Mikel Buesa-La Razón
- Escrivá se quedó solo en sus reflexiones, desamparado por los dirigentes de izquierda o nacionalistas; y lo que es más importante, por el gobierno al que pertenece
En algún lugar tengo escrito que los más arrogantes de entre los de mi profesión son los macroeconomistas, tal vez porque en el altanero mundo de sus abstracciones inobservables no caben las miserias humanas ni los prosaicos problemas que preocupan a las gentes del común. En el gobierno Frankenstein habita uno de esos economistas envarados y desdeñosos como pudimos comprobar el otro día cuando en lo de Alsina éste entrevistó al ministro Escrivá. La conversación iba de lo suyo, pero de repente cambió el tercio y el periodista se interesó en la noticia económica del día, que no era otra que la de las rebajas de impuestos anunciadas por Juanma Moreno. Entonces se desencadenaron las petulantes y descalificadoras consideraciones del propietario eventual de la cartera de Inclusión y etcétera, quien, para empezar, valoró el alivio fiscal de los andaluces como «un despropósito que sólo ocurre en España». Si se hubiera quedado ahí, seguramente no habría pasado nada relevante para el debate político nacional. Pero arrastrado por su inmodestia el ministro entró en una completa descalificación del sistema de financiación autonómica, especialmente en lo que atañe a las competencias regionales en materia tributaria. «Hay que ir al modelo australiano», dijo, para remachar después que eso de ceder impuestos a las regiones «genera estas derivas tan indeseables como las que vemos estos días». Antes muerto que sencillo, como cantó María Isabel.
Está claro que a Escrivá los hallazgos de la teoría del federalismo fiscal no le hacen mella. Al fin y al cabo son microeconomía, claro. Ignora así la importancia de la corresponsabilidad de los entes descentralizados a la hora de pagar sus gastos con los tributos que recaudan. Y también el incentivo a la eficiencia del gasto público que induce la competencia fiscal entre las regiones.
Escrivá se quedó solo en sus reflexiones, desamparado por los dirigentes de izquierda o nacionalistas; y lo que es más importante, por el gobierno al que pertenece. En éste, dicen, se comentaba que «ya sabemos cómo es José Luis», como si tal consideración fuera un argumento de peso. Pero yo, en ese arcano, solo veo un abandono espurio de quienes no son capaces de alimentar el debate político porque carecen de conocimientos para ello.