La soledad

EL MUNDO 17/02/14
SANTIAGO GONZÁLEZ

Covite es una asociación de víctimas fundada en 1988 por Teresa y Lola Díaz Bada, las hijas del primer superintendente de la Ertzaintza, Carlos Díaz Arcocha, asesinado por ETA el 7 de marzo de 1985 en la gasolinera donde había aparcado el coche para desayunar.
Covite va a presentar hoy ante la corte penal de La Haya una denuncia contra ETA por crímenes de lesa humanidad. La lectura del informe produce escalofríos: 11.000 asesinatos, 858 consumados y el resto en grado de tentativa, 24 de niños; España no ha enjuiciado ni perseguido adecuadamente a los autores, de lo que se ha derivado la impunidad que afecta a casi 400 casos. Exactamente 326 asesinatos permanecen sin esclarecer judicialmente.
El asesinato de Díaz Arcocha es uno de ellos, aunque no sea uno más. La Ertzaintza no se quitará jamás el estigma de ser la Policía que dejó impune el asesinato de su jefe. Lo explicaba el detective Sam Spade, al final de El halcón maltés, al entregar a la policía a Brigid O’Shaugnessy, la mujer de la que tal vez se ha enamorado, por el asesinato de su socio, Miles Archer: «Estamos en el ramo de los detectives y cuando matan a uno de tu empresa es muy mala práctica dejar que el asesino se escape. Es malo en todos los sentidos».
El informe da cuenta de los exiliados forzosos, 200.000 personas que se vieron obligadas a marchar del País Vasco, tras el asesinato de un familiar, por amenazas, etcétera. Los familiares directos. En el mismo lugar en que yacía el cadáver del policía Luis Andrés Samperio el 24 de abril de 1997, una semana después, a la misma hora, se amontonaban los enseres familiares esperando el vehículo de la mudanza: muebles, cajas de cartón y un juguete infantil, un caballito de madera.
Siempre era algo parecido. O un empresario después de recibir varias cartas reclamando el impuesto revolucionario. O el familiar directo de una víctima, que tras el asesinato comienza a ser él mismo víctima de acoso, ataques físicos, asaltos a su casa con cócteles molotov y en su trabajo, mediante el procedimiento de espantarle los clientes, en el caso de que ejerciera una profesión laboral, como la presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio.
El anterior presidente de los populares vascos propuso hace un par de años que se compensara moralmente a las víctimas de este exilio, permitiéndoles el derecho a voto en las autonómicas. Meses después, su sucesora en el cargo reprocha a algunos de ellos que vengan a honrar a sus difuntos «con billete de vuelta para Madrid». «¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!», escribió atinadamente Gustavo Adolfo Bécquer, aún sin conocer el terrorismo. Cada vez más.