Adolfo Lorente-El Correo
El Tribunal Supremo, por cinco votos a dos, ha emitido una sentencia histórica condenando a un fiscal general en ejercicio e inhabilitándole de su cargo durante dos años.
Álvaro García Ortiz dejará de ser fiscal general porque así lo ha decidido la élite judicial española y pese a que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró sin ambages que sería absuelto porque era «inocente».
Unas declaraciones tan contundentes como criticadas por sus adversarios por saltarse, supuestamente, un principio básico como es el de respetar la separación de poderes.
Pero Sánchez sabía lo que hacía. La estrategia era clara. Si el fiscal general era absuelto, objetivo conseguido. Pero si finalmente era condenado, igual de bien porque le permitía reforzar su rol de líder del progresismo frente a las malvadas derechas política y judicial.
Todavía desconocemos la sentencia de un fallo tan histórico como polémico, pero lo que sí sabemos es que la polarización aumentará muchísimos decibelios y en este tipo de escenarios, Sánchez es infalible. Prepárense porque si el ambiente político ya era tóxico, ahora será irrespirable.
Y encima, para más inri, hablamos de una sentencia que llega el 20-N, cuando se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco. Vamos, ni soñado por los estrategas de Moncloa.