CARMELO BARRIO BAROJA, EL CORREO – 13/03/15
· Hace poco más de dos años, el lehendakari anunció el nombramiento de Jonan Fernández como secretario general de uno de los ámbitos que el propio Urkullu quería controlar desde Presidencia: la paz y la convivencia. ¡Qué cerca están esos dos años, pero qué cantidad de tiempo para tanto retroceso democrático, para tanta cesión ante la radicalidad abertzale y para tanta humillación a las víctimas!
Las dos últimas expresiones del retroceso han estado en las reuniones que el señor secretario ha mantenido con un dirigente de ETA encarcelado y con la asociación de familiares de ETA a la que tuvo a bien unirse el presidente del Gobierno vasco.
Estas singulares muestras de cercanía con el mundo de la radicalidad confirman la línea estratégica en la que Urkullu y Fernández han concebido una actuación sustentada en la equidistancia moral, el neolenguaje distorsionador y la crítica al Gobierno central. Un decálogo del retroceso trata de analizar los dos años largos de actividad de una secretaría que para lo que ha servido es para dar la espalda a las víctimas y para rebajar la exigencia de los demócratas hacia el mundo de Bildu y Sortu, es decir, hacia ETA.
El primer punto del decálogo de actuaciones es el que ha servido desde el minuto uno para equiparar y mezclar violencias. Ha sido imposible que el Gobierno vasco haya analizado y aislado la violencia de ETA y el terrorismo y actuado en consecuencia. Ha tenido que mezclarla con la Guerra Civil, el alzamiento y diversas expresiones de violencia que nada tenían que ver con el terrorismo que ha vivido esta tierra.
El segundo punto ha sido seguir consagrando la teoría del conflicto. Por activa y por pasiva se trata de concluir que Euskadi ha sido una sociedad enfrentada y que ETA era una parte de ese conflicto. Esa mentira es la más rastrera cuando, además, se pone cara de bueno.
La tercera clave podemos encontrarla en la obsesión enfermiza por enfrentarse al Gobierno central. A renglón seguido de una crítica de trámite hacia el mundo de ETA y la izquierda abertzale hay una diatriba, a veces brutal, contra la política penitenciaria de España y contra la actuación de la Justicia y de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado en la lucha contra una organización terrorista aún no disuelta.
No existe actuación específica en el plan de Fernández y en sus desarrollos por construir un discurso deslegitimador de ETA –cuarta clave–. Y la quinta, a renglón seguido, es que en esa ausencia de discurso el partido de Gobierno ha encontrado en multitud de propuestas parlamentarias una fórmula para pactar con Bildu y alejarse de los grupos no nacionalistas en las exigencias básicas. La ponencia mal llamada de paz y convivencia o la unidad de acción en temas que eluden la exigencia al mundo de ETA marcan una agenda PNV-Bildu más que escandalosa.
Urkullu quiere cargarse los grandes acuerdos, Constitución del 78, Estatuto de Gernika y la secretaría bajo su presidencia y la dirección del Sr. Fernández quiere dinamitar también otro de los consensos como es la ley de Amnistía de 1977. En esta sexta clave del retroceso siguen forzando la máquina, los grandes acuerdos no sirven y dentro de poco también surgirá un análisis político por el que el pacto foral nos une entre vascos y a los vascos con España y eso hay que dinamitarlo, al tiempo.
En estas claves están las celebraciones y conmemoraciones. Séptima, el Gobierno vasco hace un ‘totum revolutum’ de violencias y se niega a celebrar un día de homenaje a las víctimas del terrorismo apostando por expresiones cuasi abstractas que diluyen las cara y ojos de quienes más han sufrido en Euskadi en los años de la brutalidad etarra. Como recordó un antiguo asesor del lehendakari, «al Gobierno de Urkullu le falta hacer un gesto con las víctimas». Y eso hace un año, seguimos esperando el gesto.
El Sr Fernández no ha dado ni un paso para que Bildu o Sortu condenen el terrorismo de ETA, sus crímenes, y exijan su disolución. Y, sin embargo, exige a los demás microacuerdos para seguir cediendo ante los violentos. En esta octava clave Fernández se ha demostrado absolutamente incapaz de escenificar un ámbito de incomodidad pública para la izquierda abertzale.
El franquismo ha irrumpido en los trabajos de la secretaría. La teoría del conflicto se extiende a la dictadura. Como si el franquismo se hubiera construido contra la sociedad vasca o formase parte distinta a un acontecer antidemocrático para el conjunto de España. La novena clave se v isualiza en la constitución de un instituto, prioridad del Sr. Fernández y sus propuestas del plan, en el que la guerra, la dictadura, el terrorismo y otras violencias han de formar una unidad imposible de hacer orbitar, si no es por la ficticia gravedad del conflicto.
La décima cuestión del decálogo es que las víctimas de ETA han pasado, para el Gobierno vasco, de ser el frontispicio de la convivencia a ser el vagón de cola de esa convivencia. A Urkullu le estorban, no las ha recibido, no escucha sus denuncias y reivindicaciones y el Sr. Fernández se dedica a vapulearlas día sí y día también sumergiéndolas en un magma indefinido e imposible de teorizaciones artificiales y expresiones de un neolenguaje.
CARMELO BARRIO BAROJA, EL CORREO – 13/03/15