Ignacio Sánchez Cámara-El Debate
  • La política española se ha envilecido hasta el extremo. Solo hay dos soluciones. Una compete al Gobierno: la convocatoria de elecciones

Apenas es posible reproducir todos los desastres perpetrados por el Gobierno. La memoria flaquea. No ha habido nada parecido en los recientes tiempos democráticos. A modo de recordatorio incompleto: Gobierno en minoría sin apoyo parlamentario estable, concordia rota, corrupción total (familia, dos secretarios de organización, fiscal general del Estado, basura moral y estética, asalto a la Constitución y a las instituciones, concesiones a los separatistas y a la extrema izquierda a cambio de apoyo). Hay ministros que ya no es que sean mediocres o malos; es que no pueden ser ministros. Y una profunda crisis económica, por más que se pretenda lo contrario. El primer problema es el empleo, porque tener un trabajo es la primera condición para la realización de la persona. El índice de desempleo es el mayor argumento contra el estado de la economía. Y también la inflación. El crecimiento está muy bien, siempre que no crezcan siempre los mismos.

La política española se ha envilecido hasta el extremo. Solo hay dos soluciones. Una compete al Gobierno: la convocatoria de elecciones. La otra, a la oposición: moción de censura para convocar elecciones. Por lo tanto, en realidad, solo hay una solución: la apelación a las urnas. La democracia se degrada. Una situación puede ser legal y no democrática. La democracia es mucho más que el mero gobierno de la mayoría parlamentaria. Un Gobierno nacido con legitimidad puede dejar de ser legítimo por su ejercicio. No parece que el Ejecutivo esté dispuesto a la disolución de las Cámaras y a la convocatoria de elecciones. Está obsesionado con 2027. La verdad es que tampoco se entiende, si se consideran las encuestas del CIS. En realidad, Pedro Sánchez es el mayor crítico de Tezanos porque, en caso contrario, convocaría elecciones y se garantizaría el poder hasta 2030. Si no falsificara las encuestas (o no fuera un inútil), habría elecciones. También podría plantear en las Cortes una cuestión de confianza a cuenta del crédito concedido por el CIS.

Otra posibilidad es presentar una moción de censura. En nuestra legislación es una moción constructiva, es decir, que es necesario presentar la candidatura de un nuevo presidente del Gobierno. Pero eso no impide presentarlo bajo la condición de que convoque inmediatamente elecciones generales. En la terrible situación actual, no creo que Feijóo deba presentarla si no es para ganarla. Una derrota fortalecería al Gobierno. Es cierto que, en una ocasión anterior, Felipe González presentó una moción para perderla, pero en realidad acabó por ganarla. La situación era muy distinta a la actual. Por otra parte, no es necesaria para desenmascarar a quienes apoyan parlamentariamente al Gobierno más corrupto de la democracia o participan en él. La declaración de la vicepresidenta Yolanda Díaz exigiendo un drástico cambio de gobierno resulta un gracioso esperpento. Basta con anunciar que no se presenta porque no cuenta con el apoyo de ningún partido salvo el PP y Vox. Por cierto, no acabo de comprender la debilidad que tiene Tezanos por este partido, cuyos augurios lo acercan al PP en intención de voto.

Es necesario que algún partido como Junts o el PNV cambien de opinión y se sumen a la moción, pero se trata de algo muy difícil teniendo en cuenta todas las cesiones que reciben por su apoyo. Solo lo harán cuando comprueben que los beneficios recibidos no compensan electoral o políticamente su complicidad con la corrupción. Debería bastar la escucha de las edificantes y progresistas conversaciones de Cerdán, Ábalos y otros. Pero no es solo la corrupción. Se trata de una gravísima crisis institucional. En estos casos, la única solución democrática es la apelación a las urnas, a la soberanía popular.