Juan Abarca Cidón-El Español
  • La innovación sanitaria en España sigue estando fragmentada, y es frágil y demasiado dependiente del esfuerzo individual de algunos centros y profesionales.

Los retrasos en el diagnóstico de los screening de cáncer de mama en Andalucía son terribles y extremadamente graves.

La noticia ha hecho saltar las alarmas. Y no sólo en esta comunidad autónoma, sino en todo el país.

De hecho, el Ministerio de Sanidad ha solicitado los datos de los indicadores de control y seguimiento de los tres screening de cáncer que hacemos en nuestro sistema sanitario público (mama, colon y cérvix), lo que parece razonable y normal ante la preocupación que suscita el tema.

Otra cosa es que la petición se haya hecho a sabiendas de que esos indicadores no están bien todavía definidos y de que no hay lugar donde exponerlos.

Y eso a pesar de que, como ya he dicho, sólo hacemos de forma reglada planes de screening para tres tipos de cáncer a nivel nacional. Sin más.

En un momento en el que hay decenas de protocolos y técnicas que permiten el diagnóstico precoz de múltiples enfermedades en España, nosotros hacemos tres.

Pero los sindicatos ya se han salido con la suya y la Junta va a incrementar la inversión pública con doce millones ad hoc para contratar más personal médico y técnico destinado a solucionar los problemas de las pacientes del screening de mama.

También, atención, para las colonoscopias de los test de sangre oculta en heces positivos para el cáncer de colon, sin que aún haya trascendido si hay retrasos en estos o no.

Parece que duplicar el presupuesto destinado a la Sanidad pública desde que llegó el Partido Popular al gobierno no ha sido suficiente. Más del 50 % de ese incremento ha ido al capítulo I.

Quizás habría que mirar hacia otro lado.

Porque mientras seguimos contratando personal a destajo para el sistema sanitario público, no vemos las posibilidades que aporta la tecnología para ser más productivos y eficientes.

La innovación en salud no es un lujo ni una moda. Es una cuestión de supervivencia para nuestro sistema sanitario. Al mismo tiempo, podría ser una oportunidad histórica para posicionar a España como referente internacional.

El sector sanitario mundial está transformándose a una velocidad vertiginosa: inteligencia artificial aplicada al diagnóstico, cirugía robótica, medicina personalizada basada en datos, dispositivos médicos inteligentes y soluciones digitales que permiten monitorizar a los pacientes en tiempo real.

La pregunta es clara. ¿Queremos liderar el cambio o seguir anclados en las viejas políticas?

Los datos han demostrado que esas viejas políticas no sirven para que el sistema sanitario funcione mejor.

En los últimos años han surgido iniciativas que demuestran que España tiene potencial para construir un ecosistema sólido. Barcelona Health Hub, con casi quinientas empresas vinculadas al Hospital de Sant Pau y su Fundación, ha conseguido convertirse en un polo de atracción de startups, corporaciones y talento internacional.

Siguiendo esa estela se ha puesto en marcha Madrid Health Hub. Desde HM Hospitales hemos asumido la responsabilidad de ser plataforma de validación de las nuevas aplicaciones y tecnologías que surjan. Un paso ilusionante que confirma que la sanidad privada puede ser motor de innovación cuando se integra en proyectos de país.

«La transformación digital en sanidad está dando lugar a nuevos perfiles que hasta hace poco eran impensables y que debemos incorporar a nuestra red de profesionales»

Sin embargo, debemos ser realistas. La innovación sanitaria en España sigue estando fragmentada, y es frágil y demasiado dependiente del esfuerzo individual de algunos centros y profesionales.

Carecemos de una visión nacional capaz de articular todos estos avances en una estrategia compartida.

Un ecosistema no puede despegar si no dispone de profesionales formados para liderarlo.

La transformación digital en sanidad está dando lugar a nuevos perfiles que hasta hace poco eran impensables y que debemos incorporar a nuestra red de profesionales para poder liderar ese cambio:

1. Médicos de datos, con capacidad para interpretar big data, algoritmos de inteligencia artificial y biomarcadores digitales, y traducirlos en decisiones clínicas seguras.

2. Enfermería con competencias ampliadas para manejar dispositivos de monitorización y atender pacientes a distancia.

3. Ingenieros clínicos, integrados en quirófanos robotizados y unidades de impresión 3D, trabajando codo a codo con cirujanos, expertos en ética y regulación digital, imprescindibles en un contexto de edición genética, IA aplicada y explotación de datos sensibles.

4. O gestores de salud poblacional, centrados en predecir riesgos y personalizar programas de prevención.

Formar y reconocer estos roles no es opcional. Sin ellos, la innovación se quedará en el laboratorio o en un piloto de corta duración. Pero no llegará al paciente.

Además, debemos repensar tanto el modelo para la acreditación y ejecución real de las aplicaciones, a fin de que conlleven el mínimo tiempo posible hasta que lleguen a los pacientes, como el modelo de financiación. Porque si no cambia, la innovación no se implantará.

«En España, más del 70% del presupuesto público se dedica a recursos humanos y gasto corriente, y apenas un 7% a inversión de capital»

El esquema clásico (comprar un equipo, amortizarlo y esperar a que dure diez años) ya no sirve en un entorno tecnológico que se renueva cada seis meses.

Necesitamos modelos más flexibles que contemplen el pago por resultados en salud y el pago por uso para evitar la obsolescencia, y que garanticen las actualizaciones o los modelos en los que hay riesgo compartido entre el proveedor y los centros sanitarios.

El debate sobre el pago de la innovación no puede desligarse de la distribución global del gasto sanitario. En España, más del 70% del presupuesto público se dedica a recursos humanos y gasto corriente, y apenas un 7% a inversión de capital.

Dentro de este, la porción dirigida a innovación tecnológica es mínima.

Esto genera un sistema intensivo en personal, pero poco intensivo en productividad. Cada euro adicional difícilmente se traduce en mejoras sustanciales en resultados, y el acceso a tecnologías que ya son estándar en otros países se retrasa.

No se trata de restar importancia al capital humano (que es esencial), sino de equilibrar mejor las partidas para que la innovación aumente la eficiencia y libere tiempo a los profesionales para dedicarse a lo que realmente aporta valor: la atención al paciente.

Finalmente, hablar de innovación sanitaria sin abordar la relación entre lo público y lo privado es quedarse a medias. La realidad es que ninguno de los dos puede liderar este proceso en solitario.ç

1. El sector público tiene la responsabilidad de garantizar la equidad, de marcar las reglas del juego y de asegurar que la innovación llega a todos los pacientes sin generar brechas. Además, dispone de la escala y de la red asistencial necesarias para validar y desplegar soluciones de forma masiva.

2. El sector privado aporta velocidad, flexibilidad y capacidad de inversión temprana. Los hospitales privados son a menudo los primeros en pilotar nuevas tecnologías, las aseguradoras pueden acelerar su financiación y las empresas están en disposición de atraer capital y talento internacional.

Si cada uno se parapeta en su trinchera, no avanzaremos. Pero si ambos sectores colaboran en serio, España puede convertirse en un referente europeo en innovación sanitaria.

No se trata de sustituir a nadie, sino de complementar capacidades: el sector público como garante de la universalidad, el privado como catalizador de la agilidad.

La innovación en sanidad no es una opción. Es la condición para que nuestro sistema sea sostenible, atractivo para el talento y capaz de generar progreso.

Un país no progresa si innova «de vez en cuando». Progresa cuando convierte la innovación en el motor de su mejora y crecimiento.

Y España tiene una oportunidad única. Pasar de discutir entre regiones, corporaciones u hospitales, a trabajar juntos para competir con el mundo.

Si derribamos muros, formamos a los nuevos profesionales y alineamos incentivos, la innovación será mucho más que un discurso. Será progreso real para pacientes, profesionales y sociedad.

*** Juan Abarca Cidon es presidente de HM Hospitales.