La televisión del cambio tiene que sentirse apoyada por las instituciones. Y si se la considera «una de las grandes conquistas del autogobierno», habrá que decirlo. Al contrario de la Ertzaintza –el único pilar del Gobierno a salvo de las zancadillas del PNV–, EITB sufre un proceso de desafección orquestada por parte del público más militante.
Hablar de España en los informativos ha empezado a ser una práctica normal; las tertulias ya no son un terreno monopolizado por los nacionalistas porque son más abiertas y en ellas se refleja la Euskadi plural y democrática. Y hay que reconocer que el mero hecho de que no se dé ‘cancha’ a las voces de la ilegalizada Batasuna ha contribuido a rebajar la crispación». Así se expresaba un alto cargo de la organización empresarial Confebask en uno de los encuentros que los directivos de EiTB han mantenido con los representantes políticos y sociales en el primer año del cambio.
Mañana, martes, Alberto Surio, director general del ente público, volverá a comparecer ante el Parlamento vasco, por enésima vez, para hablar del mensaje navideño del lehendakari, responder a una pregunta de Aralar y dar cuenta de los contratos mercantiles. El director más sometido a marcaje parlamentario de todos los cargos institucionales vascos se ha curtido en el año tan duro que le ha tocado en suerte al hacerse cargo del timón de EiTB. Su reducido equipo de profesionales, periodistas ‘todo terreno’ desprovistos de carné de partido y sin la cobertura del aparato político de la que disfrutaron sus antecesores (burukides del PNV), sabe que están en medio de la tormenta perfecta.
Entre los rayos de la crisis económica (con la rebaja de subvención directa de 10 millones de euros), la aparición de las TDT (con la consiguiente fragmentación de audiencia, sometida a la agresiva oferta de las cadenas privadas) y el rechazo del PNV, que les consta, tienen que navegar por las procelosas aguas del cambio. Sin poder competir con la Fórmula 1 o la retransmisión de los Mundiales de fútbol, buscando un producto digno y atractivo con muy poca subvención y, lo que no es menos importante, con la necesidad de saberse más apoyados por las instituciones. Como mínimo, con el mismo empuje que recibió la televisión del nacionalismo desde Sabin Etxea y Ajuria Enea. Ellos no lo dirán porque les asiste la prudencia de la que han hecho gala Surio, Idígoras o Torrontegi. Pero se han sentido solos.
El rechazo a EiTB que ha manifestado un público muy ideologizado, acostumbrado al consumo de una televisión al servicio del discurso nacionalista durante casi tres décadas, no puede dar un giro de 180 grados por el mero hecho de haber colocado a cinco profesionales al frente de una plantilla de un millar de empleados y sin una referencia concreta a un modelo definido del ente público. Si el público nacionalista abandona de momento EiTB y el ente, sin embargo, no se gana al público constitucionalista, necesita tiempo y apoyo. Si existe alguna comunidad autónoma donde está justificada la existencia de una radio y televisión pública, ésa es Euskadi. Porque EITB es uno de los pilares del autogobierno. Un instrumento fundamental para deslegitimar el terrorismo.
En una comunidad que durante décadas ha sufrido los azotes de ETA y donde las víctimas se han encontrado ignoradas y maltratadas, EiTB está situando en su lugar a todas las opciones democráticas por igual. Es una de las herramientas básicas de que dispone el Gobierno de Patxi Lopez para restituir tanta injusticia cometida en los ‘años de plomo’ y tanta objeción al respeto constitucionalista. Pero la televisión del cambio tiene que sentirse apoyada por las instituciones. Y si se la considera «una de las grandes conquistas del autogobierno», habrá que decirlo. No fue casualidad que el propio López, después de haber dicho en una conversación con internautas que la escasa audiencia de ETB explicaba que algo se está haciendo mal, corrigiera su reflexión. Y en el escenario emblemático por excelencia, el Parlamento vasco, pidiera explícitamente «que la gente vea ETB porque merece la pena».
Mientras el debate transita entre bastidores de los platós en forma de pregunta obligada -¿audiencia o influencia?-, algunos programas como ‘Vaya semanita’ han tenido que corregir un guión que se había convertido en el humilladero de socialistas y populares. Al anterior lehendakari lo caricaturizaron de ‘pesado’ con su plan, pero no llegaron a faltarle al respeto. En estos meses de ubicación del nuevo equipo de ETB, sin embargo, las parodias sobre Patxi López y el Partido Popular habían traspasado la raya de los insultos y la imputación de delitos y, para evitar que el caso acabara en los tribunales tras una queja formal del PP de Basagoiti y Oyarzábal, la productora televisiva ha recibido un ‘toque’ para que baje el pistón y recupere el humor blanco sin saña y, sobre todo, sin poner a ningún representante democrático en el disparadero del odio.
Al contrario de la Ertzaintza, que es el único pilar del Gobierno que se mantiene a salvo de las zancadillas del PNV, la televisión y la radio están sufriendo un proceso de desafección orquestada por parte del público más militante. En la radio ya han encontrado alguna emisora alternativa, pero en la televisión solo les aguarda el ‘frikismo’ del papel couché en el que caen como moscas en un panal antes que reconocer que la actual televisión vasca les entretiene y forma, sin falta de hacerles hervir la sangre. Pero en un país como el nuestro, en el que buena parte de la sociedad se mueve con la pulsión de las consignas, cualquier apoyo institucional será insuficiente. Ninguna institución ni cargo público está sometido, como ETB, al examen diario de las audiencias. Ninguna consejería tiene que responder a un ‘share’. Pero el equipo de Alberto Surio ha ido conformando una costra de resistencia. Trabajan para quedarse un tiempo. Y la idea de que su mandato no es provisional les da fuerza para acometer los cambios que tendrán que hacer la próxima temporada.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 21/6/2010