Una vez definida Cataluña como una nación en un conglomerado de nacionalidades, el caos político está servido. Si Zapatero no implica en el Congreso al PP, el consenso en torno al nuevo Estatut habrá fracasado. Contar con el apoyo de las minorías queda muy aparente, pero sin los votos del PP, contará con mayoría virtual.
Sólo el PP se queda fuera del acuerdo, se ha dicho insistentemente en los pasillos del Parlamento catalán como si, a fuerza de repetir el latiguillo, la exclusión del partido que ahora lidera Josep Piqué fuera un síntoma de normalidad. Es cierto que la exclusión de 15 diputados catalanes de la aprobación del nuevo estatuto arroja una mayoría más consolidada que la lograda por Ibarretxe con su plan en el Parlamento vasco, donde para arrancar el consenso necesario tuvo que contar con la mitad de los votos de la ilegalizada Batasuna.
Se cumple una de las condiciones expuestas por el presidente Zapatero, después del ‘calentón’ que le llevó a prometer, con cierta ligereza, que él aprobaría las iniciativas del Parlamento catalán. Después, con el enfriamiento de los ánimos, llegaron los matices. Dos condiciones, dos, eran indispensables para que la mayoría del Congreso diera su beneplácito a las propuestas de Cataluña: que fueran aprobadas por una mayoría suficientemente consensuada (logrado) y que no rebasara los límites constitucionales. Y ahí nos perdemos.
Una vez definida Cataluña como una nación en un conglomerado de nacionalidades, el caos político está servido. Si tenemos en cuenta que un buen día en el que amaneció inspirado el presidente Zapatero dijo que le daba igual la denominación de nación o nacionalidad, no parece que se vaya a resolver el entuerto tan fácilmente. Habrá que ver cómo votan los dirigentes socialistas críticos en el Congreso. El texto aprobado por los constituyentes, en su día, estableció que el concepto de ‘nación política’ quedaba atribuido, exclusivamente, para España. Otra cosa era la idea de ‘nación cultural’. Y en esas estamos. En el reparto del poder territorial en España.
El Gobierno vasco se mantiene a la expectativa. Sabe que el nuevo estatuto catalán ha dado una vuelta de tuerca al suyo. Tendrán que hablar de ello Zapatero y el lehendakari. La sombra catalana de Ibarretxe les ha condicionado tanto que definen a Cataluña como una nación y, además, establecen un sistema de financiación muy parecido al del Cupo, sin que lo parezca. Aprueban la creación de un consejo de Justicia propio y desconcentrado del español. Una fórmula que le parece innecesaria al presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Ruiz Piñeiro, que en el acto de inauguración del curso dijo que el poder judicial es «el más descentralizado que existe hoy en España». El lío no ha hecho más que empezar. Y si Zapatero no consigue implicar en el Congreso al PP, el consenso en torno al nuevo estatuto, habrá fracasado. Contar con el apoyo de las minorías queda muy aparente en el recuento de siglas pero hay que repasar los votos. Sin los del PP, contará con mayoría virtual.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 1/10/2005