Esta semana empieza, ahora sí, la campaña propiamente dicha a las elecciones generales del 23-J. Nos encuentra exhaustos de tanto argumento, tanta venta ambulante de mensajes, de dardos, mentiras o del uso adulterado de la palabra. El escenario, el medio de comunicación desde el que se lanzan los mensajes importa, acompaña, refuerza o afecta sutilmente al discurso. Con estrategia se eligen los municipios a los que ir, el tipo de alocución, las entrevistas que se van a conceder, los debates a asistir, el atuendo en cada momento.
Cuando las encuestas van viento en popa no se arriesga, y esta es la línea que está siguiendo Feijóo, aunque declinar la invitación del debate de RTVE puede ser un error
Todo es importante, el novio o la novia en el día de su boda, a los que los invitados no pierden ojo, cuando cada detalle está estudiado para no incurrir en errores. La presencia de los postulantes en la competición electoral en los diferentes medios es clave si se tiene en cuenta que cada vez más decidimos el voto a última hora y que un mal debate o mala entrevista puede decantar la balanza al lado contrario. De hecho, un error de Pedro Sánchez durante su mandato es no haber asistido con más frecuencia a entrevistas como El Hormiguero, que son vistas por potenciales votantes no sólo por consumidores insaciables de política. Las sesiones del Congreso las vemos pocos, los informativos algo más, los programas de entretenimiento arrasan. La cercanía que permite ese espacio, que llega a miles de espectadores a la vez, no se da en ningún otro lugar, de ahí que los equipos del presidente y de su rival acertaran al asistir al plató de Pablo Motos.
Un político debe saber debatir, por supuesto, aunque lo que mejor debe hacer y por lo que se le debe medir es por su capacidad de gestión y, en el caso de haber gobernado, por la gestión realizada. Vender humo está a la orden del día. Cuando las encuestas van viento en popa no se arriesga que es la línea acertada que está siguiendo Feijóo, aunque declinar la invitación de la televisión pública es un error, no porque ese medio no trabaje con independencia, con neutralidad -como se apunta desde el PP- sino por lo que supone decir no al servicio público, no a los profesionales que la forman. Además, se trata de un debate en el que cada formación pone sus condiciones, se pacta hasta cada segundo de lo que allí se vaya a discutir.
Dejar la silla vacía es lanzar el mensaje al ciudadano de que se tira a la basura la cadena pública, que la televisión que pagamos todos carece de independencia, de neutralidad
Ayuso ya sentó el precedente de no asistir al debate organizado por RTVE. Imposible saber si hubiese conseguido algún voto más, lo que sí que está claro es que, tanto en la pública como en la privada, los debates electorales, los cara a cara están tan medidos en tiempos y en formas que hay poco margen para la manipulación sesgada. El único riesgo es el de la habilidad oratoria, cómo se defienda del adversario, la puesta en escena del candidato. Más allá de la estrategia política, dejar la silla vacía es lanzar el mensaje al ciudadano de que se tira a la basura la cadena pública, que la televisión que pagamos todos carece de independencia, de neutralidad. Es también comprar el discurso de Vox de veto a los medios, veto a los periodistas.
Desde hace casi 20 años funcionan también los Consejos de Informativos cuya misión es la de garantizar la independencia editorial y de los profesionales de los servicios informativos
Urge establecer por ley los debates electorales, los cara a cara, los ciudadanos deben tener todas las oportunidades para valorar dónde depositan su voto, para conocer lo que piensan los candidatos y saber lo qué quieren hacer si consiguen poder. Ese poder que tienen en el Congreso que sirve de control también para la radio y televisión pública. Desde hace casi 20 años funcionan también los Consejos de Informativos cuya misión es la de garantizar la independencia editorial y de los profesionales de los servicios informativos. Tirar a la basura lo público es tirar a la basura un pedazo de nuestra democracia recogido tanto en la Constitución como en los estatutos de información de la Corporación.
Todos debemos velar por la profesionalidad de lo público con control parlamentario, pero sin interferencias partidistas. Los ciudadanos deben exigir de poder confiar en los medios de comunicación públicos que pagamos todos. Los profesionales también han de actuar siguiendo esta línea de respeto a la objetividad intachable y a la ecuanimidad política que el medio demanda. Veremos al final quién logra convencer mejor porque cada espacio importa, cada debate cuenta, cada palabra pesa. Que el servicio público no cuente con la aprobación de todos pone en cuestión la capacidad, la independencia, objetividad, pluralidad de los profesionales que están detrás. Hay mecanismos de control para que no se caiga en determinadas actuaciones que son siempre rechazables.