte, España jamás ha sido lo suficientemente fuerte como para imponer un país uniformizado”. ¿Será Artur Mas el gran artífice de esta separación?
(1) Así escrito en el texto original.
François Musseau, Le Temps (Suiza), 30/11/2010