Isisdoro Tapia-El Confidencial
La ‘solución Arrimadas’ es seguramente el único plan viable para lograr aquello que el presidente Sánchez ha declarado como desiderátum: que la legislatura sea «larga y productiva»
No es ninguna novedad decir que la “mayoría de la investidura” pende de un hilo. El clima preelectoral en Cataluña dificulta el apoyo de los partidos nacionalistas catalanes. Tampoco, seguramente, es el escenario preferido por el presidente. Confeccionar unos Presupuestos que satisfagan al mismo tiempo a Podemos, PNV, ERC y los partidos minoritarios casa muy mal con el programa de reformas que la UE nos exigirá para acceder a los fondos de recuperación (no se dejen engañar: los fondos europeos no dependen de la aprobación de los Presupuestos, como ayer afirmó el presidente, sino con cumplir las reformas estructurales del llamado semestre europeo).
La alternativa (a día de hoy, el plan A del Gobierno) es sacar adelante las cuentas con el apoyo tanto de Podemos como de Ciudadanos. Es una cabriola difícil, pero no imposible, si los socialistas escenifican primero un acuerdo de grandes líneas con Podemos que luego aterricen en los detalles con Ciudadanos. Al partido naranja siempre le han interesado mucho más los detalles, mientras Podemos tiene debilidad por los grandes titulares (exploradores y chamanes, los bautizó hace unos años Víctor Lapuente). La despreocupación de la formación de Iglesias por la suerte del ingreso mínimo vital tras su aprobación ha sido el último ejemplo de ello. El apoyo de Ciudadanos y Podemos a los Presupuestos es probablemente el escenario preferido por los socialistas: les permite mantener la fachada del Gobierno de coalición aun cambiando sus cimientos.
No es imposible que salga adelante, aunque sí improbable: Podemos ha demostrado en la última semana un estado de nerviosismo agudo (con críticas a la ministra Celaá y un sorpresivo anuncio de veto a Ciudadanos inmediatamente matizado). Sus menguantes perspectivas electorales, y los diferentes enredos judiciales de sus dirigentes, contribuirán a excitar el nerviosismo morado en los próximos meses. Y, por su lado, a Ciudadanos tampoco le interesa un acuerdo con el Gobierno a cualquier precio. Lo más probable es que, antes o después, se rompa la cuerda.
¿Cuál es la alternativa? Carlos Sánchez señalaba hace unos días que el Gobierno ya está preparando el terreno si los Presupuestos no salen adelante. Básicamente, el plan consiste en prorrogar las cuentas de Montoro, pero solo en el nombre. Como el Gobierno se encuentra obligado por ley a atender la mayor parte de los gastos derivados de la crisis económica, y como las modificaciones presupuestarias ya han demostrado su elasticidad en los últimos años, el Ejecutivo podría mantenerse a flote sin la aprobación formal de los Presupuestos, al cambiar la letra pequeña de los mismos por la vía de los hechos.
Sin embargo, aunque no sea una exigencia de la UE para el acceso a los fondos (presentarlo así es parte de la estrategia socialista para la negociación presupuestaria), no aprobar los Presupuestos sería una derrota política sin paliativos. Debe recordarse que Pedro Sánchez, que es presidente del Gobierno desde junio de 2018, todavía no ha sido capaz de sacar adelante unas cuentas públicas. Todo lo lejos que ha llegado ha sido a presentar un proyecto a principios de 2019, que fue devuelto en su totalidad por el Congreso, lo que motivó entonces la convocatoria anticipada de elecciones.
¿No queda entonces ninguna alternativa? Sí, queda una. No soy muy optimista sobre que se produzca, pero sí creo que sería la única salida razonable al actual callejón sin salida.
Pedro Sánchez podría llevar hasta las últimas consecuencias su entendimiento con la formación de Inés Arrimadas, y responder al veto de Pablo Iglesias doblando la apuesta. Cesando a los ministros de Podemos en el Gobierno de coalición y nombrando en su lugar a ministros propuestos por Ciudadanos.
¿No sería este un Gobierno más débil que el actual? En realidad, no. Todo lo contrario. ¿Alguien piensa que sería más débil un Gobierno en el que, por ejemplo, Inés Arrimadas, Edmundo Bal y Luis Garicano sustituyesen como ministros a Pablo Iglesias, Irene Montero y Alberto Garzón? Desde luego, sería un Gobierno que permitiría conciliar mucho mejor el sueño por las noches, tanto al presidente como al resto de españoles. También sería un Gobierno mucho más sólido para afrontar la hercúlea tarea de la recuperación económica pospandemia y afrontar algunas de las reformas tantas veces preteridas en nuestro país en los últimos años.
Pedro Sánchez podría llevar hasta las últimas consecuencias su entendimiento con Ciudadanos y responder al veto de Iglesias doblando la apuesta
Pero es que, además, también sería un Gobierno aritméticamente más fuerte. En política, no siempre dos más dos son cuatro. Y este sería un ejemplo. Porque aunque PSOE y Podemos sumen 155 diputados frente a los 130 que sumarían PSOE y Ciudadanos, el segundo tendría más margen para formar mayorías. En este caso, 130 suman más que 155. Por ejemplo, un Gobierno de PSOE y Ciudadanos podría intentar sacar adelante los Presupuestos con la abstención del PP de Casado (quien, de hecho, ha puesto como condición para negociar los mismos la salida de Iglesias del Gobierno). Por el contrario, la vía del ‘Gobierno de progreso’ ahora mismo está cegada: tiene 155 diputados, pero encuentra muchas más dificultades para conseguir los votos restantes necesarios.
¿Puede salir adelante la ‘solución Arrimadas’? Soy pesimista al respecto. En primer lugar, porque un Gobierno que lo fía todo al ‘relato’ necesitaría construirse uno para romper el acuerdo de coalición y cesar a los ministros de Podemos. Aun así, es probable que la formación de Iglesias ponga varias veces en bandeja motivos suficientes en los próximos meses. Y en todo caso, la pandemia ofrece un relato sólido: ¿cómo seguir gobernando con un socio que veta a todos los demás en un contexto que exige grandes acuerdos?
Sánchez podría verse tentado de asestar un golpe casi definitivo a su amigo-enemigo Pablo Iglesias, quien seguramente nunca se repondría políticamente de su salida del Gobierno. Entonces, ¿por qué sigo pensando que no va a ocurrir? Porque Pedro Sánchez ha demostrado ser un líder más temerario que valiente. A lo largo de su carrera política, Sánchez ha hecho siempre lo más previsible, solo que ha llevado las situaciones hasta mucho más allá del límite razonable. ‘Manual de resistencia’, al fin y al cabo, era un título bien escogido para sus memorias. Ahora, la estrategia más previsible de Sánchez (si se quiere, la más conservadora) es intentar sacar adelante el Presupuesto con los votos de Podemos y Ciudadanos. Como seguramente no lo consiga, llevará su resistencia al límite, remendando las cuentas de Montoro para seguir sobreviviendo un ejercicio más. Mientras tanto, España seguirá esperando. Ojalá que esta vez me equivoque.