Álvaro Vargas Llosa – ABC

A los liberales les complica la vida la confusión ideológica que los nacionalpopulistas crean

Dada la crisis europea y mundial del socialismo (en España las cosas van más lentas), uno pensaría que las condiciones son ideales para el liberalismo. Pero a la derecha de la izquierda no es liberalismo lo que flamea. El nacionalpopulismo -o conservadurismo nacionalista, como prefieren llamarse- muestra más ambición y vigor que el liberalismo y el conservadurismo no nacionalista.

La Conferencia Nacional del Conservadurismo que ha reunido en Roma a las derechas nacionalistas de Europa y en parte de EE.UU. es una manifestación de esta ofensiva que incluye a Orbán, la polaca Ley y Justicia, los dos partidos nacionalpopulistas italianos (la Liga y los Hermanos de Italia), Vox y otros grupos. En el «mix» hay ideólogos como el israelí Yoram

Hazony, cuyo libro La virtud del nacionalismo ha sido elegido por la derecha estadounidense como la mejor publicación de 2019, y estrellas en ascenso como la propia Marion Maréchal, cuyo instituto acaba de poner un pie en España, o Giorgia Meloni, que amenaza la huerta electoral de Salvini.

Para los liberales y los conservadores no nacionalistas, el desafío es gordo. Les complica la vida la confusión ideológica que los nacionalpopulistas crean amalgamando, en su batiburillo, nociones que son la negación de la libertad individual porque tienen una impronta colectivista e identitaria bajo el disfraz religioso o soberanista con otras que los emparentan con los defensores de la libertad (reivindican a Burke, Tocqueville y Reagan, y fustigan la corrección política en nombre de la libertad). Los liberales y los conservadores no nacionalistas aparecen como una variante de la izquierda. Todo lo que está a la izquierda de la derecha nacionalista resulta indiferenciable.

Además de crear confusión entre liberales y conservadores no nacionalistas, los nacionalpopulistas le disputan a la izquierda el espacio antiliberal denunciando la globalización, la integración europea, el libre comercio y la gran empresa. Codician los votos «proletarios».

¿Qué respuesta hay en Europa? Ninguna, sólo algunas aisladas a escala nacional. Un sector del PP donde están Casado, Díaz Ayuso, Martínez-Almeida y Álvarez de Toledo, por ejemplo, o la líder de Cs, Inés Arrimadas, con su propuesta de ir en alianza con el PP, intentan hacer reverdecer la tierra que yace entre el liberalismo y el conservadurismo no nacionalista. Es poco, desde la perspectiva internacional, frente a la ofensiva nacionalpopulista. Peor: quienes pasaban por liberales, como Macron, han tirado la toalla. Véase su acercamiento a Rusia y a Polonia (a la que ponía como iliberal y antieuropea). La Canciller alemana, por su parte, espera impaciente su jubilación.

Mientras tanto, la Irlanda liberal creció 6 por ciento en 2019 sin que ningún liberal europeo reivindique ese logro y Portugal triunfa porque los socialistas se han metido en la casa del liberalismo, que ha dejado la puerta abierta invitando a quien pase por allí a llevarse sus muebles. El liberalismo duerme la siesta.