Alberto Ayala, EL CORREO, 17/7/12
El lehendakari halla en los recortes de Rajoy un inesperado filón para cerrar bien su mandato y acudir a las urnas en otoño
Los socialistas buscan debilitar ahora a Urkullu, al PNV, y su presunto ‘programa oculto’
Desde la página 1 Los semblantes, el tono de voz, han cambiado sustancialmente en los despachos que desde hace tres años ocupan los cuadros socialistas en la sede central del Gobierno vasco, en Lakua (Vitoria). El pesimismo, que lo inundaba todo o casi todo hace apenas unas semanas, ha dejado paso a un moderado optimismo; moderado pero optimismo a fin de cuentas. De pensar que los próximos comicios al Parlamento vasco podían significar no solo el final del Gabinete López –que eso no lo cuestiona nadie– sino también una reedición de la debacle electoral que sufrió Rubalcaba el 30-N en castigo a la horrible gestión de la crisis realizada por el último Gabinete Zapatero, a soñar. No con la victoria, repito, pero sí con lograr un tercer puesto con un número importante de escaños (no menos de 17 o 18) que obligue al PNV a ‘tragarse’ el sapo de negociar con ellos, con el PSE, el próximo Ejecutivo autónomo.
Patxi López y su Gobierno del cambio cerraron un primer año de gestión para enmarcar. El triple objetivo que había hecho posible una anomalía política tan evidente como que el primer y el segundo partido de España, adversarios casi irreconciliables, unieran sus fuerzas en Euskadi para desplazar al PNV del poder en Euskadi –esto es, la deslegitimación de la violencia, el respeto a las víctimas y la normalización de la vida social y política vascas–, se fue haciendo realidad poco a poco en Euskadi. Y ello, pese a los intentos deslegitimadores del nacionalismo institucional que tardó en asimilar demasiado lo que nunca imaginó: que la alternancia democrática también podía llegar al País Vasco.
Éxito y caída
Pero, una vez cumplido el gran objetivo, ni Patxi López ni el PSE –pese a disfrutar de leal colaboración del PP de Basagoiti– fueron capaces de construir un argumento político de peso que sirviera de hilo de conductor al resto de la legislatura. Ni siquiera el final de ETA sirvió de reconstituyente al Gobierno del cambio. Al contrario, el lehendakari no logró rentabilizar la ansiada paz y las lógicas diferencias con el PP empezaron a ensancharse, en especial tras el triunfo de Rajoy, hasta que llegó lo inevitable: la ruptura.
Ayer un cargo socialista se jactaba de que si el pacto PSE-PP fue especialmente ‘barato’ para López, «Basagoiti no pudo imaginarse el favor que nos iba a hacer con la ruptura». Evidentemente se trata de un balance un tanto exagerado de parte, pero resulta innegable que, rota la entente vasca, los recortes de Rajoy, con sus errores de cálculo, sus incumplimientos, sus silencios y sus medias verdades, han terminado por convertirse en un verdadero filón político que va a permitir a Patxi López poder cerrar la legislatura un poco por anticipado pero con renovados bríos.
Por anticipado, sí. En eso no hay cambios. López se encuentra a gusto en su papel de ariete contra los macrotijeretazos del PP. Sabe que eese discurso, sin duda, le da votos. Que coloca un poco más contra las cuerdas a un PP vasco obligado a secundar a su jefe y le pone otra vez en ese escaparate que observan a diario muchos votantes decepcionados tentados a refugiarse en la abstención o incluso a votar al PNV.
Hasta septiembre
Pero también es consciente de que ese discurso tiene un límite: finales de septiembre o comienzos de octubre. Cuando toque pasar de las palabras a redactar un proyectto de Presupuestos vasco para 2013, que –y si no al tiempo– presentará el próximo Ejecutivo vasco y no el actual. Intentar seguir podría resultar suicida para el líder del PSE porque los recortes subirán de intensidad también en Euskadi y porque los recursos del Gabinete Rajoy al Constitucional obligarán en poco tiempo a aplicar también aquí el recetazo.
Frenada la hemorragia, el PSE trata ahora de iniciar una cierta recuperación a costa del PNV. Ese es el sentido de la comparecencia del lehendakari de hoy. López quiere mostrar no sólo que resiste lo que puede los tijeretazos de Rajoy. Quiere hacer ver que es posible otra política. Que en vez de quitar una extra a los funcionarios o hacer pagar las medicinas a los jubilados se podían haber obtenido muchos cientos de millones implantando el recargo del IRPF (500 millones anuales) o el céntimo sanitario (100), o si se hubieran suprimido antes las desgravaciones de vivienda (400). Pero ni PNV ni PP quisieron.
Por ahí tratará de conducir ahora el debate un PSE empeñado en convencer al electorado de que si Rajoy tenía un programa oculto que ahora se ve, Urkullu y el PNV tienen el suyo, que no será mejor.
Alberto Ayala, EL CORREO, 17/7/12